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Antiguo 28-04-2012 , 14:23:47   #9
BAJISTA
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Predeterminado Respuesta: Historia del Día de los Trabajadores

¿Proceso judicial o farsa antiobrera?

El ya célebre proceso comenzó el 21 de junio de 1886, ante el juez Joseph E. Gary. El jurado, compuesto en su mayoría de comerciantes, industriales y empleados de esos mismos comerciantes e industriales, era lo menos imparcial que pueda imaginarse. Según investigaciones realizadas posteriormente por un gobernador de Illinois, John P. Altgeld, "cuando el juez que actuó en este caso falló que un pariente de uno de los muertos era jurado competente, y eso después de que ese hombre había declarado ingenuamente que estaba profundamente prejuiciado contra el acusado... y cuando en una serie de oportunidades afirmó que eran competentes como testigos o como jurados hombres que se proclamaban convencidos de la culpabilidad de los acusados antes de haberlos escuchado... entonces ese proceso perdió toda y cualquier semejanza con un juicio justo."

El Gobernador afirma, además, "muchas de las pruebas aceptadas como evidencias en el juicio, eran fantasías prefabricadas", y agrega que "los testimonios se lograban de hombres ignorantes y aterrorizados, a quienes la policía había amenazado con torturarlos si se rehusaban a jurar por lo que ella les ordenaba..."

Fueron testigos de esta clase, todos aterrados y muchos de ellos pagados, quienes atestiguaron que los acusados formaban parte de una conspiración para derrocar al gobierno de los Estados Unidos por la fuerza y la violencia, y que la bomba de Haymarket y el asesinato de Degan habían sido el primer golpe de lo que estaba proyectado como un asalto general a todo el orden establecido. Pero sus testimonios estaban tan llenos de contradicciones que el Estado se vio obligado a cambiar los términos y fundamentos de su acusación.

Y entonces la médula de los cargos del Estado consistió en alegar que el desconocido que había arrojado la bomba lo había hecho fuertemente influido por las palabras e ideas de los acusados.

El juicio se convirtió así en una especie de competencia para amontonar palabras y más palabras -vinieran o no al caso, tuvieran o no sentido, fueran pruebas o no- hasta llegar a formar impresionantes montañas de papelería. Procedimiento que lamentablemente se repetiría en muchos tribunales de los Estados Unidos. Se leyeron interminablemente editoriales y artículos escritos por Parsons y Spies. Al jurado se le recitaban continuamente los discursos pronunciados por los acusados. Se extraían trozos fuera de contexto de escritos sobre la naturaleza y filosofía de la política y se presentaban como evidencias condenatorias contra los que estaban en el banquillo. La plataforma política de la Asociación del Pueblo Trabajador, sus resoluciones y declaraciones, se consideraban como evidencias de culpabilidad en el asesinato de Degan.

El juicio se desarrolló con todo el sensacionalismo histriónico, con todas las características escénicas que a menudo transforman los procesos legales norteamericanos en lóbregos espectáculos públicos. Como es costumbre en estas circunstancias, una fuerte guardia armada se estacionó alrededor de la Corte, pretextando que en cualquier momento un "ejército anarquista" podía intentar rescatar a los implicados. Como también es acostumbrado, la gente se peleaba por conseguir asientos en el local; algunos hasta se llevaban sus almuerzos, y por las tardes se advertía en la sala del Tribunal una fuerte fragancia de naranjas y los pisos estaban resbaladizos por las cáscaras de bananas. Cosa también habitual, asistir al juicio se convirtió en sello de elegancia, y los aristócratas de la ciudad se buscaron la manera de lograr lugares muy próximos al mismo juez Gary. El augusto jurista reía y charlaba, y mientras se desarrollaba el juicio entretenía a "su público" con jueguitos haciendo caricaturas y acertijos en los papeles de formularios del juzgado y hasta ofrecía dulces a sus amigos mientras los acusados luchaban desesperadamente por salvar su vida y defender su causa.

La prensa, desde luego, estaba allí con toda su gloria, representada por periodistas venidos de todas las grandes ciudades del país. Diariamente los periódicos imprimían millares de palabras sobre el juicio. Por estos despachos sabemos de esa gente "selecta", despreocupada y alegre que rodeaba al juez Gary, y cómo éste amenizaba las horas de sus adeptos; sabemos de las esposas de los acusados, pálidas y demacradas, con sus hijos inquietos y asustados colgándoseles del cuello, apiñados todos en las filas delanteras de los asientos de la sala. Esos despachos nos informan que en la sala el calor era sofocante, que la gente estaba apretujada y apenas tenía espacio para agitar los abanicos que se les habían suministrado. Y que la lentitud del juicio, arrastrándose semana tras semana, reflejó, a pesar de todo, un aspecto "justo" de la legislación norteamericana por el cual hasta el culpable más evidente puede apelar a todos los recursos -hasta los más impresionantes- que le ofrece la ley, antes de ser ahorcado.

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