En una madrugada de finales de marzo pasado, asegurándose de que su hija hubiera salido a llevar a sus nietos a la escuela, la señora Gloria Toro aprovechó la soledad de su casa en Altos de Cazucá, se amarró una cuerda al cuello y se colgó del techo. Gloria era aseadora de un colegio distrital, tenía serios problemas de salud y, como muchas otras de sus compañeras, había vivido los últimos meses con la incertidumbre de no saber cuándo recibiría meses de pagos atrasados por parte de su empleador, una firma llamada Internacional de Negocios S.A.
Cuando supo que Gloria Toro se había suicidado, July López sintió terror. Su hermana, Lady, también vinculada a Internacional de Negocios, ya sumaba cinco meses de embarazo, no recibía salario hacía tres meses, tenía que sostener a su hijo de siete años y el padre del niño que esperaba la había abandonado.
—Me tocó venirme y no despegármele, ¿no ve que ella es muy depresiva? July habla tendida sobre la cama en una pequeña pieza de alquiler en Ciudad Bolívar. También está embarazada y su barriga ya comienza a pronunciarse. Lady le echa una mirada acongojada, en silencio. No corrige a su hermana. Tampoco la secunda. Sólo la observa. En los ojos de Lady se revela una mirada cargada de amor.
No es para menos. July ha sido el único soporte que ha tenido en estos meses. En especial después del 8 de febrero, día en que su supervisora le notificó que Internacional de Negocios no prestaría más servicios de aseo a los colegios públicos de Bogotá. “Las embarazadas, las viejas y las enfermas no van más”, recuerda que le dijeron. Y así fue.
Desde ese día Lady no tiene trabajo. Le empresa le debe el salario de enero y febrero y además dejó de girar los pagos para su salud. Como Lady se niega a aceptar un acuerdo con la empresa, que le ofrece tres millones de pesos para terminar el contrato, no ha podido desvincularse del régimen contributivo y entrar al régimen subsidiado. En otras palabras, Lady está sola y jodida. Tiene seis meses de embarazo y hace dos meses no puede tener controles —ni por la EPS ni por el Sisbén—. Su hermana le comparte la mitad del tarro de sus vitaminas y le hace compañía para espantarle la depresión. También la auxilia cuando está en aprietos.
—Es que ella es la avispada —dice Lady. Por ejemplo, hace un mes le dio un “dolor bajo”. Se fueron de urgencias al Hospital de Meisse. La atendieron y cuando le dieron de alta, Lady y July tuvieron que huir a escondidas porque no tenían los 22 mil pesos que costó la diligencia.
Mientras July cuenta la anécdota, su hermana protegida se arrodilla y saca de un viejo mueble de madera unos manuales de auxiliar contable. Hace dos meses estaba estudiando los sábados, le habían aprobado un crédito de $24 millones de pesos y se preparaba para comprar su casa. Hoy tiene que irse sin pagar del Hospital de Meissen.
Todo tiempo pasado
Hubo una época en que Internacional de Negocios fue una empresa en la que daba gusto trabajar. Eran los años en que Efraín Torrado, hoy senador de la República por el Partido de la U, y Édgar Torrado, hasta el año pasado concejal de Bogotá, eran miembros estelares de su junta directiva.
Muchas de sus empleadas recuerdan a “don Efraín” con amarga nostalgia. Entre éstas, Edilma Gordillo, una mujer robusta en cuyo semblante, áspero y curtido, se leen uno a uno los golpes de la vida.
Edilma llegó a Bogotá desplazada del Caquetá, porque a su marido lo quemaron vivo las Farc. Una cuadrilla de guerrilleros llegó a su casa a llevarse los novillos con los que pensaban pagarles el colegio a sus hijos, y como su esposo se negó, le cayó el castigo.
Edilma quiso primero matarse y matar a sus hijos. Una vecina la convenció de no envenenar la comida, como quiso en un principio, cuando el dolor le carcomía las tripas. Y entonces huyó del Caquetá y deambuló por varios municipios de Colombia, antes de llegar a Bogotá e ingresar como desplazada al programa presidencial de Acción Social, donde la esperaba una propuesta de trabajo como aseadora del Distrito.
“Don Efraín Torrado nos recibió porque nosotros éramos desplazados. Mientras él estuvo a cargo de Internacional de Negocios, fue como un papá para nosotros”, dice Edilma, sentada en el pequeño apartamento que le cedió su hijo en Bosa, adonde se mudó hace dos semanas porque se quedó sin dinero para pagar tanto el arriendo como las drogas que le prescribió el último doctor que la vio, antes de que Internacional de Negocios dejara de pagar su EPS.
Edilma sufre de una enfermedad lumbar, pues se golpeó el coxis despejando con machete un jardín de un hogar de ancianos que recibía aseadoras de Internacional de Negocios. Meses después fue diagnosticada con cáncer de útero, cuyo tratamiento recibió con regularidad hasta que, en febrero pasado, su supervisora le notificó que no habría más trabajo. Hoy Edilma, al igual que Lady, no tiene médico. No la reciben en la EPS ni en el Sisbén. Y debe tomarse una droga que vale 80 mil pesos.
Su hijo podría ayudarla, pero anda escondido. Lo persiguen los asesinos de su esposo, que se enteraron de que habían denunciado su muerte en la Fiscalía. Edilma tiene que comprar comida para sus dos nietas pequeñas y hacerle frente a una casera que ya la amenazó con botarla del apartamento si se cuelga con el arriendo.
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