María Elvira Samper, con su lucidez de siempre, pone los puntos sobre la íes a raíz de la propuesta del presidente de Millonarios de devolver dos de las estrellas ganadas por estar contaminadas con los dineros del narcotráfico.

Un tema para reflexionar así no se lleva a cabo. Un llamado de atención en momento en el que el país quiere enderezar el rumbo, quiere mostrar que hay otros caminos posibles a la guerra interminable que padecemos desde hace 60 años y un comienzo es limpiar la casa por dentro.

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El dedo en la llaga Por: María Elvira Samper Reconocer que el fútbol tiene un pasado oscuro, un pasado manchado por el narcotráfico, que es lo que supone la propuesta —aún en discusión— de devolver las dos estrellas que ganó Millonarios, cuando tras bambalinas El Mexicano era su mayor accionista, es un gesto simbólico de contenido ético, una señal del compromiso con la transparencia, una forma de hacer memoria de un pasado nefasto para que no se repita. Para que no olvidemos que bajo el amparo del sanguinario Rodríguez Gacha el equipo conquistó el campeonato de 1987 luego de 10 años de fracasos y que un año después alcanzó su estrella número 13. Para que no olvidemos que esos dos campeonatos se ganaron cuando la competencia en el fútbol no sólo era entre equipos, sino también entre sus dueños, los capos del narcotráfico, que compraban partidos, árbitros, técnicos y jugadores, que sobornaban y amenazaban a periodistas. Que asesinaban. Para que no olvidemos que por denunciar la infiltración de los dineros calientes en el fútbol fue asesinado el ministro Rodrigo Lara Bonilla. Para que no olvidemos, en fin, que si en los años 80 el fútbol colombiano vivió una época dorada, que si tuvo una racha de triunfos y los equipos nacionales llegaron cinco veces a la final de la Copa Libertadores, y en 1989 el Nacional se alzó con el título, no fue únicamente por obra y gracia de buenos técnicos y futbolistas, sino también por cuenta de los capos de la droga, que eran dueños o financiaban los principales equipos: los Rodríguez Orejuela del América; Pablo Escobar, de los equipos paisas, y Rodríguez Gacha de Millonarios. Por todas estas razones me parece digna la iniciativa que estudian las directivas de Millonarios, pero es poco probable que sea aprobada luego de las airadas reacciones de futbolistas, técnicos y directivos, y porque no hay antecedentes de este tipo ni existen mecanismos legales para hacerla efectiva. No importa, porque el resultado neto es positivo: fue un mea culpa, un gesto de reparación simbólica y una declaración del compromiso de sus nuevos dueños con la legalidad y, además, abrió un debate necesario sobre un pasado siniestro del cual no se conoce toda la verdad. Incluso diría que puede leerse entrelíneas un mensaje adicional, y es que el capítulo de las relaciones fútbol-narcotráfico aún está inconcluso. La Fiscalía investiga desde hace algunos años los dineros oscuros que aún circulan en el fútbol, y aunque tiene pruebas de que exjefes ‘paracos’ como Don Berna, Macaco y Jorge 40 metieron mano en algunos clubes, las investigaciones no avanzaron cuando estaban presos en Colombia, porque la prioridad era establecer la verdad sobre los delitos atroces que cometieron, no sus vínculos con el deporte. Sin embargo, hoy la justicia gringa los procesa por narcotráfico y lavado de dólares —escenario donde juega el fútbol—, y muy pronto tendrá en sus estrados a El Loco Barrera —capturado en Caracas y pedido en extradición—, a cuya organización la DEA sindica de haber lavado más de US$10.500 millones por medio de clubes de primera división, como el Santa Fe, y de algunos equipos de segunda división. Los dineros del narcotráfico no han sido erradicados por completo de las canchas y la polémica propuesta de Millonarios puso el dedo en esa llaga purulenta.

Fuente: El Espectador