La verdadera Tanja Salud Hernández-Mora Detrás del sonriente semblante de niña buena que exhibe en La Habana se esconde una mujer despiadada. Tanja Nijmeijer, que insulta a sus víctimas con sus flagrantes mentiras a los medios internacionales, tendría que explicar cómo sus juegos de europea colonialista e idiota costaron vidas inocentes y frustraron sueños.
Cuando relata que impartió clases de inglés en Pereira, silencia que utilizaba la confianza de sus alumnos para traicionarlos. Su objetivo no era que los jóvenes aprendieran el idioma y consiguieran mejores oportunidades laborales en el futuro, para bien de su patria, sino buscar candidatos a secuestrados y no le importaba que fueran menores de edad. No sé por qué omite ese detalle entre sus relatos de sufrida heroína.
O por qué no cuenta a sus paisanos holandeses cómo asesinó al niño Daniel Beltrán con una de las bombas incendiarias que ponía en TransMilenio en los años que perteneció a la red urbana Antonio Nariño. Debió considerarlo un tipo de atentado apasionante y muy efectivo para combatir oligarcas, dada las veces que lo ejecutaron.
También echo en falta una remembranza sobre aquel glorioso día en que la intrépida subversiva amenazaba a los tres contratistas gringos secuestrados para que grabaran pruebas de vida. Podría ilustrar a sus compatriotas sobre las diversas formas de tortura que tan bien aplicaba en nombre de la lucha revolucionaria. No dudo de que, además, podrá aportar las cifras de los campesinos que lograron superar la miseria con el acto valeroso y desprendido de mantener durante cinco años en cautividad, en un aberrante campo de concentración, a tres trabajadores extranjeros.
Comprendo que con tantas experiencias edificantes que transmitir al planeta, se proponga desprestigiar y callar a su compatriota Liduine Zumpolle, que lleva 40 años trabajando por la paz y la reconciliación de Colombia con programas de desarrollo y convivencia, dos armas extrañas para Tanja, cuyos únicos argumentos son el poder de las balas. Pretende acabarla porque la deja en evidencia al destapar su arrogancia y su irrespeto por el ser humano. Ya quisiera la terrorista, que escogió de manera voluntaria la senda del crimen para imponer sus ideas, parecerse en algo a su valiente, solidaria y pacífica compatriota.