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Denunciante Popular
 |  Refundar la política Por: María Elvira Samper
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5,00
 | Refundar la política
Por: María Elvira Samper
A RAÍZ DE LA LÁNGUIDA PARTICIPAción en las consultas del domingo pasado, que le costaron al Estado más de 45.000 millones de pesos para que sólo votara el 11% de los 12 millones de personas habilitadas para hacerlo, quedaron planteados varios interrogantes: si conviene mantenerlas para escoger candidatos a todos los cargos de elección popular o es mejor limitarlas; si deben ser abiertas o cerradas, obligatorias u opcionales; si es necesario exigir pólizas de cumplimiento a los partidos o si éstos deben acudir a mecanismos alternativos como las encuestas; si debe haber o no reposición de votos…
El debate es útil, pero esquiva la pepa del problema, pues aun si partidos y candidatos hubieran hecho la tarea de informar y hacer pedagogía para movilizar a los electores, me temo que los resultados no habrían sido radicalmente diferentes. La razón es simple: la gente no se siente representada por los partidos, desconfía de los políticos y piensa que, no importa quién llegue a las alcaldías o gobernaciones, la situación no va a cambiar. Son muchos años acumulados de frustraciones y promesas incumplidas.
Por esto, y a propósito de que se cumplen 20 años de la Constitución del 91, la pregunta es si el fracaso de las consultas no es también una señal —una de tantas— del fracaso de la Carta en su propósito de relegitimar la política, de desterrar el clientelismo, de fortalecer y modernizar los partidos, de abrir espacios a nuevas fuerzas, de ampliar los mecanismos de participación, de conectar el país político con el país real… Es evidente que el discurso de la democracia participativa y el cambio de normas no transformó la cultura ni las costumbres políticas: los viejos vicios persisten renovados y las nuevas reglas sólo modernizaron a medias la política —si acaso en las ciudades grandes—. Decantada la explosión de partidos y movimientos que ellas propiciaron (llegaron a ser más de 60) y luego reformas como la de 2003, los partidos que sobreviven, incluidos los dos tradicionales, son débiles, sin marcadas diferencias ideológicas, que básicamente se mueven por intereses que varían de región a región, de ciudad a ciudad, de elección a elección, de tal manera que partidos enfrentados terminan haciendo alianzas insólitas según conveniencias de ocasión.
La crisis política, uno de los factores que llevaron a la convocatoria de la Asamblea Constituyente y a la redacción de la nueva Constitución, no ha sido superada. Peor aún, se profundizó con la infiltración de dineros del narcotráfico en la campaña presidencial del 94 primero, y luego con las perversas alianzas de amplios sectores políticos con el paramilitarismo y su proyecto de “refundar la Patria”, fenómeno que hizo implosión durante el gobierno Uribe. Si a esto se suman la ‘yidispolítica’ y los escándalos que han dejado al descubierto la existencia en varias entidades del Estado de mafias al servicio de políticos y de sus roscas de amigos y contratistas, se entiende por qué hoy más que nunca la política es vista como el espacio por excelencia de la corrupción y el caldo de cultivo de intereses espurios, y por qué el escepticismo y la desconfianza de la gente.
El fracaso de las consultas es sólo una cara de la crisis de legitimidad de la política, ese sí un mundo que hay que refundar. Pero entre todos porque, para decirlo con una frase de cajón, la política es algo muy serio como para dejarla sólo en manos de los políticos.
__________________ las mentes brillantes tienen los demonios mas persuasivos |
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