Vientos de guerra nuclear (ii)
Por: José Fernando Isaza
El arsenal nuclear en el Medio Oriente no ha sido instalado por ningún país árabe o persa. Oficialmente, Israel afirma que no iniciaría una escalada nuclear.
Hay múltiples documentos que muestran que esto no es así. Tienen también misiles nucleares en submarinos con el objeto, según The Economist, “de aniquilar póstumamente cualquier agresor que destruya su país”. Puede avanzarse la hipótesis del mayor peligro de arsenales atómicos en países fundamentalistas en los cuales la legislación civil está supeditada a la religiosa, como sería el caso de Irán. La historia ha demostrado que el fanatismo religioso promueve guerras ofensivas. Sus dirigentes creen que cumplen el mandato divino que ordena aniquilar a quienes no comparten sus conceptos. Israel es un país laico, pero la realidad muestra que el componente religioso permea su gobierno. Ejemplos, tales como la agresividad y el odio de las milicias en Jerusalén contra quienes quieren orar en la explanada de las mezquitas, o simplemente quieren visitarlas, unido al empleo desproporcionado de las armas contra los habitantes de la Franja de Gaza; el encierro al que someten a un pueblo rodeándolo de una muralla . El temor de los pueblos vecinos al uso de armas nucleares puede llevarlos a diseñar una política de contención por “amenaza mutua de destrucción”.
Hans Küng señala que la paz mundial requiere de una paz religiosa y el núcleo de ésta se concentra en Jerusalén. Sobre la explanada de las mezquitas en cuyo subsuelo se localizaba el Templo, Küng afirma “… las escasas 15 hectáreas del lugar del Templo constituyen el trozo de suelo más discutido de esta tierra, en que el más mínimo abuso tiene consecuencias cruentas... muchos judíos desean que se reconstruya el Templo, oran tres veces al día, trazan planes, recaudan dinero y forman sacerdotes. También algunos cristianos desean la reconstrucción del Templo, pero sólo porque esto sería para ellos presagio del retorno de Cristo. No pocos musulmanes están dispuestos a derramar hasta la última gota de sangre en favor del Domo de la Roca y la mezquita que se encuentre en el sitio del Templo para impedir la reconstrucción de éste...”.
No es fácil deshacer hechos cumplidos. El armamento nuclear permanecerá en Medio Oriente. En el pasado se han producido acercamientos entre judíos y palestinos para lograr la convivencia de esos dos pueblos. La paz requiere el reconocimiento de los estados de Israel y de Palestina, un acuerdo sobre el papel multirreligioso de Jerusalén y el reconocimiento a los derechos de árabes, judíos y palestinos que han poblado esta ciudad. La propuesta de Clinton sobre el manejo de Jerusalén y la explanada de las mezquitas respetando derechos del subsuelo y del suelo, donde estuvo el Templo y donde hace más de 1.400 años están las mezquitas, es un derrotero válido.
Pero a pesar de la propuesta de Obama en la Universidad de El Cairo, el avance hacia la paz es nulo o regresivo. Basta comprobar el incremento de los asentamientos judíos en Palestina y las confrontaciones en el Líbano y la Franja de Gaza.
Fuente El Espectador