Aterrorizada, me seguí con el tira y afloja, mientras que su miembro expulsaba ampliamente el producto de su placer dentro de mi boca. Traté de tragar lentamente sin mostrar ninguna resistencia, pues un pensamiento que me vino a la cabeza en ese momento me dio algo de aliento. Pensé que después de venirse que me daría un poco de paz, pues mi novio me había dicho que un hombre relaja después de un buen orgasmo.
Le aspiré hasta la última gota que salió de su miembro y controlando mi ansiedad, logré tragar prácticamente toda la cosa.
Finalmente largó mi cabeza, puso su miembro en el pantalón y cerró la bragueta.
Su rostro mostraba un enorme placer y luego dijo:
- ¡Fuiste extraordinaria! ¡Tengo que felicitarte! Este fue de la más maravillosa chupada de mi vida y como premio te voy a perdonar los azotes que te quedaban.
Sentí un gran alivio que las lágrimas brotaron de mis ojos. Por propia iniciativa, me puso a las 4, besé sus pies y Le dije:
- Gracias Mi Señor por su gran bondad de perdonar a su esclava estúpida.
Luego me alejé un poco, puse de rodillas frente a él con la cabeza gacha y las manos detrás de la espalda, esperando que hablara.
- Voy a dormir un poco mientras tanto ve a la cocina calentar un trozo de cera depilatoria caliente me dejé allí, y termina este mal servicio que ha hecho en tu casa. Una vez que hayas terminado de afeitarse, báñate y quita todos estos círculos hasta que esté completamente limpia y lisa. Luego regresa a la cocina y prepárame un café con leche caliente, un pan con queso, jugo de naranja, y trae a mi cuarto, con todo en la charola.
Ciegamente obedeci todas las instrucciones que me había dado. Me tomó case dos horas para completar todas las tareas y mientras desempeñaba, pensé en mi familia.
Muriendo de frío, completamente desnuda y afeitada, cogí la bandeja y me fue a la habitación donde dormía.
Sentía un miedo inmenso de hacer algo malo y el miedo me hacía más y más sumisa. Caminé en silencio a su cuarto y vi que no estaba durmiendo, pero viendo la televisión, acostado en su cama.
Desde que hacía mucho frío, llevaba un pijama azul marino. Luego que me acerqué, él sentó en la cama y me ordenó poner la bandeja en su regazo.
- Bien, ahora quédate de pie, frente a mí y al lado de la televisión.
La televisión estaba en un aparador, y yo, obediente de pie junto a la televisión, frente a él, la cabeza inclinada, las manos entrelazadas detrás de mi cuerpo y las piernas abiertas.
Se sentó en la cama, apoyada la espalda contra la cabecera. Se ajustó la bandeja en su regazo y empezó a comer y ver la televisión y a mi encuerada.
Mi mandíbula estaba temblando de frío, todo mi cuerpo estaba erizado, los pezones muy duros, por el frío. Yo podría superar el frío y la vergüenza a causa del temor ser mucho mayor.
Cuando él terminó de comer y beber, lo tiró todo al suelo y me mandó a recoger todo, limpiar el suelo y luego, volver a mi posición.
Así lo hice, pues moverme y trabajar era mucho mejor que de pie, ya que se suavizaba un poco de frío que sentía.
Cuando acabé, volví a estar al lado del televisor. Él miraba en silencio, probablemente se divirtió verme expuesta de aquella manera.