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BAJISTA
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Predeterminado Respuesta: Historia del Día de los Trabajadores

No hubo clemencia


Después que la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos se rehusó terminantemente a examinar el caso, denegando todas las apelaciones, se fijó la fecha de la ejecución para el 11 de noviembre de 1887. La única esperanza que quedó entonces fue que el gobernador Oglesby conmutase las condenas a muerte por las de cárcel perpetua.

Y los pedidos de clemencia llegaron a millares al despacho del gobernador de Illinois. Robert Ingersoll, Henry Demarest, John Brown, hijo del gran emancipador, y cientos de ciudadanos destacados de Chicago, le escribieron en ese sentido. También centenares de dirigentes sindicales norteamericanos, incluyendo a Samuel Gompers. Y desde todos los puntos del país, millares de personas apelaron al gobernador Oglesby pidiéndole clemencia y destacando que esos hombres iban a ser ahorcados por sus opiniones políticas.

La Cámara de Diputados de Francia envió un despacho oficial solicitando clemencia y justicia al Gobernador. En Europa, en Italia, Francia, España, Rusia, Holanda e Inglaterra los trabajadores realizaron numerosas reuniones de protesta, y sus organizaciones hicieron llegar hasta las autoridades de Chicago centenares de pedidos de clemencia.

En Inglaterra, Bernard Shaw y William Morris trabajaron intensamente en múltiples gestiones tratando de salvar la vida de los condenados.

De éstos, Fieldem y Schwab habían apelado las sentencias y solicitado clemencia. También lo había hecho Spies, pero lo lamentó poco después cuando se enteró de que había algunos que lo interpretaron como señal de cobardía. Parsons, en cambio, se rehusó terminantemente a pedir misericordia, manifestando que eso era admitir su culpabilidad.

Recién mucho más tarde, cuando ya el fin estaba próximo, Parsons dirigió una comunicación al Gobernador. En los mismos momentos, también Spies enviaba una nueva nota a Oglesby.

Ambas fueron leídas ante la máxima autoridad del Estado de Illinois, justamente dos días antes de la fecha fijada para la ejecución de los condenados. Joe Buchanan, dirigente de los trabajadores y editor de un periódico sindical de Denver (Colorado) fue quien se encargó de leerle ambas comunicaciones al gobernador Oglesby.

La carta de Spies era un deliberado esfuerzo para anular en todos sus términos su anterior petición de clemencia.

Decía en uno de sus párrafos:

"Durante todo nuestro juicio, a través de toda su tramitación, a lo largo de todo el proceso, fue bien evidente y manifiesto el propósito de hacerme pedazos para condenar con castigos más leves a mis co-acusados. Me parecía a mi entonces, y a muchísimos más, que la venganza pública podía darse por satisfecha con una sola y única vida, es decir, la mía. Tómela entonces, tome ya mi vida... Si debe haber un asesinato legal, que sea de una sola persona, que sea suficiente con el mío."

Según comentarios de la prensa de aquellos tiempos, que tanto papel imprimió sobre los pormenores del juicio, cuando Buchanan leyó el mensaje de Parsons al Gobernador, "la sangre de los que lo escucharon se les heló en las venas".

"Si soy culpable -había escrito Parsons- y se me debe ahorcar por mi presencia en la Plaza de Haymarket, entonces espero que se me conceda la suspensión temporal de mi caso, hasta que mi esposa y mis dos hijos sean procesados y condenados a la horca, ya que también estuvieron conmigo en la Plaza de Haymarket en aquella reunión." El gobernador Oglesby, escondiendo el rostro entre sus manos exclamó: "¡Dios mío, esto es verdaderamente terrible!"

Pero ese mismo gobernador Oglesby, recién el día anterior al fijado para la ejecución, conmutó las condenas a muerte de Fieldem y Schwab, por las condenas a prisión perpetua.

Y ese mismo día Louis Lingg apareció muerto en su celda. Se dijo que se había suicidado, pero nunca se pudo establecer concretamente si se suicidó o fue asesinado. Lingg tenía 22 años de edad, desconocía totalmente el inglés, y, aunque con bien poco fundamento, se decía que "no tenía ningún amigo en el mundo, fuera de su Alemania nativa".

Poco tiempo antes Parsons había escrito:

"A mi pobre y querida esposa: Tú eres una mujer del pueblo, y al pueblo te lego. Debo hacerte una petición: no cometas ningún acto temerario cuando yo me haya ido, pero asume la causa del socialismo, ya que yo me veo obligado a abandonarlo."

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