Tiene razón el presidente. Veamos por qué.

Me llamó la atención el discurso de la guerrilla en Oslo sobre la restitución de tierras. Tratando de buscarle la comba al palo, dijeron que devolver tierras a los campesinos despojados era lo peor que podía pasar ya que se buscaba era despojarlos nuevamente de ellas.

El argumento es propio de un sofista, es decir, de un embaucador. Para ello habló del papel de los bancos en el proceso. Al hacerlos dueños de la tierra los campesinos tienen la oportunidad de ir a los bancos, siendo éstos los que al final terminarán despojándolos para entregárselos a las trasnacionales, a los palmicultores, etc.

La réplica es sencilla. Si esto es así para que dar toda la vuelta. Si ya las tierras mal habidas están en manos de palmicultores, terratenientes, ganaderos, testaferros, para que quitárselas, entregarlas a los campesinos, esperar que se endeuden para luego quitárselas por segunda vez y dársela nuevamente a los delincuentes que hoy las tienen.

Lo obvio para el Gobierno es dejar las cosas como están y evitarse semejante embrollo. Esto quiere decir que el Gobierno va por buen camino, que la reforma agraria tantas veces anhelada desde la "Revolución en marcha· de Alfonso López Pumarejo, en los lejanos años 30 del siglo pasado, tantas veces intentada y tantas veces frustrada, puede comenzar a llevarse a cabo.

Y como dice el presidente, lo hizo el Estado y no la guerrilla que hasta este Gobierno era su principal reivindicación. Un golazo que aún no han podido asimilar y por ello se inventan teorías delirantes que no hacen sino confirmar que se están haciendo bien las cosas, con dificultades inmensas y palos atravesados en el camino, pero ya se comenzó a andar en la dirección correcta y eso es lo importante.