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Predeterminado Porqué la guerra contra iran e irak, la agonía del patrón dolar. Calificación: de 5,00

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La agonía del patrón dólar Por: Wim Dierckxsens |

Una nueva depresión afecta la economía mundial. Su más reciente manifestación es el estallido de la burbuja inmobiliaria en los Estados Unidos. Las bolsas de valores se conmueven en todos los rincones del planeta. Los jefes de cartera económica reaccionan con cautela. Pero lo más grave está por venir: la economía de la potencia mundial acumula signos que hacen inocultable su progresivo deterioro, y con éstos el fin de la era del dólar.
Comenzó el colapso de la economía norteamericana


“Estamos en un período de depresión global causado por el sector de hipotecas de riesgo”, expresó Jacques Tissier, gestor de fondos de Stratege Finance el 10 de agosto de 2007 en París. Esta depresión hace parte del cambio de época que vivimos, cuya manifestación más fidedigna es la muerte del patrón dólar, defunción similar a la ocurrida en 1971 con el patrón dólar oro y en 1930 con la del patrón oro. Prevalece, sin embargo, el falso e ingenuo supuesto de que los gobernantes y la banca siempre lograrán balancear la economía.
Aunque advertida desde hace tiempo por muchos especialistas, la depresión global es oficial desde junio pasado: Robert Samuelson y Steven Pearlstein lo anunciaron el día 13 en las páginas del Washington Post, uno de los medios más destacados de la élite monetaria estadounidense: “El colapso de la economía norteamericana ha comenzado”. Es ésta una circunstancia por la burbuja inmobiliaria (pieza maestra de la desastrosa estrategia económica de la actual administración de los Estados Unidos) y la avalancha de gastos militares, al tiempo que las reducciones fiscales autorizadas por esta misma administración. Estamos ante una tríada económica que en primera instancia empujó hacia delante su economía, inflando simultáneamente un consumo respaldado no en su desarrollo productivo sino en las importaciones. Resultado final: una deuda externa cada vez más gigantesca.

Las cifras son asombrosas: las deudas con el exterior de la mayor economía del mundo trepaban en 2007 a 10 millones de millones de dólares. Pero hay más: a este endeudamiento se suma el proveniente de créditos fáciles, en especial los destinados a bienes y raíces. Los precios pagados por las compañías y la deuda entablada por las empresas para adquisiciones son fabulosas, de modo que para finales de 2006 la deuda total estadounidense (pública, empresarial y personal) llegaba a los 48 millones de millones de dólares: más de tres veces el PBI norteamericano y superior al Producto Bruto Mundial (PBM) (1).

En los últimos tiempos, las deudas privadas y públicas ascendieron sin cesar en todo el mundo, y no sólo en Estados Unidos. La deuda pública y privada mundial sumaba en 2001 unos 60 millones de millones de dólares, o sea, el 150 por ciento del PBM, sin dejar de crecer. Estados Unidos, sin embargo, debía más de la mitad de ese dinero. A la vez, la mitad de la deuda pública norteamericana se presenta en favor de extranjeros. Acreencias en dólares, como reservas internacionales. Este escenario implica una insostenible hipoteca sobre el futuro, a la par que amenaza de una nueva depresión en la escala mundial. La ola de pánico por el imprevisible efecto que pueda tener la crisis hipotecaria, constructora e inmobiliaria, en marcha en los Estados Unidos sobre la economía nacional, europea y global, alcanzó en este agosto los mercados financieros mundiales. Así lo evidencian las importantes caídas en las bolsas.

Los bonos del Tesoro, considerados en otro tiempo como garantía de seguridad, se hallan bajo creciente presión. La reacción a la crisis por parte de los bancos centrales de todos los países fue común: ofrecer fuertes inyecciones de dinero para insuflar mayor liquidez a bancos y mercados monetarios. Es cierto que los bancos centrales pueden intervenir para superar crisis económicas, y así lo han hecho en el pasado, pero no pueden evitar las crisis ni soslayar un agotamiento en la propia racionalidad económica vigente. Hoy día, ni los bancos, aun los bancos centrales, parecen tener una visión clara sobre qué institución crediticia u otro servicio financiero será el próximo en descubrir pérdidas en bonos de alto riesgo. Ya nadie confía en nadie. La rueda de rumores en Wall Street y en los mercados financieros internacionales cobra nuevas víctimas cada día.

Los temores en todo el mundo no son gratuitos. Una nueva recesión mundial, en una era de globalización caracterizada por el predominio del capital especulativo al debe, sería tan profunda que generaría una crisis sistémica. En Estados Unidos hay cerca de 10.000 millones de dólares en créditos hipotecarios, de los cuales alrededor de un tercio tiene una calidad de solvencia mala o insuficiente. El mercado de la construcción y todas las ramas asociadas representan casi una cuarta parte de toda su economía. Los consumidores locales, cuyo gasto soporta casi dos terceras partes de la economía de su país, se tornan conscientemente retraídos.

Esta situación se refleja no sólo en la brutal caída de los precios inmobiliarios (vea gráfico) y en la peor contracción en la historia del mercado de la construcción sino también en las cifras de facturación del comercio minorista y los malos resultados de la industria automotriz. En otras palabras, la economía productiva se encuentra desde hace rato en recesión. La venta al detalle cayó al 1 por ciento al mes a mediados de 2007, en tanto que la venta de repuestos de automóviles lo hizo en un 3 por ciento. La venta de autos en el último año descendió drásticamente en Estados Unidos. General Motors vio disminuir sus ventas en un 19 por ciento; Ford, en un 17. Incluso las marcas extranjeras perdieron terreno en Estados Unidos. Las ventas de Toyota bajaron en un 3,5 por ciento, y las de Honda en un 3 (3). No es casual que se asegure, por tanto, que estamos ad portas de una recesión de la economía de Estados Unidos y ante el punto de inflexión de la fase de impacto de la crisis sistémica.

De hacerse realidad esta crisis, las consecuencias directas que convergerán en Estados Unidos no se dejarían esperar: aceleración del ritmo e importancia de las quiebras de las sociedades financieras, pasando de una por semana a una por día; alza espectacular de embargos inmobiliarios, con la consecuencia de diez millones de estadounidenses arrojados a la calle; desplome acelerado del precio de los bienes raíces, recesión de la economía, caída precipitada de las tasas de interés, conflicto comercial con China. La respuesta de este país no se haría esperar: pone en venta los cientos de millones de bonos del Tesoro norteamericano, propiciando una brutal caída del dólar frente al euro, el yuan y el yen (4).

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Última edición por jandresom; 28-11-2011 a las 22:01:15
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