por ÓSCAR SEVILLANO
Es claro que si las Farc cumplen su promesa de abandonar el secuestro en todas sus modalidades, de tajo estarían aceptando que fueron derrotadas en su intención de utilizar esta práctica como método de presión para lograr sus objetivos políticos o económicos. Sin embargo, vale la pena aclarar que esto no significa que el grupo esté derrotado militarmente.

Nada mejor para los colombianos que se comprobara que es cierto que el grupo guerrillero renunció a esta práctica, aunque luego de ver los ataques terroristas en el departamento del Cauca y la operación que le permitió al Ejército Nacional neutralizar el atentado terrorista contra una caravana que transportaba petróleo desde la región del Caguán hacia Neiva el 27 de febrero, se comprueba que la esperanza de paz está muy lejos. Y lo que es peor, que este grupo terrorista no estaba tan debilitado como se dijo al finalizar el gobierno de Álvaro Uribe. Finalmente, es claro que un grupo guerrillero de la dimensión y el alcance criminal de las Farc no se hace de la noche a la mañana.

Muy cierto es que las acciones terroristas de las Farc se han incrementado, tanto que parece que volvemos a la misma situación de orden público que se vivió en nuestro país antes y durante la época del Caguán, y que gracias a las respuestas que comenzaron a darse de parte de las Fuerzas Militares al finalizar el gobierno de Andrés Pastrana y el primer mandato de Álvaro Uribe, comenzó a causar furor entre los colombianos e incluso en el círculo del primer mandatario, hecho que al parecer les hizo creer que el grupo guerrillero estaba en sus últimos minutos. Y por esto, por cada baja o captura que se hacía, por insignificante que fuera, salía el expresidente Uribe a anunciar la noticia con bombos y platillos, sin darse cuenta que en algunas ocasiones se trataba de inocentes que hicieron pasar como muertos en combate.

En estos momentos ningún colombiano se atreve a negar los esfuerzos que se hicieron desde el gobierno Uribe para combatir el terrorismo de las Farc. Pero así mismo debo decir que no fueron tan contundentes como se hubiese querido, y prueba de eso es que hoy los colombianos estamos despertando a la realidad y nos estamos dando cuenta que la guerrilla no estaba tan debilitada como se decía.

Por esto el presidente Juan Manuel Santos se ve obligado a redoblar esfuerzos por devolver la tranquilidad a municipios y veredas donde la subversión ha hecho presencia desde años atrás, desde donde hoy salen a realizar tomas y ataques a la población civil; porque mientras Álvaro Uribe se dejaba engañar por sus subalternos y salía a repetir como lora lo primero que le iban diciendo, estas se rearmaban y cambiaban su estrategia de guerra, como bien lo decían los informes de organizaciones nacionales e internacionales de Derechos Humanos, y que él, como primer mandatario, nunca escuchó y tildó de aliadas de la subversión.

No nos podemos llamar a engaño e endilgarle la responsabilidad de orden público al presidente Juan Manuel Santos, y no entender que si la inseguridad que vive el país vuelve a ser motivo de preocupación nacional, es porque desde el gobierno anterior no se prestó atención a los llamados y recomendaciones de la sociedad civil que en esta materia se hicieron. Más bien, se dedicaron a creer en la realidad que mostraban documentos y estudios hechos desde una oficina en Bogotá, y que le daban la razón al mandatario de turno.

Sería bueno que el hoy expresidente Uribe en lugar de reclamar acciones concretas contra la guerrilla, que según él estaba acabada al finalizar su Gobierno y que no sé cómo hizo para resucitar en tan poco tiempo, dijera quién o quiénes le hicieron creer tal mentira, que él acudiendo a la buena fe de sus funcionarios divulgó a través de los medios de comunicación. Espero eso sí, que quienes lo engañaron no sean los mismos que le hicieron creer que Jorge Noguera, María del Pilar Hurtado, Álvaro Araújo, y cuanto personaje que hoy se encuentra en líos judiciales y que hicieron parte de su gobierno eran personas de bien.