Los enemigos de la paz, como lo dijo el propio presidente Santos, son otros, lo que él llamó "la mano negra", la extrema derecha semi feudal que se reúne alrededor de Fedegan, de los palmicultores, de Augura, y cuyo máximo exponente es Alvaro Uribe.

Van a defender a muerte sus privilegios, como lo hicieron en el pasado. Si Santos hubiera destapado sus cartas reformadoras cuando era candidato, seguramente lo habrían matado, como lo hicieron con Luis Carlos Galán, como lo hicieron con Jaime Pardo y Bernardo Jaramillo los candidatos de la Unión Patriótica, como lo hicieron décadas antes con Jorge Eliécer Gaitán.

Todo el que ha propuesto reformas ha sufrido sus ataques y tan dañina ha sido esta derecha para el país que lo ancló en el siglo XIX, convirtiéndolo, para vergüenza nuestra, en uno de los países más inequitativos de la tierra, que funciona alrededor de las castas. Asombra al extranjero que Colombia, como en la España del Siglo XVI, aún se clasifique en estratos.

Si todo sale bien, si la ley de tierras y de víctimas sale adelante, si la gran locomotora del desarrollo que es la paz, despega, será el punto de quiebre entre esa Colombia de museo y la moderna Colombia, y Santos, por el que yo no tenía ninguna confianza, se convertirá en uno de los mejores presidentes de Colombia, junto con Alfonso López Pumarejo y Carlos Lleras Restrepo.