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!Bogotá está carísima!

El eslogan de '2.600 metros más cerca de las estrellas' parece ahora más cierto que nunca. Pocas metrópolis igualan el salto que ha dado en el 'ranking' de las ciudades más caras del mundo.

Un apartamento de 2 millones de dólares, un Ferrari de 500.000 dólares y una cena para dos personas de 200 dólares. Esta no es la lista de precios de Nueva York, París o Londres. No. Son precios hoy cada vez menos extraños en Bogotá y que tienen a la gente preguntándose a qué hora la ciudad dio el salto al primer mundo.

Por lo menos en lo que a costo de vida se refiere. Hace poco se conoció el ranking de ciudades más caras y Bogotá apareció en el puesto 53. Eso quiere decir que vivir acá cuesta más que en capitales latinoamericanas como Santiago, Buenos Aires o Ciudad de México. Y también, quien lo creyera, está por encima de metrópolis como Ámsterdam, Toronto, Madrid, Bangkok, Luxemburgo o Dubai, una de las ciudades más glamurosas del planeta. Pero eso no es lo que más llama la atención. Lo más significativo es que ninguna otra ciudad del mundo -con excepción de Río, Sao Paulo y Caracas- ha escalado tantos puestos en esta clasificación. El encarecimiento ha sido tan vertiginoso que en 2002 Bogotá no aparecía en el radar de las capitales del mundo y en solo diez años saltó 161 puestos en la lista de 214 ciudades que figuran en el estudio de la consultora Mercer. Ese cambio extremo no necesariamente es una noticia buena. En los últimos meses todo el mundo vive aterrado del costo de vivir en Bogotá.

SEMANA hizo un exhaustivo recorrido y encontró datos sorprendentes. Un reconocido artista del país acaba de vender su apartamento en Peñas Blancas, el lujoso edificio blanco sobre la circunvalar, por el triple del valor que lo había comprado hace menos de cuatro años: la friolera de 4 millones de dólares. En ese edificio, y otro en Santa Bárbara, vendieron el metro cuadrado en obra gris hasta en 11 millones de pesos. Con los acabados, según el gusto y el bolsillo del cliente, el metro cuadrado podía llegar a costar 14 o 16 millones de pesos. Eso es lo que se paga por metro cuadrado en un buen sitio en Nueva York. Y el fenómeno no se está dando solo en los lugares más sofisticados y glamurosos como La Cabrera, Santa Ana o Santa Bárbara Oriental. En barrios como Rosales o Chicó un apartamento puede costar 2.000 millones de pesos o más. En Ciudad Salitre, se encuentran apartamentos de 1.000 millones de pesos. Y en Chapinero central, cerca de la otrora popular Avenida Caracas, ya hay proyectos en venta a 6 millones de pesos el metro cuadrado.

Los arriendos no se quedan atrás. Una reconocida empresa multinacional está pagando 28 millones de pesos por el penthouse que ocupa su presidente en Santa Ana. El negocio se ha vuelto tan atractivo que hay quienes deciden arrendar su propio apartamento e irse a pagar renta en uno más barato. Como ocurrió con un profesional exitoso que puso en arriendo su apartamento de 80 metros cuadrados en el parque El Virrey. Con tan buena suerte que dos multinacionales mineras se lo pelearon para uno de sus ejecutivos y gracias a la puja el monto de la renta subió de 6 a 8 millones de pesos.

En los establecimientos comerciales ocurre el mismo fenómeno. El precio del metro cuadrado en el Centro Andino vale oro en polvo: 75 millones de pesos. En Unicentro se vende por 50 millones. ¡El metro cuadrado! Y para completar, ahora, como hay tanta demanda, cuando se trata de arriendos les toca pagar una prima. En un establecimiento de la Zona T se cobró una prima de 1 millón de dólares y en la plazoleta de comidas de Unicentro, por un local de 26 metros cuadrados están pidiendo una prima de 450 millones. Y ese alto costo del suelo es en parte responsable de que se disparen los precios de otros bienes y servicios en Bogotá. Es el caso de los restaurantes.

Muchos clientes sienten cuando van a la Zona T o G de Bogotá que les están cobrando como si estuvieran en un restaurante europeo.

Una cena para dos personas con entrada, postre y vino puede costar 200 dólares o más. "Los restaurantes de Bogotá son tan caros como los de Nueva York", dijo a SEMANA un banquero que trabaja hoy en Hong Kong. Sin duda, las inversiones en este campo son también cada día más exigentes. El montaje de un nuevo restaurante que abrió en el Parque de la 93 costó 2.000 millones de pesos.

