Respuesta: Carta de Iván Márquez a María Jimena Duzán Como de costumbre, la retórica de las Farc se basa en hechos ciertos que tergiversa en favor de su propia interpretación del mundo.
Es cierto, Colombia tiene la vergüenza de estar entre los países más desiguales del mundo. Asombra, cuando uno vive en otros lugares, que en esta sociedad vergonzante se clasifique a los seres humanos en estratos, se dividan las ciudades en guetos, las castas aún manden en las regiones y las dinastías, como en cualquier monarquía, generación tras generación se traspasen el poder.
Es cierto, que mientras se dialogaba en El Caguán, Pastrana, de la mano de Estados Unidos, iba fortaleciendo al ejército colombiano, convirtiéndolo en una eficaz máquina de guerra que luego, Uribe utilizaría para propinarle a las Farc sus más dolorosas derrotas.
Es cierto, que esta burguesía colombiana, excluyente como pocas en América Latina, jamás ha estado de acuerdo con proyectos políticos que impliquen la entrega de sus privilegios, y su recalcitrante derecha fue la que a punta de plomo destrozó la posibilidad de una salida pacífica al conflicto a través del genocidio cometido contra la Unión Patriótica.
Pero también lo es que esta guerrilla degradada es una violadora sistemática del DIH, que ha hecho de los crímenes de guerra y de lesa humanidad su razón de ser. Se volvió secuestradora, narcotraficante, terrorista y, al igual que el Estado, también le hizo conejo a la paz en El Caguán.
Las minas antipersonales, el reclutamiento de menores, el ataque a la población civil (por estos días el país recuerda la infamia cometida en Bojayá), las matanzas indiscriminadas, el tiro de gracia a los enemigos heridos, el ataque a las misiones médicas... la lista es interminable.
Hay que dialogar, sí, porque hay que buscar caminos de paz, hay que luchar por quebrar la ominosa desigualdad que hoy nos avergüenza, pero un comienzo es reconocer los propios errores, es pedirle perdón al país por los crímenes, es hacer realidad el propósito de no volverlos a cometer... ese sería el comienzo del camino.
Pero mintiendo, manipulando, tergiversando, creyendo que sólo hay una verdad, la de ellas mismas, es sólo más de lo mismo y el Estado colombiano no puede caer en la trampa de un grupo de delincuentes que olvidó hace mucho los ideales de 1964.
Última edición por Heráclito; 11-05-2012 a las 18:42:49 |