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ALBAFIKA DE PISCIS
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PixelSHERLOCK Finished Respuesta: Asesinos en serie megapost


Todd Stoops (arriba), otro amigo de Berdella, fue su cuarta víctima. Por su fortaleza física Todd resistió varias semanas, en las cuales Berdella lo violó repetidas veces, le inyectó Drano en los ojos y en la garganta y hasta le metió el puño en el ano, desgarrándoselo y causándole abundante sangrado…
Todd Stoops, pese a su amistad con Berdella, fue a la Policía y les contó a los agentes que, algunos de los hombres que se habían reportado como desaparecidos, habían pasado con el dueño del Bazar Bizarro de Bob. Por el momento la Policía no hizo nada, en parte porque quedaba claro que Todd simplemente tenía sospechas y no estaba seguro de que Bob fuera un asesino.

Lo racional hubiese sido que Todd, sospechando de su amigo Berdella, no pusiera un solo pie en casa de éste, pero quizás por la autoconfianza que le daba ser un hombre físicamente fuerte, o quizás simplemente por falta de agudeza, Todd visitó a Berdella, quien echó al suelo toda la fuerza de Todd con una de sus inyecciones somníferas.

Ahora que Todd estaba bien atado, Berdella sí que podía entretenerse libremente y esta vez no arruinaría todo con experimentos arriesgados. Empezó así con el estilo clásico, desnudándolo y violándolo, culminando las violaciones no ya con un pepino (como con su primera víctima) sino con su propio puño, el cual introdujo con brutalidad por el ano de Todd, desgarrándoselo de una forma tan salvaje que la sangre brotó a borbotones…

Y mientras Todd gritaba Berdella le inyectaba Drano en los ojos y en las cuerdas vocales, y lo filmaba y fotografiaba, reduciendo así sus gritos y lamentos a meros contenidos de su macabra colección audiovisual.

Ninguna víctima resistió más que Todd, ninguna víctima sufrió más que Todd. Fueron semanas, varias semanas infernales en que la fiebre lo acompañó mientras las torturas y las violaciones fueron su pan de cada día hasta que a comienzos de julio de 1986 la luz de la muerte lo salvó de una vida que no podía ofrecerle más que oscuridad. Ya muerto, Todd fue cortado en pedazos y entregado al basurero.

La quinta víctima de Bob fue el prostituto gay Larry Pearson (arriba), quien primero intentó disfrutar de las torturas (cosa que a Bob le gustó mucho); pero al final, cuando se cansó e intentó rebelarse, causó la ira de Bob, quien estando fuera de sí lo asesinó con una larga lluvia de puñetazos…
Después de Todd, Berdella decidió variar el menú y ya no eligió a otro amigo sino a un joven prostituto: Larry Pearson, a quien Berdella convenció para que fuera a su casa, donde lo drogó, lo ató, lo violó y torturó. Al inicio Pearson, un tanto acostumbrado al masoquismo por su profesión, intentó ahorrarse sufrimiento y disfrutar (era homosexual) en lo posible de las sádicas excentricidades de Berdella, quien estaba feliz de que Pearson encontrase algo de placer en medio del tormento. Pero el dolor predominaba por mucho sobre el placer y, al cabo de seis semanas, Pearson no aguantó más e intentó revelarse. Furioso, Berdella le dio puñetazos sin parar, hasta matarlo. Posteriormente cortó el cuerpo y dejó que el camión de la basura se encargara, aunque esta vez guardó la cabeza de la víctima en el congelador, tras lo cual desenterró la cabeza de Sheldon y puso la de Pearson en su lugar, guardando a la cabeza de Sheldon en su closet.
Escapando del terror

La última víctima de Berdella no fue ni un prostituto ni un amigo de Berdella: fue Chris Bryson, un chico al cual, tras invitar a una fiesta, Berdella subió en su coche, bebió cervezas con él y finalmente lo llevó a su casa.

Al ingresar en casa de Berdella, Bryson vio desperdicios y deshechos por doquier. Sintió entonces como un olor nauseabundo penetraba en sus fosas nasales. Era un olor a excremento y a orina de perro, y a algo más…

Tratando de relajar al muchacho, Berdella comenzó a hablarle de que había estudiado Arte y lo llevó al segundo piso para supuestamente mostrarle su colección de piezas artísticas. No bien hubo subido Bryson cuando Berdella le dio un golpe brutal en la cabeza y, sin darle tiempo de reaccionar, le clavó una inyección somnífera.