Por supuesto esa no es la norma. Iván Bohórquez, presidente de la Asociación Colombiana de Restaurantes (Acodres) dice que este es un sector muy democrático porque en Bogotá hay oferta para todos los bolsillos. "Aquí se come muy bien y barato pero también muy bien y caro. Todo depende del sitio y del servicio porque no hay que olvidar que comer se volvió toda una experiencia, y eso vale".

Para acabar de ajustar, ciertos servicios que en otras capitales del mundo se dan por garantizados o son subsidiados por el Estado en Bogotá hay que añadirlos, con tarifa plena, al costo de la canasta familiar. Como por ejemplo, la educación de los niños, el transporte y además se paga el agua más cara del continente.

La situación está tan complicada que el director de un prestigioso centro cultural bilingüe que aterrizó hace pocos meses en la ciudad se queja:
"Con los precios de Bogotá estoy muy por debajo de la calidad de vida de mi cargo".

El factor sorpresa

Pero ¿en qué momento y por qué la ciudad dio ese salto? ¿Cómo ocurrió que de la noche a la mañana Bogotá se acostó como una ciudad latinoamericana más y se despierta ahora con ínfulas de Nueva York?
En realidad se trata de una muy interesante combinación de factores. La razón de más peso es la llegada en masa de inversionistas y trabajadores extranjeros. El año pasado, por ejemplo, entraron al país 320.000 extranjeros con visa de trabajo. Y en particular, cientos de ejecutivos de la industria del petróleo y la minería con alto poder adquisitivo que pueden darse el lujo de pagar costosos arriendos. De hecho, el año pasado se registró récord de inversión extranjera en el país (13.200 millones de dólares) y más de 5.000 millones se dirigieron a minas y petróleo.

A la llegada de ejecutivos de alta gama también se le sumó la migración de venezolanos con tarjetas de crédito abultadas. Aunque el éxodo tuvo un primer quiebre en 2005, cuando comenzaron a llegar expertos del petróleo despedidos por Chávez, el momento cumbre fue 2011 cuando se les entregaron cédulas de extranjería, en promedio cada semana, a 230 venezolanos. El impacto se sintió muy pronto en el comercio. "No le tienen miedo a gastar. Gastan relajados, disfrutan a diferencia de los estratos 5 y 6 de Bogotá, que son bastante más conservadores y todavía prefieren comprar en el exterior", le explicó a SEMANA un hombre de negocios que acaba de traer a Colombia una marca de lujo.
A esos fenómenos sociales se les suman unas particulares circunstancias macroeconómicas como el crecimiento del país que jalona la inversión extranjera y la revaluación del peso que encarece los precios.

También tiene que ver el aumento del poder adquisitivo de los bogotanos. Mientras en 2004 el 31 por ciento de los bogotanos se consideraba pobre, en 2012 solo el 17 por ciento se considera así, según la última encuesta de Ipsos Napoleón Franco para 'Bogotá como vamos'. Y de paso, el PIB per cápita de los capitalinos se ha duplicado en los últimos años y hoy ronda los 10.500 dólares, más que el ingreso per cápita del país que está en 7.000 dólares.

Eso hace, entre otras cosas, que la gente esté dispuesta a pagar lo que le pidan o a comprar lo que antes no necesitaba. Y no se trata de una simple curiosidad sino de todo un fenómeno. La semana pasada, un blog especializado en el comercio de élite publicó un artículo titulado:
'Bogotá es el mercado de lujo de más rápido crecimiento en América Latina'. Las marcas más exquisitas del mundo que antes llegaban gota a gota -si llegaban- ahora se agolpan para entrar en el mercado. Ese mercado de lujo empuja también, de cierta manera, el precio de otros productos populares.

SEMANA pudo comprobar, por ejemplo, que en un supermercado del barrio La Cabrera pagan cuatro veces más por un kilo de arándanos que lo que cuesta en una central de abastos satélite. O que a una botella de whisky, en un bar de moda, le ganan copa a copa hasta el 400 por ciento.

"Bogotá cada día más es más aspiracional en absolutamente todos los sentidos. El estrato 3 está creciendo a mayor velocidad y quiere llegar al 4 y este al 5. Estamos entrando en un 'boom' de marcas extranjeras, las que están llegando más las que vienen porque esto apenas empieza, y nadie se quiere quedar atrás", explica María Isabel Herrera, conocedora del mercado de lujo de Bogotá desde hace más de diez años.



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