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Antiguo 16-10-2012 , 13:24:47   #37
ALBAFIKA DE PISCIS
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uan Vallejo Corona – Machete Murderer


Juan Vallejo Corona conocido como el ‘Machete Murderer’ nació en el año de 1934 en México y de joven migró a California, a la ciudad de Yuba City, donde se estableció. Se casó y formó una familia de cuatro hijas, y tiempo después se convirtió en contratista de mano de obra. Su labor era altamente apreciada entre los granjeros del lugar, a quienes proporcionaba mano de obra barata, generalmente mexicanos emigrantes que, como él, perseguían un mejor nivel de vida en Estados Unidos.

Pero el 19 de Mayo de 1971 un granjero japonés de la zona sale a pasear por sus huertos de durazno y nota que alguien ha excavado entre dos árboles un hoyo de dimensiones semejantes a los de una tumba. A pesar de que alrededor había cuadrillas de trabajadores contratadas por Juan Corona pizcando durazno, quedó intrigado por el hallazgo al grado de regresar a ver el agujero por la noche. Cuál sería su sorpresa al encontrar el hoyo relleno de tierra. Decide llamar a la Policía, que en un principio no sospecha nada extraño a excepción del hecho de que alguien pudo haber ido a enterrar basura en una propiedad ajena. Para sorpresa de todos, al excavar los oficiales se encontraron con el cadáver de un hombre blanco y delgado. En vida aquel sujeto se llamaba Kenneth Whiteacre. Kenneth abía sido apuñalado en el pecho, fuertemente golpeado en la cabeza y presentaba varias laceraciones profundas detrás del cráneo.

En sus ropas se pudo hallar un pasquín de pornografía gay, lo que hizo suponer que se trataba de un homosexual. A pesar de la horrible naturaleza del descubrimiento, para la Policía no había razón de alarmarse. Total, el movimiento gay en boga en San Francisco había agitado e irritado a mucha gente que bien pudo haber liquidado al hombre como una forma de represalia.

El escritor y reportero del crimen, Kidder, especuló que aquel homicidio pudo haber sido cometido por un par de hombres que habían salido a la caza de un encuentro sexual y hallaron un voluntario que por algún dinero accedería a sus peticiones. Pero luego lo mataron cuando se negaron a pagarle el billete prometido. Los peritos tomaron algunas impresiones de las huellas de una camioneta que estuvo en el sitio pero no se le dio la importancia debida al asunto y el cuerpo no fue estudiado con la minuciosidad requerida. Debía descartarse algún tipo de asalto sexual, aunque eso si, se determinó que las heridas de la cabeza habían sido practicadas cuando el hombre ya había fallecido. Después del rapidísimo examen forense el cadáver fue entregado a los funerarios. Los detectives concluyeron que pudo haber sido el resultado de una pelea, un mero suceso al azar.

Sin embargo unos cuantos días después se halló otro cuerpo en las huertas de durazno de la zona. El 24 de Mayo, mientras operaban un tractor en un rancho vecino, los trabajadores tuvieron que parar al encontrar partes de la tierra colapsadas. De nuevo fue llamada la Policía y encontraron el cuerpo de Charles Fleming, otro vagabundo del lugar. Esta vez las autoridades actuaron con mayor cautela y la búsqueda de más cuerpos se intensificó sin encontrar nada, hasta que un oficial descubrió un pequeño camino entre la vegetación, el cual los condujo a una enorme tumba colectiva.

A lo largo de la rivera encontraron la tierra sospechosamente revuelta. Cuando comenzaron a remover el suelo con las palas encontraron las piezas claves del caso. Unas notas del mercado de la ciudad a nombre de un tal Juan V. Corona, despachadas hacia pocos días. Al excavar encontraron otro cadáver, un hombre con las mismas heridas de muerte, golpes en la cabeza y laceraciones producidas por lo que parecía ser un machete. El sujeto enterrado era un granjero indigente. Siguieron apareciendo cuerpos uno tras otro en diferentes grados de descomposición, de tal modo que se pudo establecer hasta la cronología de las muertes.

Algunos de ellos difícilmente podían mantenerse completos. Tuvieron que ser colocados dentro de bolsas de plástico para su posterior identificación. Indudablemente era esta fosa colectiva el producto de un solo criminal, puesto que todos los cuerpos presentaban signos de un mismo ritual de muerte. Una especie de firma, según lo llaman los especialistas. De vez en cuando ocurren actos violentos en una comunidad, pero los oficiales a cargo jamás habían presenciado un entierro colectivo como este. Las victimas aparecían con evidentes signos de asalto sexual, con los calzones a los tobillos y los genitales expuestos. La mayoría habían sido trabajadores emigrantes y/o vagabundos, asesinados con arma punzocortante y golpes a la cabeza. Algunos habían incluso recibido un tiro. A pesar de la evidencia contra Juan Corona, el sheriff Roy Whiteaker hizo énfasis en el cuidado que debían guardar sus subalternos en la recuperación de cuerpos. Las recetas halladas eran buenas, pero para dar un paso definitivo se debía encontrar algo más. Entonces el objetivo se fijó en enterarse por terceros que hubieran conocido a las víctimas y poder ligar definitivamente al contratista con las muertes.
A estas alturas de la conmoción el sheriff Whiteaker ya conocía algunos detalles muy oscuros acerca del contratista mexicano Juan Vallejo Corona.

Para principio de cuentas circulaban rumores acerca de Corona y algunos ‘asuntos’ suyos con hombres homosexuales. Luego estaba el hecho de que había sido diagnosticado de esquizofrenia (1956) y conforme a los usos médicos de entonces fue sometido a terapia de electrochoques. También se conocía a la perfección un macabro episodio que involucraba a su hermano Natividad Corona, ese sí un conocido y violento gay que operaba el café ‘Guadalajara’ en el poblado de Marysville. En dicho episodio apareció en el baño del lugar un joven sangrando de la cabeza, pues con un machete le habían volado parte del cuero cabelludo. El sujeto fue auxiliado por otros comensales y el homosexual Natividad Corona huyó del país hacia México. La víctima demandó por $250,000 dólares, pero el proceso nunca fructificó ante la ausencia del demandado. La existencia de este lío entre homosexuales daba mucho en que pensar acerca del señor Juan Corona.

En una época en que todavía no explotaba el uso de compleja tecnología forense, la única manera de construir el caso contra Juan Corona fue mediante evidencia circunstancial. Los fiscales sabían que las notas del mercado podían ser rebatidas durante el juicio así es que mediante los testimonios de muchas fuentes podían armar un mosaico que sustituyera la evidencia que, en otros casos, es concluyente y liga al asesino con las víctimas.

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