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Antiguo 12-11-2012 , 18:12:53   #3
CANTI*
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CANTI* Asesino De DiosesCANTI* Asesino De DiosesCANTI* Asesino De DiosesCANTI* Asesino De DiosesCANTI* Asesino De DiosesCANTI* Asesino De DiosesCANTI* Asesino De DiosesCANTI* Asesino De DiosesCANTI* Asesino De DiosesCANTI* Asesino De DiosesCANTI* Asesino De Dioses
  
Predeterminado Respuesta: La petición de la jefa!


- Si- contestó sin pensárselo.

- ¿Qué me das a cambio?- preguntó la mujer sintiéndose poderosa- Y ni se te ocurra ofrecerme dinero, eso me enfadaría- le dijo antes de que el muchacho cometiera aquel error.

- Lo que quieras- dijo el chico excitado, demostrando que haría lo que fuera por llegar al orgasmo con Fabiola.

Fabiola al oír aquello descolgó una bufanda de un equipo de fútbol que había en la pared, para usarla a modo de venda sobre los ojos del chico. Ernesto, al ver que no iba a poder ver el cuerpo desnudo de la mujer protestó, pero calló cuando le dijo que de momento no se había ganado el derecho de verla desnuda, pero que más delante se lo permitiría.

Excitada por el juego que estaba llevando a cabo, la mujer se desprendió de su falda, de su blusa y de su sujetador, quedando totalmente desnuda. Para que el chico no pensase que lo iba a dejar atado y con aquella calentura, la mujer procuró hacer el máximo ruidos posible, con sus ropas, hasta que finalmente volvió a sentarse sobre el cuerpo del joven, en esta ocasión sobre los muslos de su joven amante, del que cogió su verga para llevársela a su pubis, pasando el venoso y palpitante falo sobre la recortada línea de pelos que adornaba su pubis.

- ¿Adivinas donde estoy posando tu polla ahora mismo?- preguntó juguetona acariciando la hinchada y rosada cabeza de la verga que tenía entre sus dedos.

- En tu coño- dijo el chico con la voz entrecortada.

- Has acertado- manifestó la mujer entusiasmada acercándose al rostro muchacho para posar sus imponentes pechos sobre su cara.

El chico al principio no hizo nada salvo gozar del cálido y suave contacto de aquellos hermosos pechos sobre su cara, pero cuando vio que estos iban a quedarse allí un ratito más comenzó a lamerlos en busca de los pezones, hasta que finalmente halló el erecto pezón derecho de Fabiola, para atraparlo entre sus dientes y comenzar a succionarlo, provocando a la mujer un importante placer: la encantaba que hicieran aquello con sus pechos.

Para que la motivación de Ernesto no desapareciera y la temperatura en el cuerpo de Fabiola siguiese subiendo la mujer acarició con cariño la cabeza del chico, mientras que movía las caderas suavemente, empapando el abdomen de Ernesto que notaba como la mujer que lo estaba seduciendo cada vez se encontraba más excitada.

Cuando después de unos minutos, saltado de pezón a pezón, Fabiola le quitó los pechos de la cara al muchacho, se encontró con el rostro enrojecido de su lamedor, que estaba tan excitado y centrado en lamer los senos que tenía delante que se había olvidado hasta de respirar, lo que a la mujer le hizo sentir un gran orgullo por su cuerpo.

Considerando que con aquello el muchacho ya había gastado bastante energía, Fabiola desató las manos de Ernesto del cabecero al que las había unido, agarrando las muñecas del joven para llevar estas hasta sus blandos, y en aquel momento empapados pechos.

El adolescente, que era la primera vez que tenía unos pechos de aquellas dimensiones entre manos, los apretó con precaución, no queriendo apretarlos con demasiada fuerza y dejar las marcas de sus dedos en ellos.

Fabiola, que se dio cuenta de aquel detalle, le animó a que los estrujase un poco más duro, no mucho más ya que sabía que si se excedía podía dejar algunas marcas que durasen hasta la noche, momento en que estaba convencida de su marido querría tener sexo con ella, sexo al que no podría negarse porque la encantaba y resultaría sospechoso decirle que no aquella noche.

Durante los siguientes minutos, ya sin la bufanda impidiéndole la visión, el chico estuvo examinando el cuerpo de su atractiva y madura amante con sus manos y boca, devolviéndole esta mordiscos y caricias por todo el cuerpo, cada vez que sentía como sus dedos se hundían en sus nalgas o pechos, o el como besaba y lamía la zona que tenía más cerca de su rostro.

- ¿Me dejas probar tu coñito?- preguntó el chico después de que Fabiola le diese un largo beso con lengua que dejó al joven un poco aturdido.

El sexo al que Fabiola estaba acostumbrada era algo más duro, su esposo era un hombre grande y bastante atlético, con lo que cuando este quería poseerla, cuando sus hijos no estaban en casa, acostumbraba a aparecer por su espalda, cogerla en brazos, llevarla al dormitorio y tirarla sobre la cama para arrancarla las ropas que llevase en aquel momento como buenamente podía, siempre acabando por romper sus braguitas o sujetador. A Fabiola le encantaba el ímpetu de su esposo, que siempre esperaba a que ella riese para saber que deseaba ir a la cama en aquel momento. Pero también le estaba calentando mucho el ver la joven cara de Ernesto pidiendo que le dejase lamer su zona más íntima.

