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Antiguo 01-09-2011 , 23:42:35   #2
Avalanch
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Predeterminado Respuesta: "Popeye": perfil de un sicario

Los oficiales de la Policía que tuvieron que ver con la persecución de los miembros del cartel de Medellín lo califican como un hombre que a sangre y fuego se ganó su espacio en esa banda. El coronel Carlos Barragán, subdirector del Inpec y que en los años ochenta era el secretario personal del director de la Policía, general Miguel Antonio Gómez Padilla, asegura que ‘Popeye’ era un hombre "disciplinado, peligroso y entregado a la causa del narcotráfico". Era uno de los sicarios más escurridizos de Escobar y a las autoridades siempre les quedó grande dar con su paradero. Nunca fue capturado. Se entregó por primera vez con Pablo Escobar para ser recluido en la cárcel de La Catedral, una suerte de mansión, diseñada por el mismo capo. Más tarde se fugó con él y con sus principales lugartenientes, para finalmente entregarse de nuevo en la cárcel de Envigado, junto con Otoniel González, alias ‘Otto’, y el hermano de Pablo Escobar, Roberto Escobar, alias ‘el Osito’.

–Lo del otro hijo de Pablo es mentira, eso es un cuento chino del ‘Osito’, por eso ese muchacho nunca quiso hacerse la prueba de ADN. El Patrón era muy celoso con su familia, no ve lo que le hizo a Wendy...

Cuando se le pregunta a Barragán sobre la condición mental de ‘Popeye’, asegura que no es un hombre fantasioso. Tal vez por eso, las autoridades le han creído buena parte de sus historias sobre la mafia y sobre los vínculos no santos de políticos, como la del senador Alberto Santofimio Botero con Pablo Escobar.

Mal contados y haciendo memoria, ‘Popeye’ dice que mató a más o menos trescientas personas, sin contar las que murieron en el avión de Avianca o la bomba del Das.

–Pero no vuelvo a tomar la justicia por mi propia mano –dice.

‘Popeye’ participó en los secuestros del entonces alcalde de Bogotá, Andrés Pastrana Arango, por el que le pagaron 500.000 dólares, y del jefe de redacción de El Tiempo y hoy vicepresidente de la República, Francisco Santos. Y estuvo involucrado en los asesinatos del procurador Carlos Mauro Hoyos (cobró 200.000 dólares), de Luis Carlos Galán (la organización le giró 100.000 dólares), del coronel de la Policía Valdemar Franklin Quintero (ganó 50.000 dólares), del periodista Jorge Enrique Pulido en 1989 y de decenas de políticos y servidores judiciales a los que Escobar, su jefe, veía como enemigos por dictar un decreto, luchar contra la extradición o simplemente, en el caso de los periodistas, por referirse a los extraditables, como denominaban al grupo de Escobar.

Era tal la paranoia que ‘Popeye’ y su grupo de sicarios decidieron amenazar a un empresario de vallas en Medellín porque en uno de sus avisos publicitarios, instalado en la vía Medellín-Rionegro, se leía: "Lucho contra el Perico", refiriéndose a la pugna que por esos días tenían en las carreteras de Francia y España el ciclista colombiano ‘Lucho’ Herrera y el español Pedro ‘Perico’ Delgado.

–Pensábamos que alguien había puesto esa valla en contra del "perico", la cocaína, la base del negocio del Patrón.

‘Popeye’ dice que nunca suelta una lágrima. Habla con la misma rapidez de las ametralladoras que disparó en su organización, pasa de un tema a otro y dice que no hay tema vedado. Sonríe con frecuencia y las cicatrices de las operaciones a las que se sometió para cambiar su apariencia no se ven. Se adelgazó los labios y los pómulos y se arregló la mandíbula porque por culpa de su mentón, por "cumbambón", se ganó el apodo de ‘Popeye’. No mide más de un metro con setenta, pero su presencia es contundente. Su mirada da miedo. Tiene buena memoria y "canta" con un fuerte acento paisa cada historia de terror. Los 18 años que lleva en la cárcel se reflejan en el color blancuzco de su piel, casi verde. El encierro, el frío y la conciencia no han afectado su salud. Dice que mantiene su presión arterial de "sicario fino": 100-60, y define ese término como un asesino que no mata porque le chocan el carro. No usa drogas ni se levanta envalentonado con ganas de matar a alguien. El sicario serio hace su trabajo. Él lo hizo.

–Pero hoy soy otro –repite–. Ya no soy violento y hasta he moderado mi manera de hablar. Por aquí estuvo un sacerdote y me dijo que cada vez que hablara anotara en un cuaderno la cantidad de vulgaridades que usaba en mi repertorio. Me di cuenta de que decía tantas groserías, que me sentí apenado conmigo mismo. "Gonorrea" era la palabra que más usaba. Asegura nuevamente que hoy es otro, que está arrepentido y que siente remordimiento. Se convirtió en delator para romper el cordón umbilical con la mafia. Está convencido de que su apego a Dios y a la oración le ayudan a llevar el día a día. Afirma que hay una recompensa de un millón de dólares por su cabeza, pero que hay una larga lista de políticos y empresarios que lo protegen en la sombra. Cuando se le indaga por su vida en la cárcel habla de ella como si fuera su mejor amiga. Ha estado durante 18 años en las más duras penitenciarías del país, condenado por terrorismo, narcotráfico, concierto para delinquir con fines terroristas y homicidio.

