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El mayor Meneses habla de "El clan de los doce apóstoles"
Cien días en Yarumal

Por: Olga Behar/Especial para El Espectador


Apartes del capítulo en el que el uniformado revela detalles de la supuesta relación entre Santiago Uribe -hermano del expresidente Álvaro Uribe- y el grupo paramilitar que da nombre al libro.


Foto: Gabriel Aponte
Santiago Uribe Vélez.

Los primeros días fueron tranquilos; el cambio de mando en el Comando de Yarumal y la despedida del capitán Benavides tuvieron ocupado al teniente Juan Carlos Meneses.

Pasarían varios días para que su superior, el coronel Alberto Rodríguez Camargo, comandante del Departamento de Policía de Antioquia, hiciera la primera anotación en el Folio de Vida del oficial.
El 11 de febrero se abrió el Formulario 3-fv, simplemente por cumplir el requisito; el 28 de febrero, el coronel Rodríguez hizo la primera anotación:

Anotación positiva: ha mostrado una buena aptitud para realizar operativos con el objeto de neutralizar las bandas de delincuentes dedicadas a asaltar el peaje de Llanos de Cuivá...

Según el informe oficial, todo marchaba sobre ruedas. Pero las ejecuciones extrajudiciales continuaban. El 1 de marzo cayó Omar Aristides Fernández y cuatro días después sucedieron los hechos que cambiaron para siempre la vida del teniente Meneses: Jorge Quintero Olarte y su hijo Jhon Jairo Quintero Zapata fueron asesinados.

***

Juan Carlos Meneses:

«Horas antes, Santiago me llama y me dice:

—Venga Meneses, vamos a armar un operativo contra un extorsionador al que le tiene que entregar una plata un amigo, el dueño del restaurante Las Rocas, en Yarumal, entonces colabóremele.

—Tranquilo, hágale.

»Yo fui y le recibí la declaración al hombre, me dijo: “Sí, a mí me toca entregar una plata, me están extorsionando”. Entonces lo mismo, armé el operativo con la gente de la Sijín: Amaya, Rodrigo, Pelo de Chonta, porque ya se unían los que manejaban la parte urbana a los de la parte rural cuando iban a algún operativo para hacer grupo e ir a cometer sus asesinatos. Salieron a la entrega del dinero a la parte rural; cuando fueron a entregarlo, dan de baja a un extorsionista, a la persona que fue a recibir el dinero y otro se les vuela. Yo rendí un informe a la Policía dando un resultado positivo, porque habíamos dado de baja a una persona que estaba extorsionando a un comerciante. Pero obvio que había sido la Policía, pero en colaboración con el grupo de Los Doce Apóstoles. Y al sujeto que se vuela de la extorsión, el grupo lo ubica en una finca que se llama La Sirena. Entonces Amaya llega y me dice:

—Venga, mi teniente, lo que pasa es que ya sabemos dónde está la persona de la extorsión que se nos voló.

—Pues si está ubicado, vayan y lo capturan.

»Era un procedimiento legal, porque si estaban extorsionando al comerciante y lo habían pillado, la lógica era que fueran a capturarlo. Amaya armó el operativo pero, la verdad, yo nunca me imaginé que tenían pensado hacer una masacre; yo cómo los iba a mandar a masacrar, porque iban a una finca y había posibilidades de que hubiera otros civiles. Y preciso que ahí había niño. Amaya se va con la gente de Santiago y van es a matarlo directamente, lo asesinan a él y a su papá: el papá y el hijo. Entonces es cuando se da el problema del fusil que se lleva Amaya. Afortunadamente, cuando lo interrogan, Amaya me salva y dice la verdad porque a él le preguntan: “¿El teniente Meneses estuvo allá?”. Y él contesta: “No, el teniente nunca fue”. Ahí es donde viene el problema de lo de las vainillas del fusil y hay un escándalo a nivel policial, por lo de los niños que resultan heridos. Además que yo rindo un informe diciendo de que son las Farc y que viajaron encapuchados».

***

Todo sucedió en la vereda Ventanas, perteneciente a la jurisdicción del teniente Meneses. Hasta allí llegó la inspectora de Policía, Martha Lidia Arango, para hacer el levantamiento de dos cadáveres. Eran las diez y media de la mañana cuando la funcionaria y su secretaria se toparon con el primer cadáver, el de un hombre joven, que yacía en el patio de una casita campesina. Estaba descalzo y sin camisa. Evidentemente, había intentado huir en medio de la noche, cuando fue despertado por la violencia de sus asesinos. Eran visibles los orificios que habían hecho las balas al penetrar su cuerpo, el más impresionante de ellos, el que le estalló el ojo izquierdo. A una distancia aproximada de metro y medio, estaba tirado el otro muerto, según la inspectora, de unos cincuenta años.

Dos días más tarde, la señora María Lucía Olarte decidió ir a relatar la historia de lo que había sucedido. Aunque no albergaba esperanza alguna, porque era sabido en Yarumal que ningún crimen se esclarecía, tenía que intentarlo por el recuerdo de su esposo Jorge y de su hijo Jhon Jairo. Éste fue su escalofriante relato:

Estábamos acostados cuando oí un tiro, entonces yo le dije a mi esposo: «Ay mijo, oí un tiro y es por aquí cerquita». Los perros estaban latiendo mucho, entonces mi esposo me dijo: «Mija, tirémonos al suelo». Entonces yo le contesté: «Ya no tenemos escapatoria, ya nos van a matar». Entonces llegaron ahí mismo y nos gritaron que saliéramos todos para afuera (sic), que si no salíamos, entonces nos tiraban una granada. Entonces todos salimos, nos dijeron que saliéramos todos con las manos arriba, que saliéramos rendidos (sic). Entonces mi esposo se arrodilló y les dijo que no lo mataran, que se fijaran que había muchos niños pequeños, entonces esas súplicas no nos valió, enseguida los mataron a todos dos… (sic)

Los cinco niños, que lloraban aterrorizados, lo observaron todo. De ellos, tres fueron heridos, aparentemente por balas disparadas al azar.

