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Denunciante Dorado
 |  (Video chapinero gay)Chapinero tiene su piqueteadero gay: se llama 'Distrito Gayina'
Calificación: de
5,00
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Aunque se quemó hace un año, sus dueños siguieron adelante. El consomé es 'campeón'.
La bola de candela parecía apocalíptica. Cubrió la salida del estrecho local.
La imagen no podía ser más dantesca: los clientes con sus tazas de caldo en la mano. Los dueños, rodeados por las llamas.
Era viernes primero de octubre del 2011 y Distrito Gayina, el único piqueteadero gay de Bogotá, estrenaba parrilla. Sin embargo, cuando Foath Saleh, uno de los socios, fue a prenderla, estalló a escasos centímetros de su humanidad. "El local estaba a reventar porque era viernes. Fue terrible", relata Foath, como si aún estuviera escapando de la llamarada y llorando en el andén de al frente por la tragedia vivida, un percance que Juliana Barrera, socia fundadora del restaurante, recuerda con un tatuaje en su muñeca izquierda.
"Son llamas y la fecha en que sucedió todo (primero de octubre). Lo más bonito es que este mismo tatuaje lo tiene mi amigo Foath en el tobillo", dice Juliana, de 27 años y con un pasado de contrastes.
Estuvo 10 años en las cocinas del Gun Club, uno de los más elegantes de la ciudad, dándoles vida a sopas francesas, patos a la naranja y filets mignon, para vivir hoy entre consomés y presas de gallina.
Viernes de 'Gayina'
'Políticamente dudoso, moralmente incorrecto', se lee en el aviso que identifica al piqueteadero. Además, una simpática gallina posa encima de una botella de pola.
Hace 5 minutos el lugar subió la reja y ya las 12 bancas de madera están ocupadas. La parrilla está que se revienta. Hay tres plátanos casi en su punto, un 'ejército' de 13 rellenas y varias porciones de bofe, que se asan al son que les toca con un trinche Saleh, quien estudió gastronomía en Jerusalén (Israel).
Y es que en Distrito Gayina, estas delicias criollas son preparadas al estilo gourmet, es decir, sin una gota de aceite. Tal vez, esa ha sido la clave de que los viernes y sábados no le quepa ni una aguja.
De hecho, son en esas jornadas en que una fila de rumberos se ven 'parqueados' al frente o sentados en un andén con su tacita de caldo entre las piernas, una preparación para todos los bolsillos: cuesta 2.000 pesos.
El día en que Juliana fue a registrar el local a la Cámara de Comercio se encontró con que la mayoría de sitios de venta de gallina se llamaban o 'el Mundo' o 'el Palacio'.
"Quería que el sitio de nosotros fuera distinto. Después de que le pusimos Gayina, nos reímos porque no habíamos caído en la cuenta de que estábamos en plena zona gay", aclara Juliana, quien calcula que el 70 por ciento de sus clientes pertenecen a la comunidad LGBTI.
FABIÁN FORERO BARÓN
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