El minusválido que secuestró un avión
–Mamita, yo quiero que venga para acá –le dijo Porfirio a una de las azafatas quince minutos después de que el avión despegó.
Abrió su carriel de cuero y le mostró dos ‘pepitas’ –granadas de fragmentación– que llevaba en su interior.
–Señor, no vaya a cometer un error –respondió la azafata.
–Yo lo único que quiero es ayuda del presidente –concluyó Porfirio.
Las películas de espionaje inspiraron a Porfirio para apoderarse del rol de un ‘aeropirata’. A través del teléfono cuenta su historia sin pudor, responde sin problema a todas las preguntas. Pagó 150 mil pesos por cada granada a un vendedor ambulante de CDs ‘piratas’ de Playa Rica (Caquetá). Las guardó en secreto durante ocho días en una mesita de noche que aún conserva y burló la seguridad del aeropuerto Gustavo Artunduaga Paredes en Florencia (Caquetá). La escena parece fácil porque no pasó por el arco detector de metales y siempre cargó los explosivos dentro de su pañal, al lado de sus ‘huevitos’ (testículos). Porfirio Ramírez Aldana está minusválido hace 21 años.
Ahora su vida es inspiración de una película que lleva su mismo nombre: ‘Porfirio’. La cinta fue seleccionada para el Festival de Cannes, y reconocida en el Festival Internacional de Cine de la India, el Festival de Ámsterdam y el de Thessaloniki International Film Festival (Grecia). Además, ganó el premio Cinédécouvertes de la Cinematek.
Porfirio junto a su hijo Lisijawer interpretando una de las escenas de la película.
Porfirio también fue premiado. En el Festival Biarritz Amérique Latine- Cinémas et Cultures (Francia) fue elegido como mejor. Pero Porfirio no tiene claro el asunto de los premios y sigue su vida normal. Lo que en realidad le preocupa es que hasta la fecha ha gastado 70 millones de pesos en pañales.
A 995 kilómetros de Bogotá, en Las Palmas del Edén, una urbanización de 50 casas habitadas por más de dos mil desplazados y donde abrió un billar con las ganancias de la película, contesta su teléfono celular y cuenta su vida con desparpajo.
El 12 de septiembre de 2005, junto a 24 pasajeros, Porfirio abordó el avión HK4030 de Aires con destino a Bogotá. Recuerda que vestía un pantalón de pana café de marca Alberto VO5, una camisa de color azul oscuro, zapatos negros, un carriel y un maletín con documentos. Viajaba en compañía de su hijo Lisinjawer –menor de edad– y a quien le pidió que lo acompañara a hacerse unos exámenes de la vejiga a la capital. Quince minutos después de que el avión despegara, llamó a una azafata y le mostró su botín, que días después fue detonado en el basurero de Doña Juana.
Le manifestó que lo único que quería era entregarle, ‘humildemente’, las granadas al presidente Álvaro Uribe, contarle su caso y pedirle una indemnización por cien millones de pesos para construir una casa en Bogotá. De inmediato, la azafata buscó al capitán para advertirle de la presencia del ‘aeropirata’ minusválido. La orden fue que nadie se parara del puesto ni se quitara el cinturón de seguridad.
La película que se rodó en 2010 fue seleccionada para el Festival de Cannes y ha sido premiada a nivel mundial.
Porfirio, nacido el 28 de septiembre de 1955 en Planadas (Tolima), perdió la movilidad de sus piernas el 2 de abril de 1991. Eran las 5.45 a.m. cuando los ruidos que provenían de la casa vecina, donde vivía su hermano, lo despertaron mientras dormía. De repente varias personas entraron a su casa luego de darle varias patadas a la puerta. Era un allanamiento de la Policía que él califica como ilegal. Le ordenaron que se acostara en el piso mientras él veía cómo encañonaban a su hermano. Los hombres comenzaron a reclamarles a los hermanos por una mercancía –coca– que ellos no tenían. “Nos van a matar, pero que nos maten peleando”, pensó Porfirio. En segundos, tomó la decisión de lanzarse sobre uno de los hombres armados y así comenzó la ‘balacera’.
