Denunciante Épico
 |  Café samperista
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 | Café samperista  Salud Hernández-Mora Hay personajes que fueron semilla de corrupción y ahora dictan cátedra de moralina. Ernesto Samper se permite recorrer Colombia liderando foros destinados a los jóvenes que aún creen en la cosa pública. Los llama Café País y en ellos pretende promover el buen gobierno y la ética política, muy a tono con los turbios tiempos que corren y con su ejemplar trayectoria. Supongo que comenzará con un taller de prestidigitación para enseñar a los dirigentes del futuro, animosos y decididos, a desaparecer pruebas y desviar testigos; otro, de ceguera súbita al paso de paquidermos; uno más, de envolver rápido paquetes de billetes frescos sin que abulten mucho, y uno último sobre cómo multiplicar platos de lentejas para que los glotones queden saciados y agradecidos. Seguro que no defrauda, que resulta edificante, liberal y constructivo. Sugiero que invite para la parte práctica, además de la inagotable lista de sus compinches, a quien fuera Fiscal General (e.) Guillermo Mendoza. Que cuente a sus atentos alumnos cómo pudo su hermano ser designado en el 2009 gobernador encargado de Bolívar pese a estar inhabilitado por su primer grado de consanguinidad, según la Ley 617 del 2000, ratificada por el Consejo de Estado en el 2007. El viejo caso combina varios aspectos del actual y muy interesante Café País: ¿le importó la ley al Gobierno? ¿Tuvo algo que ver que Uribe buscara la reelección y Mendoza fuera íntimo de Javier Cáceres, poderoso legislador para la época? ¿Dijeron algo los magistrados? ¿Será que Mendoza les tapó la boca con puesticos? Puede parecer una minucia, además de historia antigua, pasada y aburrida, pero por olvidarlas nos vamos acostumbrando a que aquí la ley la violan tanto jueces, fiscales, presidentes como bandidos (bueno, a veces son sinónimos). Y luego nos extraña que se den fraudes colosales como el de los medicamentos del Fosyga, que es un delito continuado y repugnante y en el que aparecerán pronto nombres llamativos. ¿Significará ese descubrimiento que ahora sí que estamos, por fin, reduciendo la corrupción a sus justos términos? Siento ser aguafiestas, pero no creo. Guardo desde hace años unas carpetas que hieden y que jamás quedan vacías. Llevan por título 'Corrupción' y en ellas archivo denuncias que voy publicando de a poquitos, en cuanto puedo convalidarlas. Abandono decenas que me mandan ciudadanos comprometidos de lugares tan distantes como Puerto Carreño, Chiriguaná, Cururú, Quibdó, Tumaco, Villavicencio, Cartago, Maní o Neiva, por citar solo unas, porque necesitaría dos vidas y una legión de voluntarios para investigarlas. También colecciono elefantes blancos que fotografío en los viajes. Hay unos gloriosos del parque de los Libertadores, de Tame (Arauca); el museo del Llanero, de Yopal; el puente sin carretera de Doncello (Caquetá), o el coliseo 'El Cangrejero', de San Antero (Córdoba). Los atracadores de cuello blanco parecen brotar de la tierra y es imposible erradicarlos porque no hay voluntad de acabarlos. Jueces, fiscales, legisladores, abogados, dirigentes políticos, funcionarios, procuradores, contralores y empresarios están encantados de que se practiquen distintas modalidades de robo y abuso, siempre y cuando sea su rosca la beneficiada y en el momento oportuno. Solo a cada tanto se rasgan las vestiduras, arman bulla, hacinan las cárceles con ladrones de medio pelo, para seguir más tarde haciendo lo mismo. Y no hay quien tire la primera piedra. El Polo, que hizo de la transparencia su bandera, se restregó de lodo. Indiferente a la evidente corrupción y a la indignación de la ciudadanía bogotana, la cúpula se dedicó a cerrar filas, esconder vergüenzas y satanizar mensajeros. Se hundieron solos.
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