Los regímenes autoritarios nunca han sido buenos economistas por una sencilla razón, gastan más de lo que producen, única manera de comprar el apoyo que los mantiene el poder. Se le llama compra de conciencias. Reparten subsidios a los pobres, le dan prebendas a los ricos, gastan a manos llenas en obras suntuarias, engordan los políticos, los jefes militares, los empresarios, sin producir riqueza.

Pero hay algo más grave en el caso de Chávez. Al igual que Gadafi que soñó con ser el líder de África, el venezolano lo quiso hacer con América Latina y en su empeño ha gastado sin tasa ni medida miles de millones de dólares en Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Cuba. Demasiado dinero incluso para un país petrolero, El resultado está a la vista. Un país empobrecido viviendo un espejismo de igualdad.

Pero la igualdad no se construye repartiendo subsidios sino creando riqueza, invirtiendo en educación, en ciencia y tecnología, en productividad, en crecimiento industrial, en fortalecimiento del agro, en apoyar la iniciativa privada, en atraer inversión, en creación de empleo, en aportar capital semilla para nuevas empresas, uniendo a la nación en busca de la prosperidad para todos.

Infortunadamente, los extremistas de derecha e izquierda son cortos de vista y escasos de mente y creen tener la verdad revelada. Son ineptos, irresponsables y violentos, y para justificar su torpeza dilapidan los dineros públicos hasta extremos inconcebibles. Chávez en un ejemplo, pero por ver la paja en el ojo ajeno no dejemos de ver la viga en el propio, que también por estos lados tuvimos un espécimen de esta ralea.