Otra vez las regalías
Por: Salomón Kalmanovitz
Las regalías compensan al país por la explotación de sus recursos naturales que no son renovables.
Además de la pérdida irremediable de los recursos, la extracción masiva de estos del subsuelo y del lecho de los ríos empobrece el medio ambiente, disloca poblaciones, satura de polvillo de carbón la atmósfera de los municipios mineros y por donde circulan las tractomulas y los ferrocarriles que lo transportan; la explotación del oro a cielo abierto envenena especialmente las aguas. Aunque las empresas deben reparar el daño ambiental causado, son pocas las que lo hacen y hay unas bien descaradas frente a las terribles consecuencias de sus operaciones.
Los afectos a las empresas estatales lograron en 2003 que las dedicadas a la minería podían deducir de su impuesto a la renta parte de las regalías que les correspondía pagar como a todas las empresas del ramo. La Corte Constitucional había cambiado su doctrina de que las regalías compensaban el costo irreparable para el país por la explotación de sus recursos y decidió que surgían del permiso de explotarlos. Asomineros y la Andi aprovecharon el boquete y adujeron en 2005 que, por el principio a la igualdad, las empresas privadas podían gozar de la misma prerrogativa que las públicas. La DIAN, que en ese momento era aliada incondicional de los grandes contribuyentes, aceptó la querella a favor de las empresas privadas.
En efecto, como lo muestra Álvaro Pardo en la revista digital Razón Pública del 6 de febrero, un tercio de las regalías son restadas del impuesto que nominalmente es del 33% de la renta líquida de todas las empresas. Esta deducción, junto con las de descontar una parte de la maquinaria que utilizan en enormes cantidades, reducen la tasa de tributación efectiva a menos del 15% de las utilidades. Entre 2005 y 2011 la deducción de las regalías le ha costado al fisco US$1.274 millones o $2,5 billones. Así que no sólo se llevan un recurso escaso que venden con enorme utilidad sino que le salimos a deber. Afortunadamente, la administración Santos suspendió la deducción por activos fijos para la minería, pero no ha tocado la que compensa por las regalías efectivamente abonadas.
El gobierno Santos está empeñado en que la minería es la locomotora del crecimiento nacional; por lo tanto, se ha negado a revisar el monto exiguo de las regalías que pagan las empresas dedicadas a este negocio y a introducirles ajustes automáticos de acuerdo con el precio internacional de los recursos. Las regalías para el oro son de sólo 4% del valor a boca de mina, existiendo una enorme evasión por parte de la minería ilegal en manos de narcos, paras y guerrilla. Para el carbón la regalía es del 10% donde hubo también evasión en grande. Ambos recursos están recibiendo precios extraordinarios en el mercado mundial: el oro está a US$1.720 onza (en 2005 estaba en US$400), mientras que el carbón registra US$123 la tonelada (hace cinco años valía US$50).
El año pasado entraron al país US$9.518 millones, 3% del PIB, destinados a la minería e hidrocarburos. Somos también uno de los países con la tasa de tributación más baja del mundo para la minería. No debe sorprender entonces que seamos tan atractivos para ese tipo de capital extranjero.
PS Ashanti Gold no ocupa un tercio de las exportaciones de oro, como afirmé en anterior columna, pero sí cuenta con un tercio del área concesionada (3 millones de hectáreas).
Fuente El Espectador