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Antiguo 30-05-2011 , 09:18:42   #2
ripley
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Respuesta: Enrique Santos rompió el silencio y habló de su hermano el Presidente

Viendo llover en Macondo

Pero no hay felicidad que dure cien años ni clima que lo permita. Dentro de los planes del Presidente, un hombre que todo lo calcula, no figuraba un invierno devastador e interminable. Un macondiano diluvio universal -"surrealista", lo calificó Time- que, además de vías y viviendas, ha erosionado su popularidad y trastocado toda su estrategia de inversión. Poco importa que no sea su culpa. Si la ayuda no llega, el Gobierno falla. Neutralizar los estragos del "general Invierno" será una operación más complicada que dar de baja a 'Jojoys' o 'Cuchillos'.

El frente invernal constituye el mayor desafío a la ideología del "buen gobierno" que Santos profesa hace dos décadas, y aquí se juega su fama de gerente y de tecnócrata. Debe preocuparlo que, seis meses después de la declaratoria de emergencia y en medio de la segunda ola invernal, la brigada élite que nombró no haya sobresalido por sus resultados. En una sociedad hastiada de la corrupción oficial y privada, el desastre invernal puede exacerbar la indignación colectiva con la venalidad e ineptitud de unos y otros.

Invierno y corrupción son el doble talón de Aquiles frente al cual Santos tiene que desplegar toda su capacidad de liderazgo personal. So pena de que se expanda un ya perceptible desaliento general. Ha dado a entender que aquí no será ni tranquilo ni tolerante. Mal podría, cuando no hay fisco ni reformas que aguanten la desbordada corrupción que carcome al país. Después de Nules, Estupefacientes, Saludcoops... ¿qué más nos falta?
JMS ha mostrado su intención de destapar ollas podridas, como el sistema de salud o la Dirección de Estupefacientes, donde debe haber medidas ejemplarizantes y peces gordos en la cárcel. Pero la lucha contra la corrupción es un arma de doble filo. Este destape no oculta el hecho de que los escándalos se engendraron durante el gobierno anterior, al que sirvió el actual Presidente. Dependerá, otra vez, del manejo político que le dé y de mostrarles a los colombianos las diferencias y las líneas de fractura.

Pero su mayor reto es que la Ley de Víctimas no sea un canto a la bandera. El gobierno Santos puede pasar a la historia si logra una real restitución de tierras para los centenares de miles de campesinos despojados. Va a la nuez del conflicto de este país y debería ser el eje de su política social. Por la forma tan personal como asumió el proyecto, parece que lo será. No puede ser gratuito que, en un hecho sin precedentes, lo haya radicado como Presidente en el Congreso. Gestos simbólicos significativos que, ya aprobada la ley, exigirán compromiso a fondo para aplicarla y mano fuerte para defender a los campesinos de sus eternos victimarios.

Entre las reformas planteadas por JMS, cabe destacar la que busca proteger los recursos públicos de los focos de corrupción en alcaldías y gobernaciones: la célebre ley de regalías. No será fácil. Ha resultado imposible, por ejemplo, saltarse a los poderes locales y regionales en la distribución de la ayuda para los damnificados del invierno. Aquí habrá polémica y tires y aflojes con caciques grandes y pequeños, con los que tendrá que muñequear. Sin permitir que las interferencias atrasen más la entrega de ayudas y la rehabilitación de las áreas inundadas.

Un flanco especialmente delicado, que no puede descuidar un gobierno presidido por un ex ministro de Defensa, es el de la seguridad, que puede volverse cada vez más polémico. Entre otras por cuenta del reiterado mensaje uribista de que se ha retrocedido en este terreno. Las estadísticas no son críticas, pero la percepción ciudadana sí está afectada: en la última Gallup, el 64 por ciento siente que se ha empeorado en este aspecto.
Asimismo, tarea que no sobraría es la de compactar más las Fuerzas Militares para evitar brotes de malestar o desmoralización que algunos estimulan.

La salud es, por supuesto, tema crucial, donde este gobierno debe jugarse a fondo. Se consagraría si reforma de verdad un sistema sin controles, plagado de incentivos perversos, que ha beneficiado más el patrimonio de las EPS que la salud de los colombianos.
Hay que depurarlo, de acuerdo, pero ¿qué sistema de salud busca? Sobre esto no hay claridad alguna y debe enviar pronto un mensaje que despeje la gran ambigüedad reinante.

Otro campo donde falta definición es el cada vez más estratégico de la minería. Dadas las últimas polémicas en varias regiones, el Gobierno está en mora de clarificar normas y procedimientos. Es lo que esperan las empresas y también los defensores del medio ambiente. Para no hablar del siempre atrasado sector de obras públicas, que clama por medidas drásticas para salir de un sistema de contratación absurdo y de una tramitología asfixiante.
Aquí el Gobierno tendrá que darse la pela, porque no es viable un país con el agua al cuello y sin puentes ni carreteras.

Se me quedan infinidad de temas en el tintero (desempleo rampante, reforma educativa enredada, funcionarios que no dan la talla, boato y despilfarro innecesarios, etc.), pero una conclusión provisional es que Juan Manuel Santos ha roto paradigmas e introducido otra forma de ejercer el poder. En el campo internacional, el más sobresaliente, le ha dado a Colombia un protagonismo hace tiempos no visto. Reunirse con Obama en Washington y recibir a Chávez en Cartagena, pasar de tête-à-têtes con Sarkozy, Zapatero y Merkel a presidir el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas; lograr la secretaría de Unasur o el arreglo de Honduras, son logros que reflejan una política exterior con visión e independencia.

En el frente doméstico el cuento es otro. Las múltiples incógnitas y los enorme retos ya presentes dibujan un horizonte menos despejado. Toda medida que tome el Presidente generará resistencias y tiene riesgos políticos. Y cada error se lo cobrarán a fondo. Por ahora tiene alineados a críticos y enemigos de antaño. Pero todos -en la política o en los medios- se mantienen con el cuchillo afilado.

Me había propuesto, en fin, no escribir sobre política mientras mi hermano estuviera en la Presidencia por obvias razones. Cualquier concepto, bueno, malo o feo, será leído a través del prisma familiar. Pero una vez al año no hace daño, me dije, y al recordar lo que arrancó aquel domingo 30 de mayo, no resistí la tentación de soltar esta opinión sobre su gobierno. Con el riesgo, claro, de que muchos piensen lo que perversamente dijo Felipe López alguna vez sobre Daniel Samper: "Fue un gran periodista hasta que se volvió samperista"

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