28-04-2012
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Denunciante Notable
| Respuesta: Historia del Día de los Trabajadores Las "fuerzas del orden" provocan el desorden Se produjo un momento de silencio que permitió oír el rumor de las carreras de los asistentes que huían para evitar la violencia policial. Un instante después la oscuridad fue disipada por un enceguecedor relámpago rojo y se oyó el estruendo de una tremenda explosión. Alguien había hecho estallar una poderosa bomba. Hubo una terrible confusión. En la oscuridad, la policía disparaba sus armas locamente en todas direcciones. Muchos de los que huían tropezaban y caían, otros yacían heridos, la mayoría corría maldiciendo, quejándose del bárbaro atropello. La policía, como enloquecida, continuaba pisoteándolos salvajemente. El balance final dio como saldo un hombre muerto en el sitio y otros siete mortalmente heridos que expirarían poco después. Al día siguiente los patronos de Chicago y de todo el país explotaron en un gran grito de venganza. Su vocero servil de siempre mereció este juicio: "Con la explosión de la bomba -escribe David en su relato del "Caso de Haymarket"- la prensa perdió todo vestigio de exactitud, veracidad y objetividad..." Un titular característico exhibía en sus grandes tipos "¡AHORA ES SANGRE! Una bomba arrojada contra la policía inaugura el trabajo de la muerte." El "New York Tribune" informaba falsamente: "La multitud aparecía enloquecida por un deseo frenético de sangre y de sostener su terreno, disparando descarga tras descarga contra los agentes de policía." Aunque desde el principio muchos pensaron que la bomba había sido lanzada por un agente provocador pagado -hipótesis que más tarde obtuvo en cierta medida la corroboración policial- no era posible afirmarlo así en la mañana del 5 de mayo, ni por mucho tiempo después. Un nativo de Chicago escribió por aquellas fechas: "Pasé por muchos grupos de personas cuyas agitadas conversaciones acerca de los hechos de la noche anterior no podía dejar de oír. Todo el mundo suponía que los oradores que hablaron en la reunión y otros agitadores obreros habían perpetrado el horrible crimen. ‘Primero ahórquenlos y después júzguenlos’, era la expresión que escuchaba repetidamente... El aire estaba preñado de ira, temor y odio." La prensa de toda la nación predicaba unánime que no importaba sí Parsons, Fieldem o Spies habían arrojado o no la bomba. Debían de ser ahorcados por sus puntos de vista políticos, por sus palabras y por sus actividades en general. Y cuantos más alborotadores se entreguen al verdugo, tanto mejor será. El "Chicago Tribune" decía: "La justicia pública exige Michael Schwab que a los asesinos europeos August Spies, Michael Schwab (otro dirigente de la Asociación del Pueblo Trabajador) y a Samuel Fieldem, se les detenga, se les juzgue y se les ahorque. La justicia pública exige que el asesino A. R. Parsons, de quien se dice que deshonra este país por haber nacido en él, sea capturado, juzgado y ahorcado por asesinato." R. H. Baugh, periodista del "Spectator", escribía que "aunque hay convicción unánime, aun si sucediese lo inimaginable y se absolviera a los acusados, ese hecho no los salvaría de la muerte. Un Comité de Vigilancia -afirmaba- tomaría la ley en sus propias manos y restablecería el orden social, suspendiendo la civilización por tres días." |
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