No puedo estar más de acuerdo. Lo que se firme en La Habana (y esperemos que se logre) es apenas el comienzo del camino. En otras palabras, es la inauguración de una oportunidad para construir la paz que, como lo dice con lucidez, debe empezar por cambiar el modelo económico de la inequidad.

La tesis de hacer más ricos a los ricos para que luego, creen más puestos de empleo ha fracasado a lo largo de América Latina, sin hablar de Estados Unidos que con Bush, alcanzó su máxima expresión, de ganancias exorbitantes de los más ricos en desmedro de los más pobres sin que esto se tradujera en menos desempleo.

Infortunadamente en Colombia el desastre fue mayúsculo, acentuado durante el pasado gobierno, con ganancias escandalosas para el capital financiero mientras el capital productivo se quedaba rezagado. Que el sector financiero hubiese obtenido más de doce billones de pesos en ganancias el año pasado, simplemente por su labor de intermediación, mientras la mitad de los colombianos se debaten en la pobreza, debe ser materia de reflexión hacia el futuro.

Todos deben ganar, pero ni unos pocos tanto, ni los muchos tan poco. Hacia allí hay que apostarle, a que cada quien gane lo justo. De lo contrario, se habrá firmado una paz de escritorio y la guerra continuará con otros actores porque no hay peor detonante de las crisis sociales que la desigualdad. Ojalá no sólo lo entiendan en La Habana, sino también los gobernantes y el pueblo colombiano.

La paz se construye con equidad. No hay otra manera.