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El martes fue detenido el último sospechoso
El pequeño Adolf y los asesinos neonazis
Por: Juan Gómez / Especial de El País

La policía alemana no entiende cómo una banda hitleriana, vigilada por un servicio secreto, pudo matar a diez personas y vivir tranquilamente durante 14 años.


Un joven participa de una marcha neonazi en la ciudad alemana de Halbe, en marzo de 2007. / EFE

A las cinco de la tarde aún era de día en Kassel, pero nadie vio huir al pistolero que disparó en la cara de Halit Yozgat, un chico de 21 años. Sólo uno de los cuatro clientes que usaban los computadores de la trastienda escuchó un ‘ruido fuerte’ al que no dio mayor importancia. Así que a Ismail Yozgat le tocó descubrir el cuerpo de su hijo agonizando entre las cabinas del cibercafé familiar. Los testigos que pudo reunir la policía recordaban a otro cliente con gafas, alto, rubio y fornido. Las huellas del ADN permitieron la detención de quien resultó ser un agente de los servicios secretos identificado como Andreas T. y conocido en su pueblo por el sobrenombre de Pequeño Adolf. Lo soltaron por falta de pruebas.

Este suceso de 2006 ha vuelto al primer plano de la actualidad, al conocerse que aquella efímera detención coincidió con el final de una brutal campaña terrorista: al menos 10 asesinatos racistas, dos atentados con bomba y una serie de 14 atracos cometidos por una banda autodenominada Resistencia Nacionalsocialista (NSU).

El joven Halit Yozgat fue la novena y última víctima de la serie de asesinatos xenófobos cometidos por los nacionalsocialistas, que un año después mataron a una agente de policía. El silencio se hizo sobre estas muertes y sus autores hasta que, el pasado 4 de noviembre, los neonazis Uwe Böhnhardt y Uwe Mundlos fueron hallados muertos en una camioneta en llamas. Acababan de atracar un banco. La Fiscalía afirma que se suicidaron, pero hay serias dudas. Horas más tarde del hallazgo de los cadáveres, la novia de Mundlos, Beate Zschäpe, voló la casa que los tres compartían en la idílica Zwickau (Sajonia). Ella se entregó a la policía diciendo: “Soy la que buscan”. Los hallazgos no pararon aquí: en la camioneta incendiada se encontró la pistola reglamentaria de la agente de policía asesinada a tiros en 2007. Y entre los escombros de la casa volada estaba el arma que mató a los nueve inmigrantes.

Nadie se atribuyó en su día estos crímenes. Hasta que hace un par de semanas el partido La Izquierda (Die Linke) recibió un vídeo reivindicativo de la banda: un cínico montaje que combina dibujos animados de la Pantera Rosa con imágenes reales de los nueve asesinatos racistas y de otros dos atentados con bomba del mismo signo. Son 15 minutos de humor grotesco en los que muestran los cadáveres ensangrentados y se mofan de las víctimas.

Alemania descubre ahora que el trío de terroristas neonazis han vivido impunemente en la clandestinidad casi 14 años, sin que nadie los vinculara con los atentados ni con los 14 atracos que perpetraron. La historia se corona con los dos extraños suicidios y con la misteriosa presencia de un agente de los servicios secretos de ideología ultra, el Pequeño Adolf, en el escenario del noveno crimen.

¿Quién componía el trío de neonazis? El asistente social Thomas Grund los conoció en 1991, cuando tenían entre 15 y 20 años de edad. Grund, que se acerca hoy a los 60, sigue dirigiendo un centro juvenil en una de las colonias de torres residenciales típicas de la antigua República Democrática Alemana (RDA). Allí, la ideología y la moda neonazis encontraron un enorme eco. Entre muchos jóvenes, que acababan de presenciar el cataclismo del régimen comunista en el que nacieron, cundió la idea de que la nueva Alemania era sólo un paso intermedio hacia un Cuarto Reich.

En aquel tiempo estaban a la orden del día los ataques a extranjeros y a personas cuyo aspecto sugiriera otras diferencias: izquierdistas, mendigos, homosexuales. “La ultraderecha militante, recuerda Grund, estaba formada por grupos reducidos y bien reconocibles”. Zschäpe, que es la única superviviente del trío en cuestión, era una de las pocas chicas que “se juntaba como uno más entre los cabecillas”. Mundlos era el mayor de los tres, el líder del grupo. Böhnhardt, crecido en orfanatos, solía ir armado con un cuchillo. Mantenían contactos con notorios neonazis de la región, donde “muchos jóvenes les tenían miedo”.

Hacia 1996, decenas de neonazis de la región se articularon en una organización que llamaron Defensa Patriótica de Turingia (THS). Mantenían contactos con otras organizaciones ultras y con el Partido Nacionaldemócrata (NPD), el mismo que hoy por iniciativa de la canciller Ángela Merkel, tras el conocimiento de los crímenes neonazis, busca ser prohibido.

El trío estaba metido en las redes neonazis de Jena, una ciudad de 100.000 habitantes, hasta que pasaron a la clandestinidad en 1998. Justo cuando la policía iba a detenerlos como sospechosos de fabricar bombas. Una vez sumergida, la Defensa Patriótica de Turingia se convirtió en la Resistencia Nacionalsocialista, bajo cuya marca cometieron al menos 12 atentados y 14 atracos.

