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Predeterminado ¿Cómo cayó Bogotá tan bajo? Calificación: de 5,00

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Ayer el Polo le pidió la renuncia a Samuel Moreno después de que el Procurador le dictara pliego de cargos y lo suspendiera durante tres meses. El alcalde no renunció pero la ministra de Educación María Fernanda Campoestará encargada de Bogotá mientras el presidente Santos escoge una persona ternada por el Polo Democrático. Con estos últimos acontecimientos, Bogotá cayó a su punto más bajo en dos décadas. ¿Qué pasó?

Bogotá ha sido siempre una ciudad difícil, llena de problemas. Pero después del hueco en el que estuvo hasta 1992, logró despegar y comenzó a convertirse en un ejemplo de transformación urbana, en un experimento de progreso en cultura ciudadana y en un semillero de tecnocracia y de optimismo para volver a convertirse en los últimos años en el caos y en el nido de corrupción que es hoy. Las cifras son contundentes.


Según las mediciones de percepción que ha hecho Bogotá Cómo Vamos desde 2001, la ciudad ha perdido en todo menos en mediciones de pobreza. ¿En optimismo? En 2003, al final de la segunda administración de Antanas Mockus el 31 por ciento de los bogotanos consideraban que la ciudad iba por mal camino. Esta proporción de pesimistas se mantuvo igual durante la gestión de Lucho Garzón. Hoy son la mayoría con un 51 por ciento.

¿En cultura ciudadana? En 2004, cuando arrancaba el gobierno de Lucho Garzón después de cuatro años del segundo gobierno de Mockus, en la encuesta de Bogotá cómo Vamos le preguntaron a los bogotanos qué tanto cumplían las normas de convivencia de la ciudad (1 era nada y 5 era mucho) y el promedio fue 3,1. En 2010, 2,6.
Si le preguntan sobre su cuidado de Transmilenio, en otra época un símbolo de orgullo para la ciudad, en 2001 respondían que 3,7. En 2010, 2,5. Y si es sobre probabilidad de ser castigado por otros, o por una autoridad por no cumplir las normas, todos los resultados tienden hacia la impunidad.
Si se trata de la confianza en las instituciones, los retrocesos en los años que lleva Samuel Moreno a cargo de la ciudad son impresionantes. La aprobación de los ciudadanos de instituciones clave de la ciudad ha caído más de 10 puntos: Transmilenio pasó de 66 por ciento a 55. La Policía de 82 a 60 por ciento. E incluso Codensa, que tiene un cubrimiento prácticamente total de la ciudad, pasó de tener un 97 por ciento de favorabilidad a un 90 por ciento.

Pero lo peor es la imagen del Alcalde. En 2010, ante la pregunta sobre en cuál área trabaja la administración de Samuel Moreno, el 37 por ciento contestó que en nada. Cuando terminó su mandato Lucho Garzón, solo el 8 por ciento pensaba eso de él y de Mockus solo el 5 por ciento tenía esa idea. El 58 por ciento de los bogotanos dicen que confían poco o nada en Samuel, mientras que, en sus peores años, de Lucho solo el 16 por ciento dijo eso y el 22 por ciento opinó eso alguna vez de Mockus. Y esto fue antes de la captura de Iván Moreno y de la destitución de varios de sus funcionarios por el Cartel de la Contratación.
Y, si no es en percepción sino en realidades, la cosa no es mejor. Una medida clara de eso es el pago voluntario de un 10 por ciento extra en impuestos, una decisión de Mockus para que los ciudadanos pudieran llevar su solidaridad a otro nivel. Los contribuyentes que, por pura confianza en el gobierno distrital, pagaron este dinero extra, pasaron de más de 100 mil contribuyentes a menos de cinco mil el año pasado. Y esto a pesar de que por lo menos en el manejo fiscal, la administración de Samuel Moreno tiene cosas para mostrar, como haber aumentado el recaudo y tecnificado el catastro.

En movilidad, la ejecución del Sitp podría revolucionar el transporte si se hace algún día, pero por lo pronto es prácticamente una odisea cruzar la ciudad. Y en seguridad, ni hablar del retroceso.

¿Cómo se llegó allí?

