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TskTsk Emoticon Perú: Reveló en reality que era prostituta y el novio la mató Calificación: de 5,00

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La noticia fue el final trágico, y cuando se conoció, produjo horror: la joven peruana Ruth Thalía Sayas, tras revelar en un reality show que ejercía la prostitución, estuvo diez días desaparecida y, finalmente, su novio, Bryan Romero Leiva, confesó que la había drogado, violado, ahorcado y enterrado. Primero dijo haberlo hecho porque ella no quiso darle una parte del dinero que ganó en el programa. Después, agregó otro móvil: la humillación que sintió por la confesión de su novia ante la vasta audiencia que sigue el ciclo, “El valor de la verdad”. Ese fue el final. Pero ayer, en “Telenoche” (El Trece) vi el comienzo de esa tragedia y me hice unas cuantas preguntas.

Telenoche puso al aire la participación de Ruth en el reality. Con su novio (algunos dicen que ya no lo era, pero que simularon seguir en pareja para poder participar del show) y sus familiares presentes, Ruth era interrogada por el conductor, Beto Ortiz. La regla de oro del programa consiste en que para llevarse el premio (una suma de dinero), hay que decir la verdad. En ese marco, a pesar de la creciente incomodidad que le causaba el cuestionario, Ruth se mordía los labios, tragaba saliva, bajaba la mirada, se tapaba el rostro con las manos y… contestaba:

Beto Ortiz: ¿Estás con tu enamorado hasta que llegue alguien mejor?

Ruth Sayas: Sí.

B.O: ¿Realmente trabajas en un call center?

R.S: No.

B.O: ¿Podrías mantener tu vida actual sin recurrir a la mentira?

R.S: No.

B.O: ¿Trabajas en un night club?

R.S: Sí.

B.O: ¿Alguna vez has aceptado dinero a cambio de tener relaciones sexuales?

R.S: Sí.

Acto seguido, la tele generó esos climas de suspenso artificial que tan fácil le salen y dio el anuncio, con bombos y platillos: “La respuesta es…. (compás de espera para tensar la cuerda)… verdad”.

La confesión estaba hecha; la familia y el novio, demudados; Ruth, abochornada; el morbo de los espectadores exacerbado. La TV estaba en orden.

El segmento de “El valor de la verdad” que emitió Telenoche daba escalofríos: los rostros crispados de los familiares, el movimiento incesante de las piernas del novio, la mirada gacha de Ruth. Pero lo estábamos viendo después de conocido el final trágico. Me pregunto qué habríamos sentido si lo hubiéramos visto cuando salió al aire en Perú, en el mes de julio; cuando nadie podía imaginar que estaba presenciando la gestación de un crimen. ¿Cómo habríamos reaccionado entonces?

Me temo que, acostumbrados como nos tiene la TV a los reality shows que ofrecen tanto de show y tan poco de realidad y a tan espesos humos vendidos como verdades, probablemente, le habríamos echado una mirada más o menos morbosa, mientras servíamos la cena, revisábamos mails o mandábamos a los chicos a dormir. Sospecho que habríamos creído a medias lo que contaba Ruth, como casi todo en ese tipo de programas, y a otra cosa, a una película por cable o a dormir, porque hoy día, las miserias de cualquier tipo relatadas, a cambio de un premio, en la TV, no le quitan el sueño a nadie. Se diría que ciertos géneros televisivos nos han anestesiado. Y que la TV ya no sabe en qué pozo embarrarse para conseguir esa desgracia o ese escándalo o esa aberración que funcione como antídoto para el veneno del cinismo que ella misma nos supo inocular.

Y así andamos… Contaban ayer, en Telenoche, que después de la tragedia de Ruth, “la continuidad de ese reality show está cuestionada”. Leo ahora mismo en el diario peruano “Correo”, que Ernesto Pimentel, conductor de “Súper sábado”, “calificó de ‘ruleta rusa’ al programa ‘El valor de la verdad’ tras enterarse de la muerte de la primera concursante del espacio, Ruth Sayas”. Y sigo leyendo sus declaraciones: "Una vida no vale ni siquiera 50 puntos de rating. (…) Lamento que se tiña de sangre un espacio que es para entretener; lamento que se llame concurso a una ruleta rusa que tiene un disparo". "La televisión tiene que sanarse y hacer algo mejor", añadió Pimentel, y pidió "perdón en nombre de la televisión".

A mi modo de ver, sería descabellado decir que a Ruth la mató la tele. Conforme lo publicado en el diario español “El País”, en Perú, “según un dictamen de la comisión de la Mujer del Congreso, ocurren 11 feminicidios al mes, y de acuerdo con cifras de 2009-2010 del ministerio de la Mujer, en un 70% de los casos en que mujeres son víctimas de un agresor varón, mueren en manos de una pareja o ex pareja”. Está claro que el problema excede a la tele: la inmensa mayoría de esas víctimas no ha puesto un pie en reality show alguno. Y también es cierto que en “El valor de la verdad” concursaron otras personas sin que su participación les costara la vida.

Por su parte, el diario “La República” de Lima, informa que el Fiscal de la Nación, José Peláez Bardales, declaró que “serán las pesquisas del caso, las que determinarán si hay algún tipo de responsabilidad del programa ‘El valor de la verdad’ ", en la muerte de la joven Ruth Thalía Sayas”. Y agregó: "Me parece que sería una responsabilidad que no tendría una relación de causalidad”.

Desde el sentido común, no suena razonable imaginar que un programa de televisión, cuyos participantes son adultos que asisten por decisión propia, pueda ser penalmente culpable de la conducta de un inadaptado que droga, viola, mata y entierra a una mujer.

Pero lo que sí se debería plantearse la TV es su responsabilidad social en la emisión de contenidos. Si hay o no algún límite a la hora de buscar rating. ¿Cuál es el fondo de ese pozo al que baja a buscar miserias para exhibirlas como en un circo romano? Ese es un debate que la televisión no puede soslayar. Y no sólo la televisión, sino la sociedad toda, porque ese reality show peruano es un tanque de audiencia. Y, ¿saben qué? Después de conocida la muerte de Ruth, el sábado último, “El valor de la verdad” volvió a liderar el rating, con 16,7 puntos. Para pensarlo…

Algunos medios de comunicación de Lima recordaron que este formato de reality show ya había sido probado en Colombia bajo el nombre "Nada más que la verdad". Allí fue retirado de la pantalla en 2007 cuando una mujer reveló que había contratado a sicarios para matar a su pareja.
En diciembre del año pasado, el Congreso peruano incorporó a su código penal la figura de "femicidio íntimo", cuyo autor es un familiar o quien es o haya sido cónyuge o conviviente de una mujer.

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Última edición por Tyler Durden; 25-09-2012 a las 07:00:15
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