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Antiguo 08-10-2012 , 11:43:08   #2
armando2007
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Predeterminado Respuesta: "Fuimos voceros de Mancuso"

C.O.T.- Varias versiones se han dado sobre los aportes de Mancuso, a través de ustedes, a las campañas del expresidente Uribe. Según usted, ¿cuáles fueron?

M.d.la E.- Cuenta Salvatore Mancuso, y a mí me consta, que él entregó cerca de 60 mil camisetas para la campaña Uribe Presidente en 2002. Esas camisetas se repartieron en todo el departamento. Si su costo por paquete, cuyo contenido era de 600 unidades, es hoy de cerca de $2’400.000, es decir, de $4.000 por cada camiseta, significa que el valor de 60 mil es de $240 millones actuales. Ese es un aporte concreto que Mancuso le hizo a la campaña. Lo mismo sucedió con el transporte.

C.O.T.- ¿Cómo y cuánto habría aportado el exjefe paramilitar en transporte?

M.d.la E.- Había un empresario al que le decían “Paso lento”, porque llegaba tarde a todas partes. Él siempre hacía trabajos para las autodefensas y en 2002 organizó, con sus camiones, la movilización de los votantes desde la zona rural hasta los centros de votación. Obviamente, eso tiene un valor económico. Además, él consiguió que en su gremio le aportaran buses y votos.

C.O.T.- ¿Uribe supo de esos aportes?

M.d.la E.- Debió saberlo, pero no me consta.

C.O.T.- ¿Quién en la campaña le recibió esa ayuda a Mancuso?

M.d.la E.- El gerente de campaña en Córdoba, José María Maroso. Tampoco sé si él estaba enterado de la identidad del aportante.

C.O.T.- ¿Es cierto que en 2006 las Auc promovieron una “mesa de dinero” para aportarle a la campaña de reelección y que tuvieron trato con dirigentes ganaderos y con el ministro del Interior para esos efectos?

M.d.la E.- Se ha hablado de eso, pero tampoco me consta.



“Entendimos que nos había abandonado”

Cecilia Orozco.- Durante su encarcelamiento ¿el presidente Uribe, a quien usted apoyó en campaña y en el gobierno, hizo algún gesto de solidaridad?

Miguel De la Espriella. – No, nunca envió una palabra de apoyo.

C.O.- ¿No cree que era una actitud que debía asumir el presidente por ser el mandatario.

M.D.la E.- Los detenidos entendimos que el gobierno nos había abandonado.

C.O.- ¿Por qué? Una cosa es el apoyo político y otra, los vínculos delictivos.

M.D.la E.- Todos los que terminamos en la cárcel estábamos allí porque teníamos vínculos con las autodefensas. Pero ellas nos apoyaron a nosotros y también al doctor Uribe. Sentíamos, y creo que con razón, que la situación no fue justa.

C.O.T.- De los congresistas que estuvieron con usted en prisión ¿cuántos habían apoyado al presidente en campaña?

M.D.la E.- Éramos unos 35 en total de los cuales alrededor de 30 habíamos sido cercanos al gobierno desde la campaña.

Del reflector al ostracismo

Miguel De la Espriella pertenece a una familia de caciques políticos tradicionales de Córdoba donde han ejercido dominio del poder hace más de 50 años. Está emparentado con otros clanes partidistas que detentan otra porción de cargos de elección popular.

De la Espriella fue representante y senador, primero por el partido Liberal y después, por movimientos que apoyaron a Álvaro Uribe desde cuando este inició su primera campaña presidencial en 2001.

Como muchos otros congresistas, De la Espriella fue investigado y condenado a 7 años y medio de prisión por sus relaciones con el paramilitarismo. Sin embargo se le concedió el beneficio de rebaja de la mitad de la sentencia por colaboración con la Justicia cuando reveló varios de los mayores secretos de los pactos celebrados entre los grupos armados ilegales y los políticos locales y regionales.

Por sus confesiones se conoció el denominado Pacto de Ralito, de donde se desprenden muchos de los procesos penales contra parlamentarios de todas las colectividades. De la Espriella recuperó la libertad después de dos años de cárcel pero jamás podrá volver a ser elegido porque en su contra pesa una sanción de por vida. Hoy reside en Córdoba donde ejerce, para clientes particulares, su profesión de abogado, y trata de mantenerse al margen de la vida pública porque aún sufre de amenazas en su contra.


Fuente El Espectador

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