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Exclamation El oro aplaca fiebre de sembrar coca Calificación: de 5,00

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Cultivar coca ya no es un negocio tan rentable para miles de familias colombianas porque, entre otros factores, los mafiosos que antes los patrocinaban ahora arden por la fiebre del oro.

Así quedó claro el 26 de diciembre pasado, cuando las Fuerzas Especiales allanaron la casa donde se escondía “Brandon”, en el barrio Niquía de Bello, y esculcaron hasta el último de los rincones.

Wilmer de Jesús Méndez González, que ni tiñéndose el pelo de rubio logró despistar a los policías, vio cómo estos acopiaban su computador portátil y 159 millones de pesos en efectivo, un billete sobre el otro.

El botín de las autoridades incluyó un artículo que el presunto cabecilla de la banda “Los Rastrojos” atesoraba con celo: un lingote de oro de medio kilo.

El hallazgo, más allá de exhibir el suntuoso estilo de vida de uno de los hombres más perseguidos de Antioquia, reflejó una tendencia que se está acentuando en las empresas criminales: renovar los ingresos del narcotráfico con los de la minería aurífera.

El Censo de Cultivos de Coca, presentado la semana anterior por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc), da claves para entender el fenómeno, siendo lo más impactante el hecho de que hoy en día es menos rentable la producción de ese narcótico.

El tráfico de estupefacientes genera un estimado de 400 billones de dólares al año en todo el mundo, y sigue siendo el negocio ilegal más lucrativo, incluso supera las rentas combinadas del comercio de armas, el contrabando de diamantes y la trata de personas.

Pero en Colombia, desde el 2001, se observa un descenso en los índices de producción de coca, al punto que en 2010 fue superado por Perú como el primer cultivador global de este alcaloide, de acuerdo con los reportes de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA).

El informe de Unodc, con corte a 2011, asegura que “los cultivos de coca son cada vez más pequeños”, principalmente en 14 de los 23 departamentos afectados con esta siembra.

En la región del Sur de Bolívar (agrupa a Antioquia, Córdoba, Bolívar, Boyacá y Cundinamarca), el 54 por ciento de los cultivadores reportaron pérdidas el año pasado.

Es que la densidad de la hoja de coca por cultivo es menor, porque si en 2005 había 11.000 plantas por hectárea en el Sur de Bolívar y 14.000 en el Catatumbo (Norte de Santander), en 2011 se redujeron a 9.500 y 9.900 respectivamente. Es decir, sembradíos más chicos y con menos matas.

Aquí hay que recordar que, antes de ser cocaína, la hoja pasa por varios estados: mediante sustancias artificiales se transforma en pasta, base de coca y finalmente clorhidrato. En cada estado va subiendo el precio de la materia.

Tal parece que la plata se la están llevando unos intermediarios en esa cadena, que son los que mediante químicos convierten la mata en base de coca y luego en clorhidrato de cocaína; porque quienes la sudan gorda sembrando y cuidando la cosecha, están devengando apenas un promedio de 541.000 pesos mensuales.

El precio de la hoja bajó un 4 por ciento y hoy el kilo cuesta 2.387 pesos en nuestro territorio.

En cambio los precios de venta de la cocaína lista para el consumo están estables desde 2002 (alrededor de 4’500.000 pesos por kilo en Colombia, y de 15 mil a 20 mil dólares en E.U.), por eso es que la mala racha la están padeciendo solo los cultivadores.

“Los pequeños productores atribuyen la disminución en los precios a la presencia de la Fuerza Pública y su control en las zonas, lo cual genera problemas de comercialización”, indica Unodc.

En Antioquia, por ejemplo, en la medida que escasean los cultivos, aumenta el valor de la pasta de coca para los narcotraficantes, que la compran para convertirla en cocaína.

Como los precursores químicos tienen un alto costo en el proceso de producción, ese “laboratorio” ya no lo hacen los campesinos, sino los narcos.

Para obtener un solo kilo de clorhidrato de cocaína, se necesita mezclar la base de coca con al menos 74 galones de gasolina, además de otros insumos como ácido sulfúrico y permanganato de potasio, que están fuera del alcance del bolsillo de un labriego.

El sube y baja de las cosechas ha terminado por afectar la calidad del producto. Según los análisis de la DEA a la cocaína incautada en E.U. (el 95% procedente de Colombia), en 2010 la dosis tenía un 73 por ciento de pureza y en 2011 un 72.5.

