28-04-2012
, 14:27:00
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Denunciante Notable
| Respuesta: Historia del Día de los Trabajadores La ejecución Los cuatro condenados, Spies, Parsons, Engels y Fischer, en su última noche parecieron aliviados al ver que por fin su calvario llegaba a su término. No pudieron dormir mucho, pues en un local cercano a sus celdas los carpinteros construían las horcas y el martilleo se oyó claramente durante toda la noche. Esos obreros concluyeron su lúgubre trabajo recién hacia la mañana. En esos momentos Parsons comenzó a cantar "Marchando hacia la libertad", y su voz de tenor se oía a través de toda la cárcel. Después cantó "Annie Laurie", pero en voz más baja, suavemente, como si fuese nada más que para él mismo. En la mañana el alguacil Matson y sus ayudantes fueron a sus celdas, amarraron pies y manos de los condenados y los vistieron con unas mortajas blancas y flotantes. Sabiendo que estaban preparando a su esposo para la ejecución, la señora Parsons y sus dos hijos suplicaron frenéticamente que se les permitiese entrar a la cárcel para verlo por última vez. Sin embargo se les negó ese postrer consuelo, y no pudieron pasar más allá del cordón policial que se había tendido alrededor de la prisión; como siempre, con el irrisorio pretexto de que los anarquistas intentarían el rescate. Ante la insistencia de la esposa de Parsons, las autoridades policiales no vieron solución más "humanitaria" que arrestarla y arrojarla a una celda con sus dos hijitos. El local donde se iba a llevar a cabo la ejecución estaba colmado de periodistas y policías cuando entraron en él los cuatro condenados. Permanecieron erguidos y altivos frente a sus acusadores. La blancura de sus mortajas les hacía parecer aún más altos sobre el cadalso, por encima de las cabezas de los asistentes. Había mucha arrogancia en sus actitudes al ir a ocupar su lugar bajo el lazo corredizo que les correspondía a cada uno. Más de un testigo los comparó con John Brown y sus hombres, que también habían muerto por la humanidad. Las últimas palabras Cuando un verdugo bajó la máscara sobre el rostro de August Spies, éste pronunció una sola frase: "Llegará la hora en que nuestro silencio será mucho más elocuente que las voces que ustedes estrangulan hoy". "Este es el momento más feliz de mi vida", fue la única exclamación de Fischer. "¡Viva la anarquía!", gritó Engels. Por último retumbó en la sala la potente voz de Parsons: "¿Se me permitirá hablar, ¡oh! hombres de los Estados Unidos? ¡Déjeme hablar, alguacil Matson! ¡Que se escuche la voz del pueblo!" Y trató de continuar, pero se soltó el muelle que sujetaba la trampa del cadalso y su cuerpo pendió en el vacío. |
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