Dos tiros en la espalda le produjeron un corrientazo en el cuerpo. Fue subido a un carro de carga y llevado a Florencia para ser atendido. Allí estuvo hospitalizado durante 15 días. Un día le dieron la noticia de que no volvería a caminar. El hospital le donó su primera silla de ruedas. A la par de su recuperación, Porfirio abrió un proceso contra el Estado alegando una indemnización por el hecho. Sin embargo, por inconsistencias en el informe de allanamiento y porque el abogado dejó vencer los términos, nunca se pudo dar la pelea para obtener una compensación.
Luego del aterrizaje en la pista del Comando Aéreo de transporte Militar (Catam), los pasajeros se bajaron y comenzó una negociación que se extendió por más de cinco horas. Al avión subieron Luis Eduardo Mesa, fiscal de derechos humanos, y Carlos Franco, miembro de la oficina de Derechos Humanos de la Presidencia.
“(…) Ellos me dijeron: ‘Porfirio, usted está en lo cierto, usted está reclamando sus derechos, es la Policía la que lo tiene así, le prometemos que vamos a reabrir el proceso para que usted sea indemnizado como lo manda la ley’. Yo me confié de eso como también me confié porque les pedí una ayuda económica de cien millones, no fue un rescate, para poder comprar una casa en Bogotá y sacar a mi familia del conflicto. Yo viví durante 23 años en la inspección de Playa Rica y fui desplazado por grupos al margen de la ley y por esa razón me desplacé. Todo fue una mentira. Ni los cien millones, porque me llevaron la consignación pero era mentira”, contó Porfirio al periódico El Líder de Caquetá.
El director Alejandro Landes en medio del rodaje en Florencia (Caquetá).
Luego de hablar por teléfono con Gustavo Petro; el entonces congresista Carlos Moreno de Caro, y un sacerdote, Porfirio accedió a entregar las granadas y bajar de avión. Le aseguraron que el presidente Álvaro Uribe lo esperaba en un hotel para escucharlo. Pero fue llevado en un carro a las oficinas de la Policía, donde le informaron que estaba detenido por el secuestro del avión. A la distancia, Jaqueline, su esposa, y sus otros hijos, Wilfredo y Harrison, se enteraban por televisión de la hazaña de Porfirio.
Esa noche durmió en un colchón en el piso junto a su hijo, a quien se llevaron a las 3.00 a.m. para presentarlo ante un juez de menores. Al siguiente día, Porfirio fue recluido en la cárcel Modelo de Bogotá. Cuenta, sin vergüenza, que allí fue recibido como un héroe. Algunos reclusos se atrevieron a decirle que si hubiera activado las granadas sería su Dios, a lo que Porfirio respondió: “para qué un Dios muerto”. Días después recibió la visita de Moreno de Caro, quien le colaboró con algunos gastos pendientes.
El estado de salud de Porfirio comenzó a empeorar. Tenía fiebre constante y permanecer largas horas sentado había hecho que la herida en su nalga izquierda empeorara. Sin embargo, años después encontró la cura en los productos de catálogo Omnilife, luego de haber acudido incluso a tratamientos recomendados por algunos brujos. Por eso, dice con entusiasmo que quiere enviarle un mensaje al presidente Chávez, “acá está la persona que lo puede curar”.
Porfirio fue sometido a un examen de Medicina Legal para obtener la casa por cárcel. Inicialmente estuvo en Bogotá y luego pidió el traslado a Florencia para cumplir con una condena de ocho años por los cargos de secuestro extorsivo agravado, apoderamiento y desvío de aeronave, y porte ilegal de armas de uso privativo de las Fuerzas Militares.
Días después de su retorno, recibió la propuesta para hacer la película sobre su vida. Todo se hizo realidad en 2010, cinco años después del hecho. Porfirio recuerda con exactitud que el 10 de junio comenzaron las grabaciones. No recuerda la primera escena, pero si la última, donde canta una de las 40 canciones que ha escrito en los últimos años. El actor natural que estudió hasta cuarto de primaria, creció en una familia campesina, era aficionado al fútbol y practicó boxeo porque era bueno para los ‘totazos’, sueña con hablar con el presidente Santos, tener una casa y una compañera. Antes de terminar la entrevista dice: “necesito que me ayude a conseguir una”. Porfirio sigue su vida indiferente al éxito de la película, sin detenerse a pensar que es el primer ‘aeropirata’ minusválido de la historia.