Él se me acercó y dijo:
- Tené en cuenta que todo lo que hicimos aquí fue filmado por una cámara instalada en la estratégica esquina de la habitación, ¿te das cuenta? Esta película va a generar bellas imágenes, mucho mejor que las que el mariconazo de tu novio hizo, ¿eh?
Mi primer pensamiento fue para suicidarme tan pronto saliera de allí, pero...
En mi primer día del martirio, logré llegar ilesa en mi casa y me metí sin que nadie me viera. Fui directamente a mi habitación y me puse a llorar por mucho tiempo. Cuanto más pensaba acerca de la situación, no encontraba ninguna salida, porque mi padre parecía haber empeorado desde que oí a mi madre comentando que su presión estaba alta. Todo contribuya para que el monstruo me mantuviera en sus manos. Una vez calmada, me paré y fue a tomar una larga ducha y allí tenía que afeitarme por completo. Al ver mi vagina completamente afeitada, tuve una sensación de volver a ser una niña. Fue muy humillante hacerlo, a petición de ese hijo de puta. Comí callada y todos me preguntaron si yo estaba bien y les dije que estaba preocupada por los exámenes en la escuela.
Esa noche casi no dormí, pies pasé dándole vueltas a cada momento de la humillación que había pasado y me pregunté qué más quería de mí. Cuando llegó la mañana, me levanté antes que nadie y fui a la escuela. Todos mis amigos se habían dado cuenta de mis ojeras y yo fue poniendo excusas. Cuando volví a la casa, mi madre me dijo que mi padre había ido a la sala de emergencias para ver si podía bajar la presión y que yo no podía prepararme la comida. Lo primero que pensé es que definitivamente estaba en manos de aquel hombre cruel.
Evité llamar a mi novio, sin saber qué decirle y tenía miedo de que me fuera buscar y se diera cuenta de todo Lla hora de volver a la casa del miserable estaba a llegar. Parecía que mi corazón iba a saltar fuera por la boca, mi miedo era inmenso. Tomé el maldito autobús que me conducía a mí cárcel y yo estaba tan absorta en mis pensamientos que cuando me di cuenta de que ya era hora de bajar . Caminé despacio, con la esperanza de demorarlo más posible mi llegada. Con las manos temblorosas, toqué el interfono. La puerta se abrió sin él decir nada.
Entré, caminando por el jardín para llegar a la puerta de enlace. Respiré hondo y apenas empujé la puerta que estaba entreabierta.
- Adelante Danielle, ven aquí.
Estaba sentado en la mesa de su ordenador y eso me aterrorizó aún más. Cerré la puerta y me acerqué lentamente. Cuando llegué cerca, me dijo:
- Mira que imágenes maravillosas hicimos ayer.
Estaba haciendo clic y moviendo imagen a imagen. Las imágenes eran mucho más atrevidas que las que mi novio había hecho. Lo hizo a propósito para mostrarme cómo estaba en sus manos. Me quedé atónita ante lo hecho y él concluyó con una sonrisa:
- Imagine a tus padres viendo eso... Tu hermano menor mirando a su hermana TAN puta .. ¿Y tus amigos?... ¿Te imaginas?
Mis ganas eran de salir de allí insultándole y huir de ese lugar, pero tuve que ser fuerte y soportar, de lo contrario las consecuencias serían mucho peores. Apenas permanecí en silencio. Así que él mostró todo lo que quería, se levantó, jaló por mi cuello y me dio un largo beso con que me vi obligada a corresponderle. Se dio cuenta de que yo estaba temblando y luego me abrazó con firmeza por los hombros y preguntó con voz firme y con autoridad:
- Ayer te mandé venir completamente afeitada del cuello para abajo, ¿tú cumpliste mi orden?
Avergonzada, me bajé la cabeza y me limité a asentir de manera positiva. Inmediatamente se me tiró el pelo hacia atrás y me dio una bofetada fuerte en la cara diciendo:
- ¿Qué es esto, perra? ¿Has perdido tu lengua? ¿Has olvidado lo que te enseñé ayer? Mandé decir con la cabeza gacha, “Sí Señor”... ¿Te acordádas de eso?
La bofetada quemó mucho y antes de que me castigara de nuevo, de forma rápida volví mi mirada al piso, me abrí las piernas y le dije:
- Sí, Mi Señor.
- Muy bien. Ahora quiero que te vayas al comedor, sacate el vestido, de hecho, sacate todo. No quiero aritos, pulsera, anillo, cadena de oro... nada... Quiero que te quedes completamente desnuda, igual cuando viniste al mundo.
- Sí, Mi Señor.
- Después de quitarte todo, acostate en la mesa de vidrio en el comedor, boca arriba, piernas separadas, los brazos separados del cuerpo y las palmas sobre la mesa, mirando al techo e inmóvil por completo.
- Sí, Mi Señor.
- Y esperá el tiempo que sea necesario, porque después de un rato te voy a examinar de cerca para ver si cumpliste mi orden de afeitarse correctamente.
Bajé la mirada avergonzada y humillada por completo y apenas podía balbucear las palabras:
- Sí, Mi Señor.
Me volví a caminar hacia el comedor, fue cuando me tiró de los pelos y me metió nuevamente otra bofetada en la cara quemada. SPLAATT.
- ¿Quién ha dado consentimiento para salir ? ¿Piensa que es sólo dar la vuelta y ponerse en marcha? Tenes que pedir permiso y besar mis manos. ¡Vamos!
Sentí tanto miedo en el momento que fue prácticamente automática mi reacción. Agarré su mano derecha, arrodillé y bese su mano. En seguida le pregunté llorando, pero dulcemente:
- ¿Me permite salir para desnudarme, mi Señor?
- Sí, podés irte, pero recordá que está prohibido abrir la boca, salvo para responder cuando te pregunto algo.
Me acuerdo que pasé a sentir miedo de todo. Me muria de miedo de hacer algo que no fuera de su agrado. Pensaba mucho antes de hacer cualquier gesto. Me paré con la cabeza baja, me volteé despacio y caminé en dirección a la sala de cenar. El día anterior yo no había conocido a ese recinto. Estaba decorado finamente y tenía una mesa grande con vidrio biselado con 8 sillas. Mientras yo me quitaba la ropa, seguía pensando en mi papa. “¿será que el ya está mejor?”
Después de haber quitado el vestido, las sandalias y puse todas mis pertenencias en el buffet. Recuerdo los detalles. Había un gran plato de cristal, donde puse mi vestido al lado de mi sandalia y mis joyas que traía. Estaba completamente desnuda y afeitada. Apoyé el pie derecho en una silla para tomar impulso y acostarme sobre la mesa. Hice exactamente como lo había mandado. Me acosté boca arriba, piernas separadas, los brazos separados del cuerpo y las manos espalmadas sobre la mesa.