Respuesta: Guerra de las Malvinas: 30 años del hundimiento del crucero General Belgrano NOTA: El 2 de mayo de 1982, el conflicto bélico entre el Reino Unido y la Argentina por las islas Malvinas dio un giro decisivo: ese día las tropas británicas hundieron el crucero General Belgrano, en el que murieron 323 soldados. El ataque al buque argentino fue motivo de polémica y debate internacional, ya que estaba fuera de la zona de exclusión, o sea, fuera del área de combate. El 2 de abril de este año, a 30 años de Malvinas, LA NACION publicó la curiosa historia del retrato que registró el hundimiento del Belgrano Continuación del relato de Marcelo Pozzo SUPERVIVENCIA EN LA BALSA
Como sabrás, el Belgrano terminó de hundirse a eso de las 17:00 hs. del domingo 2 de mayo de 1982. Ya que en esas latitudes a las 18:00 hs ya es de noche y si le sumas que casi siempre está nublado, no pintaba nada lindo para el resto del día. Al poco tiempo se levantó una tormenta de aquellas: había olas de casi 10 m, con “carneritos” y viento de 100 Km/h, que bajaba la temperatura externa a varios grados bajo cero. El baile que nos pegaba el mar era impresionante: de repente la balsa subía la ola hasta que el “carnero” nos pegaba en las espaldas, haciéndonos volar hasta la otra banda de la balsa, y luego caíamos interminablemente, con una sensación a montaña rusa que te revolvía las tripas. El esfuerzo era doble cuando teníamos que volver rápidamente a nuestra posición para mantener el equilibrio de la balsa. Además, las portas no cerraban bien permitiendo el ingreso de agua cuando rompía la ola; con esa situación, la balsa mantenía siempre un fondo de 3 cm de agua que a pesar de los esfuerzos por achicar, nunca podíamos dejarla seca.
Como no me sentía muy bien (la deshidratación de las heridas empezaba a notarse) me acurruqué cubriéndome con la manta que me dieron antes del abandono y creo que legué a dormir un rato. No obstante, siempre me despertaba ya sea por una ola o por los constantes vómitos. Cuando venían las náuseas, el cabo primero que tenía a mi lado me sacaba el gorrito naval de la cabeza y me lo ponía en la cara; cuando terminaba, lo pasaban hasta el que estaba en la porta, lo enjuagaban y me volvía a la cabeza.
Algo parecido ocurría cuando incesantemente teníamos ganas de orinar; me voy a extender un poco en esto porque creo que resulta kafkiano: cuando teníamos ganas, debíamos sentarnos en el tubo lateral de la balsa y, haciendo más fuerza que cuando vas de cuerpo, embocar el chorrito en el recipiente ad-hoc (utilizábamos el envase de las bengalas, parecido al tubo de pelotas de tenis); luego el cilindro se pasaba de mano en mano hasta la porta, dándole el mismo tratamiento que a mi gorrito. Te aclaro, era una maniobra bastante complicada ya que teníamos que erguirnos para sentarnos y aguantar las olas directamente en el lomo, abrir la bragueta, ENCONTRAR AL AMIGO (nunca creí que podría desaparecer como lo hizo), hacer el esfuerzo para orinar (terrible) y embocar en el tubo derramando lo menos posible, todo en medio de los sacudones que nos pegaba el mar. Te aclaro que esto les pasaba a todos; al principio, los que estaban cerca de la puerta, de finolis, nomás, orinaban hacia afuera pero en la segunda o tercera vez empezaron a desistir ya en que la maniobra arriesgaban la vida del amigo, por la temperatura a la que lo exponían. Se llegó a montar “guardia de porta”, para mantener a mano lo más cerrada posible las mismas; a pesar de que se usaban dos pares de guantes, la temperatura no permitía que se aguante más de 10 o 15 min.
Siguiendo con el tema de las heridas, al poco de comenzar “la navegación en balsa” protegí instintivamente mi mano / antebrazo lastimado contra mi pecho pero como supuraba se me pegó a la camiseta y en un sacudón de la balsa se me “despegó” y comenzó a sangrar. En ese momento pedí Pancután o algo parecido del botiquín para ponerme y me vacié el pomo en la zona quemada; después me ayudaron con un vendaje que evitaría que se pegue a la ropa nuevamente.
Como te dije, el piso de la balsa mantenía siempre un fondo de agua, que estaba muy fría y que me hacía perder la sensación en la punta de los dedos del pie, así que empecé a moverlos metódicamente, para evitar el famoso pie de trinchera; por suerte, gracias a esto, ¡zafé!
Hasta ahí pasábamos el tiempo en silencio, aunque el suboficial a cargo de la balsa se esforzaba en mantenernos despiertos, cantando o rezando. El sentimiento general que reinaba a bordo era de tranquilidad y esperanza, al punto de que en los pocos comentarios que se hacían se relacionaban a cómo nos avistarían o con qué medio nos rescatarían.
__________________ EL PIRATA APORTA Y OPINA
LE GUSTA EL BUEN ROCK&METAL SIEMPRE PELEA POR SU BOTÍN
Última edición por _MALCON_; 02-05-2012 a las 18:48:27 |