A los campesinos o “raspachines” también los perjudica la competencia. Algunos narcos colombianos prefieren cosechar en Bolivia, sobre todo desde que el presidente Evo Morales suspendió las operaciones de la DEA, el 1 de noviembre de 2008.

Ese país es el tercer productor de coca del planeta y exporta a Europa y África; su mercancía hace estación en Brasil, el segundo consumidor mundial de cocaína, después de E.U.

Riesgos van y vienen
“Brandon”, un desmovilizado curtido en estrategias para evadir la ley, sabía que andar con oro era menos riesgoso que con coca, porque bajo qué presupuesto le iban a decomisar su lingote, si tener oro no es delito.

“Hay un mayor control para la exportación de drogas, mayores incautaciones, erradicación manual y aspersión. Y la criminalidad ha encontrado otra fuente de financiación, donde hay menos exposición a las autoridades, como la minería ilegal. Esa problemática ha migrado”, opina el general José David Guzmán, comandante de la Región 6 de la Policía, con jurisdicción en Antioquia, Córdoba y Chocó.

En el narcotráfico, aunque la ganancia para los capos se mantiene, los riesgos de la actividad se vienen incrementando.

Por un lado está la posibilidad de perder la mercancía, en 2011 se asperjaron 103.302 hectáreas de coca, se incautaron 156 toneladas de cocaína (ya procesada) y 1.000 toneladas de hoja de coca (la mayoría en Antioquia); y por el otro, está latente la extradición, algo que Colombia hace a menudo, porque en la última década extraditó a por lo menos 1.200 sospechosos, según la DEA.

El secretario de Gobierno de Antioquia, Santiago Londoño Uribe, señala que “las rentas del oro son más fáciles de manejar, la coca necesita que haya cosecha, insumos, procesamientos, exportación; el proceso del oro es mucho más sencillo y a usted no lo detienen por llevarlo”.

Y complementa que “por eso hay una decisión de algunos grupos armados por enfocarse en las zonas mineras, para llenar sus arcas por medio de la explotación directa y la extorsión”.

Esos grupos, al menos en Antioquia, son las guerrillas de las Farc y Eln, y la estructura narcoparamilitar “Los Urabeños”.

Analizando la distribución de las organizaciones armadas en el mapa nacional, se dilucida una tendencia: en las áreas de dominio de “Los Urabeños” se redujeron los cultivos de coca (-88% en La Guajira, -72% en Córdoba, -62% en Magdalena, -42% en Antioquia y -34% en Bolívar) y aumentaron las quejas por la explotación ilegal de minería; en cambio, en las zonas donde operan “Los Rastrojos”, aumentaron los sembradíos (108% en Putumayo, 48% en Valle, 29% en Caquetá y 20% en Guaviare).

Estas cifras, en el fondo, explican las estrategias de estos dos conglomerados ilícitos para captar dinero, unos van por el oro y otros por la coca.

La nueva veta
El informe policiaco sobre la captura de “Brandon” dice que a su banda, en ese momento, “se le atribuye el cien por ciento de extorsiones al sector minero del Bajo Cauca”.

Seis meses después, “Los Rastrojos” ya no son los amos de esa subregión antioqueña, pero una disidencia suya sostiene el frente de guerra contra “Los Urabeños” en el Nordeste, donde más se siente la fiebre aurífera.

El general Guzmán acota que por permitir el ingreso de un bulldozer, retroexcavadora o draga al área de explotación, un grupo armado les cobra a los mineros hasta 8 millones de pesos; y nada más por dejarlos trabajar, 1 ó 2 millones al mes.

Londoño calcula que en Antioquia anualmente se producen 24 toneladas de oro, avaluadas en 1.350 millones de dólares. “¿Cuánto de eso se llevan los criminales? Aún no se sabe”, comenta.

“Yo diría que todo minero tradicional tiene que pagar vacuna, el que diga que no, es un mentiroso”, razona el abogado Alexánder Restrepo Quiceno, experto en Minería y Medio Ambiente y exasesor del Ministerio de Minas (ver el análisis).

En cuanto a las ganancias comparadas, según el Banco de la República, el precio de venta de un gramo de oro es 93.118 pesos; en cambio el valor de un gramo de cocaína en Colombia, equivalente a una dosis, es de solo 5.000 pesos.

Es una fortuna que ahora persiguen los delincuentes de alto vuelo, todos menos “Brandon”, que está procesado por concierto para delinquir agravado y pasa los días en prisión, lejos de su oro.


elcolombiano.com

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