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Antiguo 23-10-2011 , 21:16:35   #2
RICARDO69
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Predeterminado Respuesta: Del dictador Rojas Pinilla al alcalde encarcelado Samuel Moreno

Acontecimiento inolvidable durante el gobierno militar fue la inauguración de la televisión en Colombia. La imagen más perdurable que guardo del general Rojas es la que aparecía con molesta insistencia por esa mágica pantallita, precedida siempre de una solemne voz oficial que anunciaba a los colombianos otra alocución del "Excelentísimo Señor Presidente de la República, Comandante Supremo, teniente general Gustavo Rojas Pinilla", seguida del rostro bonachón y las charreteras engalanadas del Primer Mandatario, que soltaba monótonas retahílas sobre su obra de gobierno.

Yo trinaba de la rabia cada vez que una aparición del general retardaba programas como Boston Blacky o el Club del tío Alejandro y ahí comenzó a caerme muy mal el Presidente, que familia y periódico habían aclamado como el salvador de la Patria.

Mi animadversión por Rojas se hizo más seria cuando, un año después, en agosto del 55, clausuró EL TIEMPO,
con el pretexto de que su director se había negado a publicar una rectificación enviada por el Comandante Supremo.

El impacto personal de esta medida fue que mi papá se quedó sin empleo y nos tocó mudarnos a vivir con un malgeniado hermano solterón de mi mamá, lo que agudizó mi enojo con el general gobernante. Ya yo captaba que los malos no solamente eran los godos, sino también los militares y, a la más curtida edad de 11 años, incurrí en mis primeros brotes de activismo político, bajo la batuta de mi mamá y sus hermanas y primas Calderón Nieto, llamadas 'las Policarpas', por el fervor con que promovían la causa liberal.

¡Cayó Rojas!

A raíz del cierre de EL TIEMPO, 'las Policarpas' encabezaron una protesta de las señoras de la sociedad bogotana, que, todas vestidas de negro, marcharon hasta la plaza de Bolívar. Se ganaron empellones y bolillazos de la Policía y nunca había visto a mi madre tan alterada, despeinada y enardecida como cuando llegó a la casa tras ese atrevido acto de rebeldía cívica. La quise mucho ese día.
Cerrado EL TIEMPO, el gobierno rojista (una 'dictablanda', en realidad) permitió que en su lugar saliera el diario Intermedio, nombre socarrón que insinuaba que lo de Rojas no duraría. Pronto comencé a vivir con infantil pasión las llamadas 'jornadas de mayo' contra la dictadura, mi primer contacto con la realidad de la política.

Emocionaba sentirse participando en grandes acontecimientos, ya fuera colocando tachuelas bajo las llantas de los carros durante los días del paro nacional, pegando en cualquier sitio pequeñas calcomanías amarillas y negras que decían "¡Botas no!", visitando en la cárcel al tío Hernando, encanado dos días por pintar consignas murales contra Rojas. Todo excitante y aleccionador para un peladito de mi edad.

La tensión hogareña era alimentada por la permanente lluvia de versiones sobre lo que pasaba: que en Cali mataron a tal dirigente liberal, que fulano era 'lentejo' (vendido al rojismo) y zutano, agente del SIC (policía política de la dictadura), que el domingo abuchearon a María Eugenia en la plaza de toros y tal día les metieron varios goles a los censores de Intermedio.

Día memorable fue el domingo en que mi mamá me llevó a misa a La Porciúncula, a escuchar uno de los sermones del cura Velásquez contra el gobierno militar, que convocaban a cada vez más gente. A la salida de la iglesia, atestada de vociferantes opositores de Rojas, estaba esperando la Policía, que arremetió contra la multitud con gases lacrimógenos y tanquetas que vomitaban tinta roja. Nos refugiamos con mi madre en una casa vecina, en medio de los gritos del tumulto y los llantos que producía el picante gas. Además de miedo del bueno, sentí enorme admiración por los estudiantes de corbata y camisa blanca que desafiaban los poderosos chorros de las tanquetas y devolvían a mano limpia las bombas lacrimógenas que disparaba la Policía.

Continua

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