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Predeterminado El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones Calificación: de 5,00

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Siempre es un placer para la inteligencia y la razón leer a Alejandro Gaviria, decano de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de los Andes. Su perspectiva del presente es lúcida, objetiva e inteligente, lejana de los odios sectarios, las fidelidades partidistas o la ceguera fanática.

Esta vez nos habla del buen propósito del Presidente Santos de regalarle a los más pobres de Colombia 100.000 viviendas, entre los que se encuentran desplazados y víctimas del invierno. Una loable actitud que busca darle una oportunidad a los que nunca han tenido nada o lo perdieron todo por causas ajenas.

¿Pero está bien regalar sin nada a cambio? La cordura enseña que el esfuerzo constante ha construido sociedades, ha levantado pueblos de las miserias de la guerra y la pobreza, ha construido destinos prósperos, ha puestos los cimientos de grandes culturas.

También la historia enseña que la ganancia fácil ha traído miseria después de una aparente bonanza y siempre se muestra como ejemplo a la España de la conquista y la colonia que dilapidó la inmensa fortuna que consiguió en América al tiempo que Inglaterra se ponía a la cabeza de la Revolución industrial, invirtiendo ese dinero que los españoles gastaban a manos llenas.

Creo que en estos momentos es prudente reflexionar sobre las palabras de Gaviria:

Consecuencias imprevistas

Por: Alejandro Gaviria

Hace varias décadas el sociólogo estadounidense Robert Merton formuló su ya célebre ley de las consecuencias imprevistas, una advertencia necesaria, pero sistemática o convenientemente ignorada por políticos de todos los colores.

Merton llamó la atención sobre la complejidad de las relaciones sociales y la probabilidad de que, a su turno, las acciones públicas tengan efectos inesperados e indeseados. Merton puso su dedo escéptico en la llaga (siempre abierta) de las ínfulas y los afanes de los reformadores sociales. Hizo un llamado a la modestia. Y a la paciencia. Recordó que, después de todo, el cambio social no sólo es cuestión de buenas intenciones o voluntades férreas.

La ley de las consecuencias imprevistas ha sido corroborada una y otra vez. A comienzos de los años cincuenta, en Saint Louis, Estados Unidos, se llevó a cabo una ambiciosa intervención social, un macroproyecto de vivienda popular que, en teoría, iba a revolucionar el urbanismo y la sociedad. El proyecto Pruitt-Igoe (así se llamaba) fue presentado como la ciudad del futuro y la redención de los más pobres.

ecenas de miles de personas ocuparon las nuevas viviendas llenas de optimismo y buenos augurios. Pero el temperamento colectivo cambió rápidamente. Los residentes comenzaron a sentirse alienados por un proyecto que entorpecía las interacciones sociales más benéficas. Con el tiempo los residentes descuidaron las zonas comunes y sus propios apartamentos.

Algunos abandonaron sus viviendas decepcionados. Otros se resignaron a un deterioro gradual pero ineluctable. El 15 de julio de 1972, el proyecto fue dinamitado. Acabó con un gran estruendo, como los malos sueños.

En Francia, proyectos parecidos han tenido resultados semejantes. En Guatemala, la mitad de las viviendas otorgadas ha terminado en el mercado negro. En Brasil, muchos hogares no han podido pagar los servicios públicos y el mantenimiento de las nuevas viviendas. Para no ir tan lejos, en el noroccidente de Medellín, en el sector de Pajarito, un macroproyecto de vivienda popular habitado, entre otros, por los antiguos residentes del basurero de Moravia, podría convertirse en el Pruitt-Igoe colombiano.

En Pajarito, como en otros lugares, los residentes vieron menguadas las oportunidades económicas y exacerbados los problemas sociales, la violencia por ejemplo. Las externalidades negativas de la concentración de la pobreza en espacios aislados económicamente, densamente poblados y desprovistos de la funcionalidad que sólo viene con el crecimiento gradual y espontáneo, pueden ser fatales. Literal y metafóricamente. “Fue un gran error”, me dijo recientemente un exfuncionario en un momento de sinceridad. La ley de las consecuencias imprevistas suele ser obvia en retrospectiva, cuando ya es demasiado tarde.

Lo que está ocurriendo en Pajarito podría ocurrir en otros lugares de Colombia si la premura política lleva a la construcción de macroproyectos improvisados. Los expertos ya hablan de la necesidad de intervenciones específicas, de una suerte de acupuntura urbana que mejore las viviendas y preserve tanto el capital social como las oportunidades económicas. Pero, como dicen, las cosas buenas toman tiempo. Por ahora sólo cabe esperar que Merton no tenga nuevamente la razón y que, en dos o tres décadas, no estemos destruyendo lo que ahora queremos construir con tanto furor.


Fuente: El erspectador

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Última edición por Heráclito; 17-06-2012 a las 21:13:09
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