Quien se mete a hacer negocios lo hace para ganar dinero. Los empresarios ponen un capital y no se les puede exigir altruismo, aunque en ocasiones sea rentable ya que obtienen beneficios tributarios. Lo que el Estado debe regular es que las ganancias sean las justas.

Respecto al Estado, su obligación es proveer los servicios básicos a la comunidad y, en lo demás, dejar que el sector privado intervenga, existiendo un terreno común en el que se privilegian las alianzas como las concesiones para construir carreteras, por ejemplo.

El éxito de la gestión gubernamental es conseguir ese equilibrio entre el Estado y el capital privado. No es deseable entregarle todo a la iniciativa privada como lo entiende la derecha que impulsa el neoliberalismo, ni tampoco crear un Estado gigante que todo lo cope, como en los regímenes socialistas.

Ojalá Petro siga los pasos de Lucho Garzón donde lo social fue prioritario pero sin restarle a la iniciativa privada, y deje a un lado su atolondramiento de querer cerrar la brecha social con radicalismos que muchas veces son irrealizables por virtud de la ley.

Alcalde, ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre.