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Antiguo 08-05-2012 , 12:25:21   #7
..::B.D.S.M::..
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Jijoju Respuesta: ¡¡Esclavizada por el chantaje!!!

- Eres una cerda. ¿Llamas eso de afeitado? ¿Cómo se has te afeitado?... has utilizado un maquina, ¿verdad?

En llantos y sollozos le contesté:

- Sí, mi Señor, me he afeitado con maquina

- PUTA, para eliminar completamente el vello tienes que usar cera caliente. ¿Nunca has usado cera?

- No, señor. Nunca he usado cera mi Señor, perdóneme, perdóneme, por favor, se lo juro que voy a mejorar la próxima vez es que nunca me he afeitado tan... Y... - SLAPTT... Una bofetada fuerte en mis muslos me hizo retraer las piernas y callarme de inmediato.

- No más hablar puta, ¿quién te dio la orden para hablar tanto? Nunca te afeitaste porque nunca has encontrado un hombre para ponerte en tu debido lugar., cerda

Una vez que el ardor fue pasando, me arreglé y volví la posición con las piernas abiertas sobre la mesa y me quedé llorando en silencio, demostrándole respeto mientras él hablaba.

- Exijo la eliminación perfecta del pelo para que esté al máximo desnuda delante de mí y que se sienta BIEN insignificante. Y otra cosa, mirá como soy de bondadoso perdiendo el tiempo examinando y enseñando la manera de cómo afeitarse. Tu debería darme las gracias, perra!

Eso fue demasiado. Además de estar desnuda, muerta de frío, pasando por la humillación inimaginable, él aun se decía “bondadoso” por enseñarme. Una gran revuelta me tomó mi íntimo y me quedé roja de odio que pensé que iba a explotar. Sólo puedo decir una cosa, el miedo nos hace soportar situaciones que nunca podría aceptar en otros tiempos o ocasiones, hasta el punto que salió de mi boca lo siguiente:

- Muchísimas gracias, mí Señor por su bondad con su esclava insignificante.

Mostró su satisfacción por mis palabras y continuó el examen. Sus dedos se deslizaron por los labios de mi vagina. Rodeó los labios como si fueran pétalos de rosa. Luché contra mis instintos de retraer mis piernas, pues ser tocada en mis partes más íntimas por un hombre que podía ser mi padre y desconocido era demasiada intimidad. Muchos jalones y empujones… tirando y metiendo, pero en ningún momento fui débil para mostrar ninguna voluntad de cerrar las piernas.

Creo que fue el lugar que tomó más tiempo a examinar y luego dirigió sus dedos hacia mi clítoris. Muchas observaciones, caricias y apretones en mi clítoris, pero todo el tiempo me quedé quieta. Se sujetaba y masajeaba mi clítoris usando tres dedos (pulgar, índice y medio). Durante mucho tiempo se quedó me molestado. Lo que más me molestaba era ver la risa en sus labios, lo que indica lo mucho que estaba disfrutando en subyugar y humillar a mí.

Mucho tiempo ha pasado abusando de mí hasta que se detuvo y ordenó:

- Ok, Danielle. Ahora das la vuelta, quedate a cuatro patas, tocá la frente sobre el borde, mantené las manos sobre la mesa, separá las piernas y deja tu culo muy arriba, para que yo pueda mirártelo.

Por supuesto que era muy humillante, pero en ese momento no pasó en mi cabeza a desobedecerle, tamaño el temor que yo sentía. Simplemente me di la vuelta y me puse de la forma en que fue ordenado. Al verme desnuda y expuesta de forma tan degradante, se echó a reír mientras pasaba su mano sobre mis muslos y mi trasero. ¡Cómo lo odiaba ese momento! Más algunos círculos dibujó en la parte posterior de los muslos mientras tejía comentarios para darme aún más el pánico:

- ¡Cerda putita! Miráaaaaa... cuantos pelitos en tus muslos, ¿qué voy a hacer contigo, eh?

Él sabía que alcanzar la meta, pues a cada vez que él reprochaba con palabras la depilación la sensación de miedo vencía la vergüenza de estar en esa posición.

- Veamos tu culo ahora.

En ese momento me sentía tan enojada conmigo misma porque cuando me di cuenta, yo estaba alzando más mis nalgas y buscando abrir aún más para exponer mi ano a mi verdugo. En un ritual de humillación, puso su dedo medio en la parte trasera de mi cuello y empezó a deslizarse por la columna vertebral para llegar al final. Sentí a él darme una escupida en mi ano y luego jugar un poco con el dedo, haciendo pequeños círculos hasta que comenzó a forzar la entrada. Dejé escapar un pequeño grito y él tuvo un gran momento por eso. Afortunadamente en ese momento llegó a meter cualquier dedo, lo suficiente para probar mi sumisión. Después de mucho tiempo jugando con los labios de mi vagina y el ano, se detuvo y se retiró del comedor.

Sin saber qué iba a hacer no me atreví a moverme, es decir, me mantuve de y petrificada, o sea, no tan quieta, porque mi cuerpo estaba temblando de frío. Pasó sólo dos minutos y él regresó con una cámara digital. Además de la cámara que estaba grabando toda mi vergüenza, ahora él también quería unas fotos.

- Quítate la cara de la mesa y voltea la cabeza hacia mí, pero sigue a cuatro patas, ¡ya! Quiero tomar varias fotos desde aquí atrás. Quiero registrar una sola imagen, tu cara de puta, coño y su culo, pero limpie las lágrimas y da una larga sonrisa, así que todo el mundo verá cuánto te gusta ser una perra sucia...

Fue difícil secar las lágrimas, y él no tomó las fotos mientras yo no le diera una bonita sonrisa. Fue muy clara su intención. Con esas fotos y películas que estaba haciendo, él me tenía más en su poder. Entonces él me hizo voltear boca arriba y me obligó a abrir mis partes privadas para un sinfín de fotos. Cuando quedó satisfecho, me ordenó levantarme y seguirlo hasta el salón. Caminé luego detrás de él, muerta de frío. Él sentó en su silla y, por supuesto, yo estaba de pie delante de él, la cabeza gacha, las manos detrás de mi cuerpo y las piernas abiertas. El hijo de puta mejor se ajustó la chaqueta y dijo:

- Hace frío hoy, ¿verdad? – sin quejarme, apenas le respondí:

- Sí Señor, hace mucho frío.

Por la cola del ojo pude ver la sonrisa maldita estampada en su cara. Era irritante verle sonreír, porque significaba lo cuanto se sentía feliz de verme desnuda, avergonzada, sintiendo miedo y frío.

- Ve a la mesa donde está mi ordenador, tráeme el palo de madera que está cerca de la ventana hasta aquí... Vamos... ¡Date prisa!

Cuando yo me volvía, me acordé de que tenía que pedir permiso y de forma humillante, me arrodillé, le besé la mano derecha con la cabeza hacia abajo, le pregunté:

- Permite que me retire, Señor?

En un gesto inesperado, él puso su zapato en mi vientre y me empujó lejos. Cae al suelo mirándolo con miedo.

- Permiso concedido. Anda perrita.

Yo había hecho nada malo, entonces me di cuenta que era sólo para humillarme y poner a prueba mi sumisión. Me levanté rápidamente y fue a buscar el palo de madera. Esa tenía cerca de un metro de largo y era de forma cilíndrica con un radio de 1cm. Corrí hacia atrás, le entregué la vara en sus manos y fue pararme de frente a él. Lo primero que hizo fue dar pegaditas entre mis piernas así que abrí mis piernas aún más.

Todo lo que hacía era muy lento, pues le gustaba disfrutar al máximo de cada humillación impuesta sobre mí. Se me quedó mirando un largo rato sin decir nada, sólo tocándome con la punta del palo, mi cuerpo. Creo que me quedé allí de pie frente a él unos 20 minutos, completamente quieta, que sometiéndome a él hurgándome con el palo. En un cierto momento empezó a hurgar en los labios de mi vagina e incluso separando mi labia con la punta del palo.

A pesar del miedo, yo no lloraba más, porque creo que me había secado todas mis lágrimas. Pasó mucho tiempo antes hasta que él rompió el silencio.

- ¡Mírate! ¿Cuántos círculos que hice con la pluma en su cuerpo... Déjame contar.

Con el extremo del palo que estaba metiendo cada lugar de mi cuerpo, donde fue rodeado por el azul, que muestra los defectos de mi depilación del pelo y contaba en voz alta.

- 35 círculos... Es absurdo! ¿Qué voy a hacer contigo, perra? Dímelo. ¿Qué voy a hacer contigo? Te di una orden tan simple y fallaste.

Volví a llorar mucho, porque temí que podía hacer conmigo. Pensé arrodillarme y pedir perdón y otra chance para afeitarme mejor, pero si hiciera no estaría desobedeciendo su orden de no abrir la boca sin su permiso, y por supuesto que podría ser peor. Así que sólo me restaba estar en silencio, llorar y esperar su decisión. Se dio cuenta de mi estado de pánico y en ese momento ya sabía que estaba en sus manos. Así que el decide ponerme aterrar aún más:

- Voy a ser muy bueno contigo. Voy a dar dos opciones y tu será quien va a elegir.

- Completamente aterrorizada, respondí con la cabeza gacha:

- Gracias Mi Señor.

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