Si le preguntamos a los colombianos, y a cualquier ser humano, si prefiere la paz o la guerra, es lógico que todos preferirán la paz y sólo un psicópata podría preferir el estado de guerra; así lo demostró la encuesta realizada por El Tiempo hace unos días, en la que señalaban que un 74% de los colombianos veían con buenos ojos una salida negociada del conflicto, ¿y quién no? Incluso tras una absoluta y completa derrota militar, es necesario el diálogo y la negociación, así como una estrategia de paz y una agenda de temas, tal como ocurrió con la victoria aliada sobre el Eje.
Pero la panorámica y el resultado de la encuesta hubiera sido muy distinta si la pregunta fuese: ¿considera usted que en las actuales circunstancias, los diálogos con las FARC saldrán avante? Creo que ante esa pregunta, el positivo panorama de un 74% decaería, y no es porque los colombianos prefiramos el estado de guerra o queramos restregarnos la sangre fariña por el rostro mientras danzamos sobre el cadáver ultrajado de algún guerrillero; la respuesta negativa obedecería a alguno de los siguiente factores, que nos harían dudar sobre la verdadera intención de las FARC para sentarse - ahora sí - a negociar:
1. Las FARC son todavía militarmente capaces: Desde la comandancia de Alfonso Cano y su reestructuración táctica-estratégica, las FARC han venido demostrando su capacidad para hacer daño, asestar golpes, movilizarse, eludir el accionar del ejército, etc. Es cierto que ya no son las FARC territorialista de hace 14 años y que han vuelto a la guerra de guerrillas, pero siguen teniendo capacidad bélica para desestabilizar y peor aún, transigir en la opinión pública.
2. Las FARC nunca han hablado con la verdad: No solamente fue el Caguán, han sido los innumerables actos de cinismo y doble discurso los que han golpeado su credibilidad. Sólo para recordar, el asesinato de los 11 diputados, que pretendieron hacerlo pasar como un "acto de guerra"; la supuesta liberación del hijo de Clara López, cuando ni siquiera lo tenían en su poder; el doble discurso de dejar de secuestrar, pero mantener secuestrados; aludir cínicamente que no se financian del narcotráfico, por el solo hecho de que no son ellos quienes exportan directamente la droga, pero sí la producen y la gravan, etc.
3. Las FARC tienen un complejo y extenso prontuario por la violación de DDHH y el DIH: Los cabecillas y mandos medios de las FARC tienen un precio internacional sobre sus cabezas, y es un precio innegociable por parte del Gobierno. Sus crímenes, desde el secuestro, el asesinato de rehenes, los atentados contra la población civil, masacres, reclutamiento de menores, etc. los hacen - precisamente a los que se van a sentar en La Habana - imputables frente a la Corte Penal Internacional.
4. Las FARC tienen respaldo internacional y un considerable apoyo interno: No es un secreto y ya hace algunos años Chávez quiso, con el apoyo del ALBA, darles el status internacional de beligerancia. Aún cuando el status no lo tienen, sí cuentan con el apoyo, y no sólo logístico sino también político, de países fronterizos, además de ciertos espacios de opinión pública que, aún cuando no se declaran abiertamente partidarios de su actuar, tampoco lo condenan y actúan en pro de sus intereses.
Considero que estos tres factores son los que generan más suspicacia al momento de creer en las intenciones de las FARC - y eventualmente el ELN - para llegar realmente a un acuerdo de paz definitivo con el Gobierno, como fue lo que anunció el Presidente, que no se levantarían en tanto no llegaran a la firma de la paz. Ahora bien, ¿cuánto tomará esa firma, teniendo en cuenta lo anterior? No creo que sea algo de meses o que ya para esta navidad Colombia pueda cantar villancicos al son de la paz con las guerrillas.
Ahora bien, ser escéptico respecto a la voluntad de las FARC no es sinónimo de ser guerrerista, pero teniendo en cuenta los factores señalados, sí creo que para que las FARC se sienten con VERDADERA VOLUNTAD hay que, sino tenerlas totalmente derrotadas, sí por lo menos tenerlas más acabadas y considero que el factor más crucial, de los 4 mencionados, es el concerniente a la Corte Penal Internacional, cuya vigencia estaba aún suspendida y fue tal vez por este factor que, aún cuando las AUC compartían algunas de las características de las FARC para no creer en su voluntad, sí cedieron frente a una negociación para deponer las armas; eso sí, con el compromiso del gobierno de no extraditarlos por sus cargos de narcotráfico.
Lo que más temen los cabecillas de las FARC - y cualquiera que tenga semejantes crímenes a sus espaldas - es enfrentar una Corte, y peor aún si es extranjera.