De acuerdo, priman los intereses de Colombia como nación y su principal deber (no somos una isla en el universo) es preservar nuestros valores, uno de los cuales es el respeto a la ley, y preservar nuestra economía, que se vería seriamente afectada si se decide desobedecer el fallo.

Y es que más allá de las sanciones comerciales, los inversionistas miran la seguridad jurídica, es decir que se respete la ley. No podemos, al estilo Chávez, de buenas a primeras decir que ya no obedecemos la ley porque no nos conviene. Así Chávez ha expropiado bienes ajenos, enfrenta demandas millonarias, espantó la inversión y llevó al caos a la economía.

¿Queremos convertir a Colombia en un país paria del mundo? ¿Mostrarle a todos que somos una república bananera en la que no se puede confiar? ¿Decirle al mundo que sólo respetamos la ley cuando nos conviene? ¿Y de paso mandarle un mensaje a cada colombiano de que sólo obedezcan la ley cuando salgan ganando?

No somos delincuentes, no somos matones, no somos inmaduros, no somos una republiqueta en la que no se puede confiar. Por fortuna, mañana Santos se sienta con Ortega no a discutir si se cumple el fallo porque ya es cosa juzgada sino cómo garantizar el acceso de los pescadores del archipiélago a sus zonas tradicionales.