A María Lucía la amenazaron: «A mí me dijeron: “Entregue las armas o sino también usted se muere”.

Yo le dije: “Aquí no hay armas, lo único que tenemos es una escopeta”, y se la llevaron».
Antes de irse, le ordenaron a María Lucía que no saliera, razón por la cual tuvo que esperar, con los niños desangrándose, hasta que amaneció. Fue cuando pudo llevarlos al hospital.

Poco a poco se fueron conociendo algunos detalles: que eran seis hombres, que llevaban puestas botas militares, que dijeron ser de las Farc. Y en las vainillas que recogió la pequeña que sobrevivió pareció intuirse la clave del asunto: «Los que mataron a mi esposo y a mi hijo eran encapuchados de negro, ellos tenían armas largas y cortas y la niña recogió del suelo cuando fueron al levantamiento, unas balas como largas, cápsulas largas, eran como armas de las que usan los soldados».

Pasarían varios meses antes de que se estableciera que el fusil utilizado para cometer estos crímenes era el Galil calibre 7.62 mm, número 8-92543, que había sido asignado como dotación del teniente Meneses, comandante de la Policía en Yarumal.

Pero, al contrario de lo que se descubriría, Meneses habría escrito un informe al alcalde de la ciudad en el que señaló: «Se tuvo conocimiento que por atentado de los subversivos fue muerto el señor Jorge QuinteroZapata(…) y Javier QuinteroOlarte (…) hijo del antes mencionado (…). Según informaciones fueron sacados de sus residencias por un grupo de seis hombres aproximadamente, quienes dijeron pertenecer al Frente 36 de las Farc, y posteriormente causándoles la muerte por impactos de arma de fuego». Lejos estaba este informe de la verdad de lo que allí había sucedido.

Varios meses después, un testigo bajo reserva de identidad, identificado tan sólo como 002 (que se sospecha era el propio escolta del comandante de la Policía de Yarumal, Alexander Amaya), dio su versión. El interrogado aseguró que entre los integrantes del grupo de Los Doce Apóstoles estaban los Palacio, (…) que tienen una carnicería en la Calle Caliente y tienen un estadero de Yarumal para arriba que se llama Las Piedras, o Las Rocas, que inclusive a esos señores los estaban extorsionando (sic), les estaban pidiendo una suma de cuatro millones de pesos… Entonces los Palacios se comunicaron con el comandante de la Policía de Yarumal (Juan Carlos Meneses) y le mostraron las boletas de extorsión, entonces el comandante coordinó con Rodrigo. Entonces Rodrigo coordinó el operativo con Dayron y con Pelusa, y el comandante les prestó dos fusiles Galil y una subametralladora mini Uzi, entonces la plata la quedaron de entregar por intermedio del administrador de la finca La Sirena que se llama Antonio Mazo (sic). Entonces en el operativo le dieron de baja a un extorsionista que vivía en Ventanas y que era yerno de Jorge Quintero. Entonces en la huida se voló otro muchacho y a los dos días ubicaron la casa del muchacho que se había volado de allá de La Sirena. La casa era en Ventanas y en la noche le dieron muerte a ese muchacho y al papá, que se llamaba Jorge Quintero. Entonces ellos posteriormente, o sea los Palacios, le pagaron a Rodrigo y al comandante de la Policía por el trabajo, y luego lo que pasó en la finca La Sirena lo dieron como operativo de la Policía a pesar de que ellos no fueron (sic).

Los días siguieron pasando. El 11 de marzo, y sin que siquiera se mencionara la masacre de Ventanas, Meneses recibió una felicitación por realizar “operativos que dejan en alto el nombre de la institución policial” y ser el primer comandante en el departamento en cumplir la orden de pintar las radiopatrullas .

El jefe departamental omitió informar que las radiopatrullas fueron pintadas de blanco y verde con el dinero que en el mes de febrero de 1994, Santiago Uribe ordenó que le entregaran a Meneses en una reunión en la hacienda La Carolina, como lo indica el testigo 002, entrevistado por la Fiscalía el 7 de junio de 1996: «El otro punto fue que al teniente Meneses le dieron una plata para pintar las patrullas de Yarumal, que eran de color blanco y negro, para cambiarlas por blanco y verde y el aporte que tenía que dar la Policía era prestarle armamento, fusiles Galil y personal, de los que el teniente considerara serios…».

Según 002, el anfitrión de ese encuentro fue Uribe y asistieron Pelo de Chonta y Rodrigo, es decir, los supuestos encargados de los frentes urbano y rural del grupo paramilitar, así como el financista Álvaro Vásquez y el padre Palacio. Este último siempre ha negado haber participado en ese encuentro.
El propio Meneses confiesa hoy que ese dinero le fue suministrado en la hacienda La Carolina como una muestra de confianza ante la buena colaboración en los operativos de Los Doce Apóstoles, gestión que fue complementada con un tour especial por la hermosa finca:

CONTINÚA...........

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