Petro fue un destacado parlamentario, inteligente, firme en sus convicciones y honesto. No le tembló la mano para denunciar la corrupción, incluso dentro de su propio partido, pero como administrador está llevando a la ciudad al desastre, no sólo por sus medidas populistas sino también por su delirio de persecución o su demagogia.

Infortunadamente hay tres años por delante y ahora se va lanza en ristre contra el gobierno nacional que ha mostrado la mejor voluntad de prestarle ayuda, incluso nombrando una alta consejería para la ciudad en cabeza de Gina Parody, pero no basta, porque igual de por medio se atraviesa el gran ego del alcalde, que no supo escoger su equipo de gobierno, que no escucha y que si bien tiene buenas intenciones, no sabe el cómo, el cuándo, el dónde y el con quien hacerlas.

A un corrupto lo sucede un inepto que no se deja ayudar.