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Antiguo 26-11-2012 , 18:06:05   #3
PEDROELGRANDE
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Kaffeetrinker 2 Respuesta: La tormenta tropical Sandy: ¿Catástrofe natural o política?

Cuando se trata de movilizar a la flota naval por el Golfo Pérsico para intimidar a Irán, o de suministrar las más modernas armas a Israel, el Pentágono se “compromete con la causa” ipso facto; pero cuando se trata de evacuar a miles de estadounidenses mayores, discapacitados y vulnerables, atrapados en sus apartamentos dentro de altas torres de pisos, sin luz ni calefacción, no se ve a los Marines por ningún lado.

Obviamente, el imperio es “eficiente” en el extranjero, y la seguridad nacional deja mucho que desear en casa porque la política del imperio domina la agenda política, tal como lo han puesto de manifiesto el Presidente, el Congreso y sus sátrapas locales y estatales.

El Neoliberalismo y la creación de desastres naturales
La Bolsa retomó su actividad en dos escasos días. Enseguida, su tablero electrónico volvió a encenderse. Las pujas multimillonarias eran transmitidas a inversores millonarios, pero mientras tanto, dos millones de residentes del área metropolitana de Nueva York tiritaban en la oscuridad. ¿No nos indica esto qué y quién tiene prioridad de clase sobre los servicios básicos? En su primer mandato, el gobierno de Obama destinó 4 billones de dólares de dinero público en rescatar a los especuladores de Wall Street. Estos se han recuperado e incluso han superado los márgenes de beneficio anteriores a la crisis. El Estado de Nueva York y las administraciones municipales le han concedido ventajas fiscales de miles de millones a Wall Street y empresas privadas, al tiempo que las infraestructuras públicas, el metro, las autopistas, el trazado eléctrico y los servicios de protección civil se encuentran en una penosa situación por falta de fondos.

¡No fue la “tormenta” la que produjo el “desastre humano"!
Las políticas neoliberales, así como los poderes políticos y financieros que las respaldan se han asegurado de que la ciudad de Nueva York y sus ciudadanos más vulnerables quedaran seriamente afectados. Los daños en las infraestructuras, las averías en el suministro de agua y en los servicios sanitarios, y los apagones eléctricos de larga duración son producto de la desinversión pública y del afán por el beneficio privado; los retrasos en la reparación de la red eléctrica son producto de los recortes de personal. Mientras que el estado y el gobierno federal recopilan archivos con datos detallados sobre cada mezquita, cada donante de organizaciones benéficas musulmanas, y sobre cualquiera que pueda hacer una crítica al estado de Israel, no dispone ningún “dato” sobre nuestros mayores y discapacitados atrapados en las altas torres de apartamentos, en viviendas públicas o en residencias de ancianos. Estos ciudadanos han pasado frío, sed y hambre en plena oscuridad y a muchos no les han llegado las medicinas. Algunos han muerto. Ninguno de ellos existía en los registros de prioridad del Departamento de Seguridad Nacional.

Con los impuestos de los que quedaron exentas las empresas de Wall Street podría haberse financiado una reforma completa de nuestro sistema de protección civil; las propiedades y las inversiones públicas podrían haber renovado y garantizado nuestro trazado eléctrico. Los políticos comprometidos con el medio ambiente y la sociedad le habrían dado prioridad a las recomendaciones de científicos expertos e ingenieros para hacer frente a las cada vez más frecuentes amenazas producidas por el calentamiento global y el cambio climático. Lejos de todo eso, la ideología del libre mercado dictó que el respaldo a las finanzas, los seguros y el capital inmobiliario en Nueva York y Nueva Jersey debería dominar la agenda pública.

Cambio climático
El Ayuntamiento de la ciudad de Nueva York, el autodenominado centro cultural e intelectual de Estados Unidos, ya había reconocido los peligros del cambio climático: sus funcionarios públicos incluso habían nombrado un comité de expertos para estudiar el problema. Estos publicaron un oportuno informe que alertaba sobre las consecuencias funestas que podría acarrear el no hacer nada ante dicho fenómeno. Típico de la política de la ciudad de Nueva York, tales informes tan críticos habrían proporcionado una “simbólica gratificación” a los liberales, la ilusión de que se está fraguando algo “progresista”. Y así, los oradores en foros radicales pudieron congratularse de que ellos habían advertido públicamente sobre las consecuencias del cambio climático. Y entonces vino Sandy.

En realidad, prácticamente no se había hecho nada. Peor aún, no se está haciendo nada en el sentido más trágico e inmediato de socorrer a los millones de víctimas. El Gobernador Cuomo lanza amenazas sin sentido a ConEd, la empresa pública de electricidad, por los prolongados retrasos y los flagrantes errores para restituir la electricidad. Los ciudadanos que sufren porque los que echan de las gasolineras ventean su ira unos contra otros. La escalada de precios es desenfrenada. Las organizaciones benéficas, los vecinos y los ciudadanos se conforman con programas de micro ayuda. El vasto imperio de los Estados Unidos se desmorona internamente desde las secas tuberías de su decadente infraestructura. Sus ciudadanos chapotean sobre alcantarillas desbordadas. El presidente Obama se ha opuesto a los controles de emisiones de dióxido de carbono, pero en cambio promueve la extracción masiva de más carbón, combustible y gas a través de técnicas como la fracturación hidráulica y, en consecuencia, el aire cada vez está más contaminado de dióxido de carbono y gases de efecto invernadero.

La Filarmónica de Nueva York, conocida en el mundo entero, podría tocar un “Requiem por un nuevo Atlantis” acompañando a las olas que inundan el bajo Manhattan. Mientras tanto, el inexpugnable Wall Street se traslada hacia el interior; su mudanza corre a cuenta de los municipios más pobres del estado que cargan con la exención de impuestos a los multimillonarios.

¡Que viva el Empire State!

¡Que viva la Gran Manzana!

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