 Denunciante Leyenda
 | Exactamente hoy en un año todos moriremos (El supuesto fin del mundo 2012)
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 | Por si todavía alguien ponía en entredicho que el final del calendario maya era también el fin de nuestro mundo, la NASA ha decidido despejar cualquier tipo de duda que los más descreídos aún albergaran. Dirán que esto es un contrasentido porque, precisamente, lo que la NASA ha querido dejar claro es que no existe relación alguna entre ambas cosas. Sin embargo, no hay nada como empeñarse en negar un hecho que no podemos saber si ocurrirá o no para que el mismo, de repente, se convierta en objeto de más especulaciones, más análisis, en definitiva, de más chismorreos.Porque, ¿qué demonios pintan unos señores tan sesudos como los que se supone que moran en la famosa agencia aeroespacial haciendo público un informe en su web en el que aseguran que los calendarios se terminan y vuelven a empezar, incluido el maya? Eso solo, ya suena a perogrullada. En todo caso, el calendario maya termina el 21 de diciembre de 2012, coincidiendo con el solsticio anual de invierno, y lo cierto es que especialmente durante las dos últimas décadas, es decir, a medida que se acercaba la fecha, el dato ha inspirado numerosas teorías New Age con libros, películas y sectas de todo tipo que proclaman para ese día el fin del universo que habitamos. Lo hemos visto y escuchado tanto y en tan diferentes versiones que hasta lo habíamos olvidado. Bastante tenemos ya para lidiar con el fin de mes como para tener que preocuparnos, además, por el fin del mundo. Y, sin embargo, es justo ahora cuando sale publicado el citado informe de la NASA para decirnos que no hay que preocuparse, que no se espera la explosión de un agujero negro o un cambio en los campos magnéticos de los polos que pongan en peligro nuestra existencia. Tampoco el impacto de un asteroide gigante como aquel que extinguió a los dinosaurios. Claro, que es entonces, después de tanta explicación, cuando a uno no le queda más remedio que preocuparse o, por lo menos, mosquearse. Y, además, ¿de qué serviría saberlo? Si no va a quedar nadie y vamos a perecer con planeta incluido, ni siquiera habrá que molestarse en “arreglar los papeles” para que nuestros herederos no se dediquen a sacarse los ojos entre ellos o tengan que defenderse de la depredadora Hacienda. ¿Para qué querríamos entonces saber que falta un año para que desaparezcamos igual o más definitivamente incluso que Pompeya? ¿Cambiaría en algo nuestra forma de vivir y de relacionarnos si tuviéramos tal certeza? Aún sin ser lo mismo, algunos quisieron ver en la actual crisis financiera el final de nuestro mundo conocido o, por lo menos, de esas frívolas costumbres consumistas tan arraigadas que nos habían llevado a la ruina generalizada. Al final, las cosas sólo parecen haber cambiado de verdad para aquellos que se han visto directamente afectados por ella. Los demás seguimos haciendo exactamente lo mismo, en una especie de huida hacia delante que demuestra que no queremos o no sabemos cambiar nada. Que nos importa más bien poco. De hecho, la medicina que prescriben los denominados expertos es la de continuar con nuestras vidas como si no pasara nada. Sin embargo, pasa. Lo mismo que cada año por estas fechas, nos hemos lanzado a las calles para ver las luces y hace días que nos ponemos a la cola para comprar compulsivamente, como nos han enseñado a hacer en el vigente catequismo del occidental socialmente adaptado. ¿Por qué el pueblo granadino de Dúrcal y su iniciativa de emplear el dinero destinado a las luces de navidad en dar empleo a los vecinos en paro nos parece sólo una anécdota que ocupa espacio en las noticias y no un ejemplo a seguir? Nos aseguran que hay que continuar gastando en el alumbrado navideño porque está comprobado que el mismo estimula las ventas. ¿De verdad antes, cuando las cosas no eran tan exageradas y las ciudades no parecían un plató de cine navideño, la gente no compraba el pavo, los adornos o los regalos para la familia? Y hablando de comprar, afirman también los que entienden, está claro que yo no, que para salir de la crisis hay que seguir consumiendo, pero ¿dónde dice que tengamos que ser siempre los mismos los que compremos? ¿No se podría repartir el presupuesto navideño con otras familias? ¿O, por un año, renunciar al mismo y donarlo a una de esas casas en las que todos los habitantes están en paro y sin subsidio, con la condición de que se vayan a ver las luces y a llenar sus propios carros? Señores, la NASA está segura: el mundo no se termina dentro de un año. De modo que si a alguien le habían entrado tentaciones de dejarse llevar por prioridades menos mundanas, contagiándose de un verdadero espíritu navideño - el último, según los mayas - para solidarizarse con quien ha perdido el trabajo e incluso la casa, que se lo vaya quitando de la cabeza y se tire a las iluminadas calles a seguir haciendo lo de siempre, mirar hacia otro lado. http://www.elimparcial.es/sociedad/falta-justo-un-ano-para-el-fin-del-mundo-96635.html
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