Con esos argumentos ha logrado mantenerse con vida durante todos estos años en las cárceles de Bellavista, Itagüí y La Catedral en Antioquia, La Modelo y La Picota en Bogotá, la de Máxima Seguridad en Valledupar y otra en San Diego, California, donde estuvo tres meses en 1987 después de que lo capturaron a la entrada a ese país por un caso menor. "Estuve con una identidad cambiada. En los papeles me llamaba Alexander Álvarez Molina (la "chapa" costó US$50.000). Los norteamericanos son tan brutos que, cuando me capturaron, me llevaron al comando de la Policía y mientras me registraban y yo daba mis datos falsos, había un cartel con los nombres y fotos de la gente del cartel de Medellín y no me reconocieron". En esa ocasión pagó la fianza y se quedó tres meses en Estados Unidos con el fin de comprar unos cohetes tierra-aire para derribar aviones comerciales.

‘Popeye’, que regularmente a duras penas habla con el guardia de turno que lo acompaña las 24 horas en esa mole de concreto y tiene pasatiempos como hacer el letrero del Espíritu Santo que adorna su cuarto, quiere decir mil cosas. "Cada cosa mala que me pasa me fortalece. Tal vez por eso es porque he podido salir con vida de siete atentados que me han hecho en las cárceles, porque he aprendido a ir más adelante que mis agresores".

–¿Cuál es su mayor secreto?

Una caleta con armas de Pablo Escobar que han buscado mucho y no han encontrado.

Sólo nos queda una pregunta:

–¿Cómo puede dormir tranquilo un hombre que ha matado a tanta gente?

Su respuesta llega con una sonrisa:

–Porque tengo el alma muerta.

*Tomado de la revista DONJUAN (número 35, septiembre de 2009).







Contó cómo se llevaron a cabo cientos de atentados en las décadas de los 80 y 90.

"Soy un hombre privilegiado porque he visto caer a mis enemigos, vi morir a Pacho Herrera como un perro y vi extraditar a los Rodríguez Orejuela, asustados y llorando. Uno desde la cárcel ve morir a sus peores enemigos y eso es muy gratificante".

Así, John Jairo Velásquez Vásquez, alias 'Popeye', ex jefe de sicarios del desaparecido Pablo Escobar Gaviria, narra parte de su vivencia como interno, desde hace siete años, de la cárcel de Alta Seguridad de Cómbita.

Velásquez o 'Popeye' acompañó a Escobar, fue el autor material e intelectual de los actos más sangrientos de la historia de Colombia durante las décadas de los 80 y los 90.

Para defender la obsesión de Pablo Escobar de evitar la extradición de colombianos a cárceles de Estados Unidos, 'Popeye' asesinó a cerca de 250 personas y participó en el homicidio de más de 3.000; armó y activó cerca de 250 bombas.

"Matamos a Luis Carlos Galán y a 540 policías, al procurador Carlos Mauro Hoyos, a Diana Turbay; a varios magistrados, dejamos heridos a 800 policías; hicimos explotar el vuelo 230 de Avianca y secuestramos a Andrés Pastrana", reconoce el jefe de sicarios del cartel de Medellín.

"Yo no mataba a una persona y empezaba a sudar ni a fumar marihuana; lo mataba, me iba para la casa, me bañaba, me ponía a ver televisión y vivía normal porque soy un asesino profesional", dice.

'Popeye' está terminando de purgar en Cómbita una condena a 22 años por los delitos de narcotráfico, concierto para delinquir con fines terroristas y homicidio. Solo le restan tres años para quedar en libertad.

El Estado lo protege porque ha sido testigo de hechos que marcaron la historia trágica del país. Lo protege, además, porque desde hace años el ex sicario está colaborando con la justicia en el esclarecimiento de algunos hechos como el asesinato de Luis Carlos Galán y de Guillermo Cano, carros bombas y el caso del avión de Avianca.

A pesar de su aparente tranquilidad en Cómbita, 'Popeye' vive con zozobra por temor a ser envenenado, razón por la cual el Inpec vigila los alimentos que a diario consume.

"A mí nadie me visita; con decirle que recibe más visita un secuestrado que yo, porque con todos estos problemas preferí no recibir más visita. Mi hijo vive en Estados Unidos y cuando yo salga de acá me quiero ir del país, si el Estado me ayuda, me voy y si no me ayuda, también. Mi cabeza vale dos millones de dólares para los Ochoa Vásquez, por eso me vigilan hasta la comida", señaló en entrevista con este medio.

Su pabellón es un espacio de 30 metros cuadrados con 20 celdas de dos metros por dos metros, donde generalmente pasan sus días y noches algunos narcotraficantes a la espera de que el gobierno autorice su extradición, pero en estos días el patio está vacío, no por falta de narcotraficantes de gran prontuario, sino porque las autoridades penitenciarias prefieren que 'Popeye' esté solo para evitar un atentado en su contra.

Su vida en la cárcel está llena de rutinas. Se levanta a las seis de la mañana y se baña, pone a calentar la cafetera, prende la televisión, ve noticias, prepara su desayuno, lee y realiza una oración de quince minutos.

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