Hay que ser generosos en la victoria y grandes en la derrota.

Indigna ver cómo un expresidente de la república se porta como un rufián de vereda. Los fallos se aceptan cuando le convienen a uno y se rechazan cuando no nos convienen, es su tesis. Así no funciona el derecho. Cuando dos partes aceptan la jurisdicción de un tribunal es porque ambas acatarán su fallo. Eso es lo que llaman civilización, con leyes y tribunales, con un orden jurídico que impide la justicia por propia mano que imperó desde las cavernas y que aún hoy añoran los matones que no se respetan ni a ellos mismos.

Pero qué se puede esperar de un sujeto que fue capaz de torcer la Constitución en su propio beneficio, que instauró uno de los gobiernos más corruptos de nuestra historia, que violó la ley a diario, que utilizó al DAS para conspirar contra la misma justicia, que privilegió la justicia por propia mano con los paramilitares, que fue capaz de saltarse las leyes internacionales bombardeando otro país, que fue capaz de espiar a su vecinos, que no le dio vergüenza de meterse en territorio ajeno para ejecutar órdenes de captura.

Alguien que ha hecho de su vida una constante violación de la ley ahora le aconseja al presidente de un país que ha sido un modelo de respeto y acatamiento de la ley internacional, que la desconozca, que la viole, que no importa que haya conflictos con otros países porque con el tiempo pasarán. Es decir, no importa pasar por encima de los derechos ajenos, avasallar a los más débiles con tal de imponer el propio criterio. Qué vergüenza que alguna vez a personas como ésta se les haya confiado la guarda de la Constitución y las leyes.