Chris Bryson (arriba) fue la última víctima de Berdella. Su caso fue especial porque él, gracias a su inteligente actitud de docilidad, consiguió que Berdella le ate las manos por delante y no a los barrotes de la cama, gracias a lo cual, cuando Berdella se fue, Chris pudo desatarse y saltar (esto lo lesionó) por una ventana del segundo piso para finalmente acudir a un vecino y llamar a la Policía.
Cuando Bryson despertó vio que estaba desnudo y fuertemente atado a los barrotes de una cama. Junto a él estaba Berdella con una sonrisa diabólica y un objeto que bien podría simbolizar el rol que le tocaría vivir: un collar de perro…

Una vez puesto el collar en el cuello de Bryson, Berdella le metió un trapo en la boca y fue por sus implementos de director de cine y fotógrafo. Consternado y aterrado, Bryson vio a Berdella colocando la filmadora en la posición adecuada, tras lo cual se volvió hacia él mientras el frío ojito de vidrio seguía mirándolos a ambos, registrando cada acción de la escena…

Durante toda la larga noche Berdella torturó, violó y golpeó a Bryson, levantándose de cuando en cuando para tomar fotos con su cámara Polaroid, cambiar la posición de la filmadora y, sobre todo, anotar en su diario cada cosa de la que Bryson era víctima.

Según se sabe, al comienzo Bryson gritaba como loco, pero Berdella le inyectó Drano en la garganta y lo amenazó con que perdería la voz si seguía gritando.

Ya en la mañana el torturador abrió la puerta y le aplicó alcohol en los ojos, se sentó encima de él y después tomó una barra metálica y empezó a golpearlo en las manos y en las rodillas. No contento con eso, fue por sus pinzas eléctricas y se las colocó en el muslo derecho y en el escroto, aplicándole una tras otra descarga mientras lo fotografiaba con la Polaroid, riéndose…

Para prevenir actitudes rebeldes, Berdella le mostró las fotos de las otras víctimas, fotos en las que aparecían hombres torturados, destrozados, sometidos a horrores que hacían deseable la muerte. Le dijo que si cooperaba le perdonaría la vida, por lo que debía mostrar la actitud propia de un esclavo sexual.

Bryson no podía saber si Berdella decía o no la verdad, pero era claro que si no cooperaba la muerte sería prácticamente segura y el sufrimiento mucho mayor, de modo que intentó seguir el consejo de Berdella durante cuatro días sembrados de torturas y violaciones.

Afortunadamente sus esperanzas no fueron frustradas y, tras esos cuatro días, Berdella le desató las manos de los barrotes de la cama y se las ató por encima, le dio un cigarrillo y, antes de salir de la habitación, le dejó el control remoto entre las rodillas y la televisión encendida.

Pasados unos minutos, el problema era que Bryson no sabía si Berdella se había ido o no de casa, por lo que bajó el volumen del televisor para intentar responder a su pregunta. Al parecer Berdella sí se había marchado, de modo que Bryson tenía la oportunidad de intentar un escape.

Con cierta habilidad Bryson consiguió zafarse y, con las cuerdas colgando, miró a la ventana y se percató de que la única forma segura de escape era romper el vidrio de la ventana y saltar a la calle desde el segundo piso en que se encontraba. Entonces reunió valor, saltó y se lesionó un pie al caer.

El dolor de la caída era muy grande pero Berdella podía aparecer en cualquier momento. Consciente de eso, Bryson ignoró su dolor y corrió hacia la casa más cercana. Para suerte suya el dueño de casa estaba presente y, aunque no le permitió entrar porque estaba desnudo, sí le hizo el favor de llamar a la Policía.

Los policías llegaron con rapidez a la escena y le colocaron una manta a Bryson, quien yacía desnudo sobre el porche del vecino, con un collar de perro en el cuello, con los ojos rojos e hinchados y con marcas en las muñecas, los tobillos y otras partes.

Tras oír la terrible historia de Bryson, los agentes no sabían si decía la verdad o si simplemente se trataba de una pelea entre dos amantes homosexuales. Por ello resolvieron esperar a que Berdella volviese para interrogarlo.

Al aparecer Berdella, la Policía lo arrestó por sospechoso de asalto sexual y le pidió que firmara una autorización de ingreso a su domicilio.

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