El presidente Santos se dejó vender la idea de la ciencia que considera a los farmacodependientes como enfermos que deben recibir tratamiento médico.

Igual que sucede con los alcohólicos y los fumadores. No sé si ustedes han estado cerca del tratamiento a un alcohólico. No se le puede cortar el licor de repente porque le puede causar un mal mayor que incluso puede llegar a generar un paro cardiorespiratorio. Tiene que seguir suministrándole alcohol bajo supervisión médica hasta que se rompa la adicción.

Y a un farmacodependiente igual hay que darle tratamiento médico. La diferencia es que ni el alcohol ni el tabaco están prohibidos y por ello no generan violencia ni ganancias descomunales a los productores.

Como las drogas sí lo están, a los enfermos se les considera delincuentes en esa particular visión fundamentalista del mundo que tienen los estadounidenses, que aquí se sigue como una religión.

No es fácil cambiar la mentalidad en uno de los países más conservadores y atrasados de esta región del mundo, pero bueno ya se están dando los primeros pasos, por fortuna.