Finalmente indicó a Ernesto que se tumbase boca arriba sobre la cama para que ella acomodases sus muslos alrededor de la cara del joven, que sacó la lengua al ver lo cerca que tenia el sexo de Fabiola, para poder lamerlo lo antes posible.

La mujer se deshizo de placer ante la primera lamida que le tocó directamente sobre su erecto clítoris, inclinándose sobre el empapado abdomen del muchacho para llegar con sus manos al pene erecto y cubierto de líquido preseminal del chico.

La mujer, que sabía que si jugaba demasiado con aquella verga, el chico no lo aguantaría y acabaría por correrse antes de que pudiese meterla en su caliente vagina, optó por acariciarle los testículos con una mano, mientras que con la boca le lamía suavemente la polla, retirando el líquido preseminal que no dejaba de brotar de la puntita de su pene.

Fabiola, que después de tantas sesiones de sexo en su vida, sabía cuando un hombre estaba a punto de acabar, se dedicó a soplar sobre el hinchado y mojado glande del muchacho, no parando de hacer aquello hasta sentir que la urgencia de correrse de su amante había desaparecido, y que no eyacularía hasta que ella decidiese estimularlo de nuevo.

- Ernesto, me voy a tener que ir ya, tengo que estar en un hotel de las afueras para una reunión a las 6:30- dijo mirando el reloj primero indicándole que solo quedaba media hora para su cita- ¿te apetece que acabemos esto como se merece?- preguntó mirando al chico con su mejor mirada lasciva y moviéndose sobre la cama hasta quedase a cuatro patas delante del chico, mostrándole de manera evidente su empapada vagina de labios rosados y su exuberante trasero de nalgas blancas y suaves.

El muchacho no necesitó escuchar aquello dos veces para agarrar con firmeza las caderas de la mujer y acercar su verga para restregarla contra sus nalgas. Por un momento Fabiola se sorprendió y temió que al muchacho se le antojase meter su miembro por su agujero trasero, que si bien no era excesivamente grande una penetración anal sin haber lubricado y dilatado un poco antes su ano la haría sentir un gran dolor. Por fortuna el joven se mostró más interesando por su vagina, y después de cubrir su verga con los fluidos que llevaba ya rato destilando aquella húmeda apertura, Ernesto penetró con fuerza.

Fabiola soltó un gemido de placer cuando notó el pubis de su amante sobre sus nalgas, señal inequívoca de que había llegado todo lo profundo que llegaría en la penetración. Ernesto no se puso a mover las caderas al momento, en su lugar permaneció quieto unos segundo, disfrutando de la calidez y comodidad de aquella vagina.

La mujer le habría dejado quedarse así toda la tarde, mientras que el muchacho la acariciaba los pechos con cariño, pero la coartada para marcharse en breve había sido que tenía que ir a trabajar y tuvo que comenzar a mover su trasero para que la polla que tenía en su interior comenzase a estimularse.

Viendo que si no se daba prisa su invitada tendría que marcharse dejándolo con una calentura fuera de lo común, el chico comenzó a embestir con fuerza, provocando los gemidos de la mujer, que se deshacía de placer del mismo modo que el penetrador.

Como era de esperar, el muchacho no tardó en llegar al orgasmo y soltar un buen chorro de esperma en el interior de la mujer. Fabiola, para que su amante no se sintiera mal por no llevarla al orgasmo, gimió enérgicamente cuando notó como la caliente esencia de su penetrador llenaba su cálida vagina.

Ernesto permaneció unos segundos con su pecho sobre la espalda de la mujer, acariciando los colgantes senos de esta, mientras la besaba suavemente la espalda, y se iba retirando hasta que finalmente sacó su verga del sexo que se había llevado su virginidad y se tumbaba en la cama para observar como la mujer se giraba para mirarlo con gesto risueño.

- Has aguantado muy bien para ser tu primera vez ¿no me habrás engañado y ya has hecho esto antes?- preguntó Fabiola mientras se inclinaba para lamer la flácida polla del chico y dejarla libre de restos de semen y fluidos vaginales.

- De verdad que no ¡ha sido increíble!- confesó el chico extasiado de placer, pero de repente su cara cambió- ¡No hemos usado condón!

- No te preocupes, tomo la píldora- confesó la mujer sonriendo al ver el rostro de alivio del muchacho.

Una vez hubo limpiado la polla de su amante, Fabiola se levantó de la cama y se vistió con sus ropas, con todo salvo con sus braguitas, que aún estaban empapadas por la saliva de Ernesto. El chico, por su parte, se quedó tumbado en la cama observando como la mujer que tanto placer le había dado por primera vez cubría su delicioso cuerpo desnudo.

- Va a ser excitante ir a la reunión sin braguitas, espero que nadie se dé cuanta- comentó la mujer guiñando un ojo al muchacho.

- ¿Podremos repetir esto?- preguntó el chico, haciendo que Fabiola se pusiera pensativa.

- No lo sé, es mejor que te busques una novia, yo estoy casada y esto podría ser muy arriesgado para mí- dijo la mujer- pero de todos modos, si se me vuelve a presentar una ocasión como esta, en la que no haya riesgo a que nos pillen, no dudes que la aprovecharé- dijo acercándose al muchacho para darle un beso en los labios- si tu quieres, claro.

El muchacho tan solo asintió con la cabeza mientras observaba como la mujer salía de la habitación, moviendo las caderas, ansiosa de llegar a casa, para darse una ducha y provocar a su marido para que la proporcionase el orgasmo que tras aquella sesión de sexo había quedado a medias.

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