Varias razones explican por qué cayó Bogotá tan bajo, según varios expertos consultados para este artículo.
Lo primero es que hay unos problemas críticos de la ciudad que vienen desde antes de Moreno y que le estallaron en las manos. El problema de movilidad es uno de ellos. En 1997, un estudio elaborado por la Agencia japones de cooperación (Jica) para Mockus predijo que, al ritmo al que estaba expandiéndose y densificando la ciudad, estaría embotellada en una década salvo que construyeran autopistas de segundo piso. Eso no se hizo. Peñalosa creía más bien en desincentivar el carro; en los cuatro años de Lucho Garzón fue mínima la inversión en infraestructura, porque su plan de desarrollo se concentraba en temas sociales; y Samuel Moreno, a la espera de hacer el metro, tampoco hizo las grandes avenidas. Hoy no hay por dónde andar.

El tema de seguridad también ha empeorado, en parte, por un cambio en la dinámica del conflicto armado y un desplazamiento de los mercados internos de la droga que no dependen exclusivamente del Alcalde de Bogotá.

En fin, hay varios problemas que son crónicos.

Pero, en vez de enfrentar esos probelmas de raíz, los bogotanos eligieron a Samuel Moreno. Que Moreno haya resultado un mal alcalde no puede ser una sorpresa para nadie que conociera bien sus antecedentes. Era claro desde su campaña que conocía muy poco la ciudad, que tenía nula experiencia gerencial y que venía de una familia muy cuestionada, comenzando por su hermano Iván, cuyas historias oscuras sobre su paso por Bucaramanga eran bien conocidas por todos.

Su ventaja frente al electorado es que no era Enrique Peñalosa, a quien muchos grupos de interés odiaban: los comerciantes por los bolardos; los vendedores ambulantes por haber acabado con las ventas en los espacios públicos; los socios del Country por haber expropiado la cancha de polo; los transportadores por Transmilenio, y otros simplemente porque les parecía un gomelo arrogante mientras que 'Samy' era muy simpático y prometía un metro sin saber muy bien cómo lo iba a hacer ni con qué. Peñalosa, como Mockus, había hecho un esfuerzo por no gobernar en función de poderosos intereses privados. Y Moreno prometía todo lo contrario.

En eso sí cumplió: cada grupo de poder tuvo lo suyo. Solo que esta vez varias de las secretarías no se repartieron a los políticos, sino a los contratistas. Los vendedores volvieron a las calles, los taxistas consiguieron el pico y placa de todo el día para los carros, la cancha de polo no se volvió un parque. Ya se puede estacionar donde uno quiera. Moreno también cumplió en no darle continuidad a muchas de las cosas buenas que venían de atrás, comenzando por descuidar el Transmilenio, que pasó a convertirse en la fuente de las protestas callejeras.

A los medios les cabe también una responsabilidad en la debacle. Las altas sumas de inversión en pauta de esta Alcaldía hicieron que muchos de los medios más importantes le bajaran el tono a las críticas a Moreno durante los primeros años de su administración y que los periodistas que más disentían del Alcalde fueran desincentivados por sus jefes de seguir en la dirección de esas pesquisas. Solo cuando ya estalló el escándalo reaccionaron.

La justicia se hizo la de la vista gorda durante años. Y la mayoría de concejales, con excepción de unos valientes como Carlos Fernando Galán, Antonio Sanguino y Carlos Vicente de Roux, comieron callados mientras la ciudad se deshacía. El Partido Liberal hoy celebra la salida de Moreno, pero una buena parte del gabinete de Samuel Moreno es liberal y fue con votos rojos y de la U que se eligieron el contralor y el personero, ambos cuestionados hoy. Las bancadas liberal y de La U han apoyado a la administración en el Concejo. La administración de Bogotá, que ya con Lucho Garzón se había debilitado en lo técnico, dejó de ser una isla en medio de un mar de clientelismo. Simplemente se volvió como el resto del país. Ya la capital no es ejemplo de prácticamente nada y es Medellín la que lleva la parada en creatividad urbana. Después de haber atraído a los mejores tecnócratas en diversos campos, desde la salud hasta la movilidad, ha habido una involución en la capacidad gerencial de Bogotá y es difícil encontrar un buen tecnócrata que asuma un puesto de liderazgo en la administración distrital.

El reto ahora, para quien suceda a Moreno, será recuperar una visión de ciudad alrededor de la cual convocar de nuevo a los bogotanos.



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