| Denunciante Mega
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Otra vez 31 de diciembre. El fin y el principio para la mayoría, no para mí. Solo es un día con diferente afán, pero un simple día al fin y al cabo. Son las palabras que le digo a mi mamá cuando faltan cinco pa' las doce y el año va a terminar, en esos momentos la casa huele a mil cosas dizque para la buena suerte... pero suerte porque nadie duerme con ese sahumerio entre la nariz que irrita los ojos, y entonces me voy, y si, como todo el mundo busco fiesta y marrano. “Vecino, deme chicharrón y feliz año” me alejo más y más, a mi paso explotan los muñecos, y explotan las papeletas y las botellas de guaro y las peleas de borrachos.
Fin de otro año, dicen todos con nostalgia y amargura; otros expresan alegría y esperanza. Yo me abrumo porque me abruma que todo eso sea cultura. No puedo creer que la gente tradicionalice la tristeza y el rencor. Cada final de año, la gente recuerda por cantidades los malos momentos y se llena de rabia, luego a beber; también recuerdan algunos momentos y entonces la nostalgia los hace llorar, y otra vez que el “guaro” cure las heridas. Más tarde las frustraciones y de nuevo el trago y la borrachera. Los voladores anuncian el nuevo año, todos borrachos se abrazan con rabia... con esa rabia de haber resistido país, existencia y por lo tanto el primero de enero no han desaparecido las dolencias, las venganzas, las amarguras, no desaparecen, todo sigue aumentando allá adentro, junto al guaro que sube y sube hasta desbordar en reproches, insultos, maldiciones y llanto. Y todo aquello que voy viendo es cultura. Me horroriza.
La gente se predispone para estar feliz, están seguras de que ese tic–tac del reloj trae arrumos de alegría, que el solo hecho de estar presente y dispuestos les garantiza jubilo y alboroto, abrazos y besos y demás, llegadas las 12:01; las 12:02; las 12:03 y no para, sigue y sigue. En esos pequeños pero eternos momentos que no paran, la gente se mira los rostros y regresa al año viejo. Y yo los veo rebotar y pienso ¡Maldita cultura¡ El tiempo no tiene principio ni fin, no llega, no espera, no viene. Es solo el tiempo continuamente, pero la gente rebota con cada tic-tac de las doce en ese 31 de diciembre, y quien sabe desde hace cuanto todos están instalados en el mismo 31 de diciembre. Sigo caminando y encuentro amigos bebiendo y realizando planes, algunos piden deseos, otros traen prendas amarillas y han comido uvas. Participo de la cerveza y el marrano, los abrazo y cuando estoy seguro de que el sahumerio se fué regreso a mi casa y duermo un poco, bueno, a veces me quedo bailando o flirteando. Mis amigos planean y desean, lo cual no esta mal, pero la forma, allí radica el error. Planear a partir del remordimiento o el arrepentimiento también es repetir la historia. No se trata de celebrar porque algo se fué, es mejor celebrar por algo que cambia y no planear.
Mucha gente piensa en viajes, amores, dinero y demás, están convencidos de que al llegar las doce del 31 de diciembre todo se realizará, el nuevo año estará mejor; ya veras que tendremos salud y estabilidad economica, dicen con profundidad, con fé. Y cuando ya es medio año y nada es diferente al pasado se frustran, se amargan y maldicen su suerte. ¿No sería mejor pasarla bien viviendo lo real y no pensando futuro, pasado o presente, únicamente viviendo lo real? Si no esperas nada, cualquier placer te sorprenderá y los percances, bueno, siempre ocurren, así funciona todo.
__________________ He perdido demasiado tiempo en escuchar. Sólo quiero tirar de la cuerda y pasar a la acción. Como aquella mañana de agosto. Tú me mirabas y yo sonreía. Sabía que ibas a morir y eso me gustaba. Sólo tenía que esperar. Y esperé. Esperé tanto que se cansaron mis ganas de apretar el gatillo y te dejé marchar. Correr. Huir. Y ahora ya nos ves, la misma situación. Las mismas lágrimas en tus ojos y mis mismas ganas de volarte la cabeza en un segundo. O de hacerte sufrir, oírte gritar. Poco a poco. Sí, tal vez sea más divertido así. Al fin y al cabo tenemos todo el tiempo del mundo y nadie nos espera. Al menos, por lo poco que sé, a mí nunca nadie me esperó.
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