Hay trayectorias verticales que nos hacen presumir un final, digamos, aplastante. Pero no, una conjunción de factores, como el viento, árboles en la superficie y otros, se confabularon para evitar lo que era una muerte segura.

Van de menor a mayor.

67 metros (220 piés)

Para impresionar a sus compañeros en un viaje escolar, un joven de 17 años llamado Luhe Vilagomez, saltó del Puente Golden Gate de San Francisco (California) a la fría bahía. Eso ocurrió el 13 de marzo de este año. De las 1.300 personas que han saltado desde 1937 (cuando se abrió el puente), 98% ha perecido. Luhe quedó ligeramente desmayado y un surfista lo rescató y condujo a la orilla. Expertos consideran que el viento pudo haber reducido la velocidad de caída de 128 km/h a más o menos la mitad.

2.875 metros (9.500 piés)

En mayo de 1991 Jill Shields, una paracaidista de Ohio de 31 años (para entonces), hizo un salto de rutina de casi tres kilómetros de altura. Todo bien, excepto que el artefacto no abrió y quedó sacudiéndose sobre ella mientras se precipitaba al vacío. Afortunadamente, parece que el viento redujo también la trayectoria y terminó cayendo en un gran pozo de lodo, donde dejó un agujero de varios metros de profundidad.

3.657 metros (12.000 piés)

Un pulmón perforado y un tobillo fracturado fue lo único que sufrió Michael Holmes, residente de Jersey, Inglaterra, cuando su paracaídas y su reserva fallaron consecutivamente. Se salvó porque su humanidad fue amortiguada por un muy espeso bosquecillo de moras. No, no tuvo ánimos de comerse ninguna.

4.419 metros (14.500 piés)

En septiembre de 1999, el paracaídas principal Joan Murray (de Charlotte, Carolina del Norte) falló apenas saltó del avión. Su reserva comenzó a unos 700 metros, pero luego se desinfló también, aunque logró desacelerar bastante. Esta mujer en caída libre se precipitó sobre un gigantesco hormiguero de tierra, habitado por las feroces hormigas de fuego, cuya picadura puede haber ayudado a mantener su corazón latiendo. Estuvo dos semanas en coma, pero se recuperó y volvió a su casa seis semanas después. Volvió a saltar en julio de 2001.

6.700 metros (22.000 piés)

En plena II Guerra Mundial, el piloto de un caza B-17 llamado Alan Magee fue impactado y su nave empezó a precipitarse. No hubiera sido tan grave si hubiera saltado con paracaídas, pero no, se lanzó al vacío sin el importante accesorio. Quedó inconsciente en el aire y, al caer, atravesó el techo de vidrio de la estación St. Nazaire de Francia. Se fracturó una pierna y tobillo, casi se le desprende un brazo y obtuvo 28 heridas de vidrios… pero sobrevivió.

10.160 metros (33.330 piés)

El récord Guiness lo tiene la azafata serbia Vesna Vulovic, quien en 1972 fue expulsada del avión cuando explotó el fuselaje, a más de 10 km del suelo sobre la actual República Checa. Se presume que fue producto de una bomba. Vulovic se precipitó dentro de un pedazo de fuselaje.

Sufrió una fractura de cráneo, tres vértebras rotas (una aplastado por completo) que la dejó temporalmente paralizado de la cintura para abajo y dos piernas rotas.

Estuvo en coma durante 27 días. Una vez recuperada siguió trabajando para la aerolínea JAT y fue una notable opositora del régimen de Slobodan Miloševic.


Vesna Vulovic, en 1972, recuperándose de la caída de 10.160 metros.