¿Qué hacía el Pequeño Adolf? Este hombre, del que sólo se conoce su nombre propio y la inicial de su apellido, Andreas T., era funcionario de los servicios secretos alemanes, la llamada Oficina Federal para la Protección de la Constitución (BFV). Cuando lo detuvieron como sospechoso del asesinato de Halit Yizmal en 2006, el agente aseguró que estaba por casualidad en el lugar del crimen, viendo pornografía en uno de los computadores de la trastienda. Rondaba los 40 años. En el desván de sus padres, la policía encontró símbolos nazis, todos en su pueblo lo conocían como Pequeño Adolf. En su residencia encontraron munición ilegal, pistolas con licencia, manuscritos ultraderechistas de su puño y letra y un ejemplar de Mi lucha, la autobiografía de Adolf Hitler, prohibida en Alemania. Judicialmente no se le acusa de nada, aunque fue sometido a un nuevo interrogatorio hace dos semanas.

¿Por qué tanto secretismo? A la reserva habitual que observan siempre los servicios de información hay que añadir, en el caso alemán, que la BFV está dividida en 16 jefaturas diferentes, una por cada Estado federado. Andreas T. captaba informantes para el servicio secreto del Estado de Hesse. Pagan a sus agentes con fondos reservados y los proveen de papeles falsos cuando los necesitan. Las autoridades de Hesse brindaron en los noventa “ayuda significativa” a la vecina Turingia para organizar su servicio de información tras la caída del Muro.

Un tipo estrafalario y derechista, Helmut Roewer, dirigió los servicios secretos de Turingia entre 1994 y 2000. Este caballero, encausado por corrupción, invirtió cientos de miles de euros en pagar a informantes de organizaciones radicales. Notorios neonazis como Thomas Dienel o Wolfgang Frenz, después funcionarios del partido ultra NPD, han presumido de que muchos informantes destinaban parte de su paga al mantenimiento o ampliación de estructuras de ultraderecha. A cambio, ofrecían a los servicios secretos confesiones inventadas. Fue bajo el mandato de Roewer cuando desapareció del mapa el trío neonazi que integró la banda NSU. El servicio secreto los vigilaba, pero no evitó que huyeran justo a tiempo. El trío pasó casi 14 años en la clandestinidad con unos documentos personales bien falsificados.

El presidente del Sindicato de la Policía (GDP), Bernhard Witthaut, cree que esos documentos eran papeles falsos ‘legales’, de los que se usan para proteger a testigos y a informantes. Al comisario Witthaut le molesta en particular que Roewer acuse ahora a la policía del monumental error que supuso la huida del trío. Entre los policías alemanes, dice, crece la “consternación por las posibles implicaciones del asesinato de una colega de servicio”, en referencia a Michèle Kiesewetter, décima víctima de NSU, que fue tiroteada junto a su compañero de patrulla en 2007.

Aquella huida convirtió al trío en ídolos de los ultras de Turingia, donde incluso les dedicaron canciones de rock radical. Se decía que estaban en Suecia, en Sudáfrica o en Holanda. Mientras tanto, seguían con los asesinatos, casi todos pequeños propietarios.

Como Enver Simsek, que atendía un puesto de flores en Núremberg cuando fue tiroteado hace 11 años. En los seis años siguientes también mataron a un sastre, dos fruteros, un vendedor de kebab, un hostelero, un cerrajero, un vendedor de periódicos y al joven Halit. Todos menos uno, que era griego, tenían ascendencia turca.

El domingo antepasado fue detenido otro militante neonazi, llamado Holger G., el cuarto sospechoso de colaboración con la banda. Alquiló vehículos para ellos y les prestó papeles. Todo apunta a que el trío contó con una amplia red de cómplices o ayudantes. Y justo ayer, las autoridades detuvieron a otro sospechoso, Ralf W. de 36 años, quien habría sido cómplice del trío desde su creación y aparentemente, habría dotado de armas y municiones a la NSU.

¿De qué vivió el trío durante 14 años? ¿De dónde sacó las armas? ¿Cómo supieron que los iban a detener en 1998? ¿Se suicidaron realmente dos de ellos? ¿Qué papel jugaron los servicios secretos y el Pequeño Adolf?

La ultraderecha se ha cobrado muchas más vidas en Alemania que cualquier otro tipo de terrorismo desde 1990. La canciller Ángela Merkel prometió “el esclarecimiento inmediato y completo” de los 10 últimos asesinatos. El comisario Witthaut también espera que se logre la resolución de los crímenes, pero añade al teléfono un resignado “a lo mejor”.

Alemania creará un registro de ‘ultras’

La fundación antirracista alemana Amadeu Antonio registra a 182 víctimas mortales de agresiones de ultraderecha desde la unificación de Alemania en 1990, cometidas por diferentes organizaciones consideradas nacionalistas.

En el ‘ranking’ de muertes, este número pone al terrorismo xenófobo por encima del terrorismo islámico, que es considerado como la principal amenaza a la seguridad de Europa, a pesar de que Alemania no ha sufrido un ataque a gran escala por parte de estos grupos.

El ministro del Interior alemán, Hans-Peter Friedrich, reveló esta semana que habría una “docena” de personas implicadas en los crímenes de la Resistencia Nacionalista y que el Gobierno creará un registro central de neonazis y ultraderechistas, con los nombres de los sospechosos y los sindicados —similar al banco de datos ya existente sobre extremistas islámicos— para ejercer un mayor control de cara a posibles ataques.

Enlace: http://www.elespectador.com/impreso/...sinos-neonazis

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