Una de las consecuencias del uribismo durante los ocho años que estuvo en el poder fue la desinstitucionalización del país, empezando por la atomización de los partidos. En vez de partidos fuertes, que son uno de los pilares de la democracia, el expresidente los dinamitó y provocó en su lugar un alud de grupúsculos regionales creados sólo para fines electorales y burocráticos, reuniendo algunos de ellos en el llamado Partido de la U.

Incluso en varios de sus discursos arremetió contra las organizaciones partidistas a las que no les veía razón de ser dentro del llamado "Estado de opinión", donde sólo bastaba el líder apoyado por las masas, algo muy similar al fascismo de Benito Mussolini, o el Nacional Socialismo de Adolf Hitler, que igual se practicó en las llamadas democracias populares con la URSS a la cabeza y que en nuestros días las tienen funcionando en sus paises los hermanos Castro y Chávez. Nada hay peor para la democracia que el mesianismo.

Todo esto con el fin de aglutinar en torno suyo a incondicionales que no obedecieran sino a sus órdenes y que de nuevo quiere resucitar con la alianza que pretende construir alrededor de lo que el llama el Puro Centro Democrático y por ello quiere revivir el llamado "voltearepismo" que le permite a los parlamentarios cambiar de partido sin perder la curul, dinamitando de nuevo las agrupaciones partidistas que comienzan a fortalecerse.

Al margen: ya surgió el chiste en los círculos políticos sobre el PCD. Dicen que no puede ser democrático porque está Uribe, no puede ser de Centro porque está Fernando Londoño, y no puede ser Puro porque está José Obdulio Gaviria.