Los gobernantes (con excepciones, claro está) tienen una máxima: mantener unido al pueblo buscándose un enemigo externo. Todo la nación se unifica en torno al líder y los problemas domésticos pasan a un segundo plano.

Chávez y los Castro son un buen ejemplo. El enemigo es el imperialismo y en el día día, unas veces sí y otras también, los acusan de todos los males que padecen, muchos de los cuales se deben a su propia ineptitud.

Y al revés, por supuesto, para Estados Unidos es todo aquel que piensa diferente. En la "guerra fría" era el comunismo, luego Reagan lo reemplazó por el narcotráfico y a partir de 2001, Bush hijo declaró que era el terrorismo encabezado por Al Qaeda

Uribe, en nuestro caso, convirtió en demonio a Chávez (y en eso le ayudaron las Farc) y lanzó una cruzada de guerra contra el terrorismo, convirtiéndolo en razón de ser de su Gobierno mientras el país se desbarataba entre la eineptitud y la corrupción. Y si hablamos de Daniel Ortega, el demonio se llama Colombia, y lo ha sido por décadas.

Corea del Norte no podía ser la excepción. Belcebú es el imperialismo norteamericano y alrededor de él ha edificado una religión de dioses (sus líderes) enfrentados a la oscuridad, un inmenso territorio donde caben todos, excepto China.

La lista es interminable. Cualquier región del mundo puede escogerse y se le verá poblada de demonios de todas especies, colores y sabores, y claro de iluminados, adalides del pueblo, perseguidos por esta marea de seres maléficos.

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